Chicas Playboy se lee Calendario 2025

La chica que colecciona nudes en la nube

Escrito por:Arturo J Flores

“¿Quieres ver la nude que te platiqué que le mandé a mi crush y él me dejó en visto? Bueno, no me dejó en visto, pero sólo me puso Ah, ok…”. Así me escribió Alejandra en WhatsApp.

Tendría que haber estado loco para decirle que no. Conocí son senos en una fotografía que llegó a mi celular un jueves por la noche. Le dije que quería entrevistarla, porque el interés periodístico sirve como pretexto a los voyeristas de closet.

“Estoy escribiendo una crónica sobre el sexting y me gustaría que tú me contaras tus experiencias…”

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De vez en vez se topa uno con alguien como Alejandra, dispuesta a presumir los esqueletos sexuales que esconde bajo la cama.

Me envió la fotografía. Imaginé lo que sentiría alguno de los varios –muchos, casi 100 tipos– con los que ha intercambiado nudes.

Alejandra colecciona hombres. De la mayoría conserva recuerdos en forma de sabor y olores, porque se los cogió. Ha entonado gemidos en perfecta sincronía con casi todos los especímenes de su inventario. Se vino con ellos. Dejó chorros de humedad en las sábanas, a consecuencia de los caderazos que cada uno dio dentro de ella. A todos y cada uno les corresponde una fotografía que se apila en la nube personal de Alejandra.

Se confiesa adicta a coleccionar nudes.

–La primera me la mandó un novio que tuve. Nos veíamos sólo cada ocho días y pues… se nos ocurrió que enviándonos fotos podríamos mantener encendida la llama– me cuenta.

Le pedí que, para mi artículo, me hiciera llegar algunos ejemplos. Pequeñas probaditas digitales como las que les envía a sus ligues. Así se refiere a los chicos –y a los mayores, porque en el ciber harem que ocupa la memoria en su teléfono inteligente, cohabitan sus compañeros de clase con hombres que le doblan la edad– que alguna vez respondieron a ese llamado millennial de la selva que representa el send me nudes.

Suman más de una centena. Son ya seis años que cultiva su afición. Tanto que ha establecido sus propias reglas: las nudes nunca son la puerta de entrada a su vida. Las envía y las recibe sólo cuando lleva tiempo conociendo al remitente. Alejandra cuida mucho de que su rostro no aparezca en la fotografía y, sobre todo, la protagonista de este relato ha blindado de sus redes sociales de manera que sólo recibe nudes de quien lo desea. Nunca de desconocidos.

“En general, el cuerpo masculino me