La primera señal de alerta en una chica sin atavíos que disfruta de su sexualidad es la duda. Nuestra colaboradora parece haber encontrado a alguien, no se pierdan esta crónica de sexo en Like a Virgin diciembre.

Por Jimena Gómez Alarcón (@jimena_blue)

Mi vida está definida por tres precisos y constantes ejes: Mi trabajo, el sexo y mi soledad.

Llevo aproximadamente 7 años soltera, de los cuales mínimo 4 los he pasado sin salir, formalmente, con nadie. Estar sola fue una decisión que tomé hace mucho tiempo, en parte, sí, por traumas de relaciones pasadas (cualquiera que haya amado sabe que siempre las cosas acaban horrible, ¿entonces por qué nos deberían quedar ganas de repetirlo?) pero también se debe a una reacción postmoderna-feminista-hiperrealista  y natural a mi contexto. Permítanme explicar: Yo, como la mayoría de las mujeres en el mundo, crecí idealizando las relaciones entre hombres y mujeres; príncipes y princesas, serenatas y cartas de admiradores secretos… Momentos fortuitos en cafeterías genéricas en los que ambos estiran la mano al mismo tiempo para recoger su café, y sus dedos y miradas se encuentran por un instante… Y los dos, de algún modo, saben que han encontrado el amor… U otras cosas de este estilo. Pero, claro, al ser la mujer inteligente y experimentada que soy, sé que nada de esto es real y que el amor más que ser destino, es un momento de suerte seguido de meses, años, de aguante y negación.

Entonces, para combatir esta problemática existencial decidí amar a mi soledad, y debo decir que hemos sido muy felices. Evidentemente tenemos una relación abierta, que me permite tener sexo con quien yo quiera por donde yo quiera y cuando quiera, pues sé que siempre al llegar a casa, ella estará esperándome. Es una linda vida y no nos quejamos. Sin embargo, hace unas semanas conocí a alguien que intenta atentar contra mí y mis constantes. No, no me he enamorado ni mucho menos, pero este chico, que a falta de un mejor término denominaré como pretendiente, fue capaz de sacudir en mí ciertos miedos que durante años consideré extintos. Sus muestras de cariño comenzaron con visitas a mi oficina para traerme cerveza y comida en mis largas noches de trabajo, luego cocinarme en mi casa, regalos, más visitas a la oficina… Estos actos, desconcertantes e innecesarios, sólo lograron confundirme, así que me acosté con él. El sexo fue bueno y debo decir que tiene un miembro notable (para aquellos que no gustan de los eufemismos, lo que quise decir es: gorda y larga). Con este acto, sellado en sudor, di por terminado el cortejo, pero él no… Al contrario, su ternura fue en aumento y con ella mi aprensión.

Entonces, cuando un amigo me llamó un viernes de fiesta a las 3 de la mañana, hice lo que toda mujer madura, culta y experimentada haría: acepté cuando me propuso pasar por mí a la fiesta, hacer cochinadas y regresarme. Ya conocen a este chico, es el amigo con novia del que les hablé la columna pasada (que obvio leyeron, porque me quieren tanto como yo a ustedes).

Dimos un par de vueltas en su auto, comenzamos a fajar y nos paró una patrulla, así que decidimos ir a su oficina. Un déjà vu total de la vez pasada (de nuevo: lean mi columna anterior),  y mientras mi cuerpo se humedecía, mi alma se ensuciaba; era el chico con novia, el que estaba siendo un hijo de puta con mi ayuda… Y yo, ¿qué era yo? Una hija de puta, sin duda. Una ingrata con un chico dispuesto a no cogerme duro, sino con cariño (lo cual no siempre es deseable, pero de vez en cuando…), una pseudofeminista cómplice del dolor de otra chica, una niña asustada de que alguien la quiera, de perder su soledad; una mujer que se siente más ella mamándosela a alguien en un auto a las tres de la mañana.

¿Es ésta tu evolución teórica, Jimena? ¿Es éste el estilo de vida que buscas reafirmar? ¿Te sientes más libre, más fuerte, más sola, mientras te dedean contra una pared en la oscuridad? Sí…

Entonces, ¿ahora qué sigue? ¿A dónde vas de aquí; de este rincón oscuro y húmedo con tus manos oliendo a sexo? ¿A dónde vas? ¿Irás sola? ¿Siempre?