Diego Luna: “El cerdo decidía el rodaje”
¿Has tenido a una mascota que hayas querido tanto como a Mr.Pig?
¡No! A mí, por suerte, sí me gusta relacionarme con otros seres humanos. En la película el personaje tiene pavor a eso y prefiere hacerse amigo de los animales, porque es más cómodo que esa relación no salga de una misma dinámica.
Presentaste la cinta en el Festival de Sundance. ¿Te identificas con Robert Redford, el fundador?
Creo que el cine que Sundance celebra es el tipo de cine que a mí me gusta ver como público y hacer como cineasta. Entonces sí, me siento muy cercano a él, y he participado de mil maneras. Asistí como actor, productor, fui jurado y llevé a Abel que fue la primera película que hice como director. Es un festival hermano en muchos sentidos.
Cuando viste a Quentin Tarantino, ¿le comentaste que Pulp Fiction es tu película favorita?
¡No, eso no! No porque sea una mala película, me parece muy buena, pero no es mi favorita de Tarantino. Me gusta mucho más Perros de Reserva. Aunque para ser justo, es imposible decidir cuál prefiero, porque el cine como la literatura y la música te van acompañando, marcando tu vida y dejando huellas. Pero no eres el mismo siempre, porque como público también vas creciendo. Hay películas que son recurrentes, de las que voy y vengo.
¿Fue por Arma Mortal que elegiste a Danny Glover para protagonizar Mr. Pig?
En efecto, esa película es uno de los primeros recuerdos suyos que tengo. Pero no fue mi idea. La directora de casting fue quien me dijo: “oye, ¿y si llamas a Danny Glover?”. Dije: “¡Ah, órale, nunca lo había pensando”. Todas las imágenes que yo tenía de este personaje se parecían mucho a mi papá. Nunca había pensado en un afroamericano para representarlo. Lo pensé dos segundos y dije: “es buenísima idea”. Fui, lo conocí, y me di cuenta de que estaba frente a mi personaje. Hablamos de su relación con su abuelo, que tenía una granja y que era mucho más cariñoso con sus animales que con sus nietos. A partir de ahí fue muy claro que él sería el personaje.
¿Por qué elegiste más actores extranjeros que paisanos?
Porque la historia se trata de un granjero estadounidense. No hay una razón de mercado. Yo quería contar una historia que hablara sobre migración. Entonces dijimos, ¿por qué no hacemos la historia de un estadounidense que decide cruzar la frontera para encontrarle una mejor realidad a su ser más querido? Y decide meterlo de manera ilegal, y la historia es básicamente ese viaje.
Resulta interesante el plantea- miento, porque nunca se pinta a México como un paraíso en las películas de Hollywood.
Tal vez para alguien que ya no puede vivir en ese sistema, el tercer mundo es el paraíso. Este cuate es mucho más romántico y vive del viaje, se viene a buscar esa realidad a México para su cerdito. La idea era visitar nuestro país a través de los ojos de un extranjero.
Tocaste el tema migratorio, pero con un tono contrario a Cesar Chavez: an american hero y al documental Niños migrantes mexicanos olvidados en la frontera.
Uno habla de las cosas que vive y le preocupan. Y yo cruzo esa frontera por lo menos dos veces al mes. Es inevitable no vivírmela cuestionando. Para entendernos, primero hay que entender el fenómeno de la frontera más grande entre el primer y el tercer mundo, que somos nosotros.
¿Qué fue lo más complicado de trabajar con un cerdo?
Todo, porque pesa 120 kilos y su prioridad no es necesariamente la misma que la tuya. Era una bronca trabajar con estos muchachos. Son animales muy deli- cados, entonces tienes que ser extremadamente cuidadoso. Todo el cuidado que no teníamos con nosotros o con los actores, lo teníamos con el cerdo.
¿Estás diciendo que el cerdo fue la estrella?
Esta película no aguantaba un actor con mucho ego porque ninguno fue tratado como el cerdo. La prioridad era el cerdo. Si estaba bien ahí, se hacía; si él no quería estar ahí, no se podía filmar. Había que ingeniárselas con ellos, porque por suerte llevábamos cuatro puercos y cuando uno no quería, entraba el otro: uno experto en entrar a la camioneta, otro en caminar, otro en ha- cerse el dormido y así.
Mr. Pig trata de alguien que cruza la frontera de Estados Unidos hacia México en camioneta, mientras que en la realidad ese país renovó su alerta de viaje hacia el nuestro. Tenemos un problema grave que atender en México, muy grave. Y no porque nos pongan una alerta. Basta con vivir en México para darse cuenta de que es un país muy peligroso. La impunidad y la corrupción vuelven imposible imaginarse una solución cercana.
Dijiste alguna vez que la creatividad es un motor, ¿cómo nutres la tuya?
Pensando como público, escuchando las historias de otros. El día que pierdes el ape- tito y la curiosidad como público, te acabas también como creador.
¿Cómo ha influenciado la paternidad tu forma de dirigir?
¡En todo! Mis películas se tratan de padres e hijos. Primero me atreví a tener un hijo y después a dirigir actores. Todo lo que hago está completamente influenciado por ese proceso diario de preguntarme: ¿qué tipo de papá quiero ser? Y tengo la fortuna de tener un trabajo que me permite seguírmelo cuestionando a diario.
En los créditos de Mr. Pig Gael aparece entre los productores ejecutivos, ¿alguna vez volverán actuar juntos?
Estoy seguro de que sí. Sucede algo padrísimo cuando lo hacemos. Pero también nos tienen que pasar cosas en la vida. Hay que crecer, marcarnos por teléfono y luego reencontrarnos. ¡Rudo y cursi ya fue hace un rato! …Ya deberíamos comenzar a pensar en algo.
¿Por qué tanto misterio con el personaje que harás en la saga de Star Wars?
¡No te puedo decir (risas)! ¡No me dejan! ¡Terminaría en la cárcel! ¿Y sabes qué? La verdad me gusta. No me gusta que nos queramos enterar antes de tiempo… Ya no pasa eso que sucedía antes en el cine. Ibas a ver la película que había. Por mi casa había nada más un cine y la película que exhibían era la que tenías que ver. Luego tuve la ventaja de que la Cineteca estaba cerca y cada tanto me podía ir a ver una película un poco más arriesgada, ¡pero confiabas en el cine! Te sentabas, salías y decías, ésta es buena, ésta no, ésta es mala. ¡Ahora sólo vamos a ver la película que sabemos que nos va a encantar! ¡Y para eso nos tenemos que enterar de qué trata, quién sale, qué música ponen, cómo se ve! ¡No! Dejémosle esa magia al ver las películas.
Has estado viviendo en Londres. ¿Qué es lo que más te gusta?
Es una ciudad en la que caminas, eso me encanta. En México no estamos acostumbrados a caminar.
Seguro tú no puedes caminar en la calle porque te reconocen
No caminamos en general. Aquí nos subimos al Metrobús, al pesero, al taxi, al Metro o agarras tu coche. Y empieza la cultura de la bici, ¡pero no hay una cultura de caminar en México! ¿A ver camina de Coyoacán a la Roma? ¡Está cabrón!
¿Inglaterra no te hizo cambiar de equipo o le eres fiel a los Pumas? Eso no hay manera de que cambie.
Si tu trayectoria llegara hasta hoy, ¿por cuál de tus cintas te gustaría ser recordado?
Qué difícil. Es que no pienso así. No tengo el síndrome del Gansito Marinela de “Recuérdame”. Para mí no, si yo ya no estoy para ser testigo de qué pasó con ese perso- naje o reflexión o cuestionamiento que lleva una película, pues que vean otra y chido.
¿Eres de ver muchas veces la misma película?
Hay películas a las que voy y vengo. El ladrón de bicicletas es una de ellas, una película que casi siempre que me voy a ir a filmar, la reviso. Me encantan los Hermanos Cohen y soy fan de The Big Lebowski, y cada que ando medio tristón, la pongo. Sería imposible comparar estas dos películas y decirte que una es mejor que otra, o más importante, pero cada vez que regreso a ellas, adquieren un valor distinto.
Si como a Sean Penn te hubieran dado la oportunidad de entrevistar al Chapo Guzmán, ¿qué le hubieras preguntado?
Mmmmm… Yo creo que mejor me salto esa pregunta.
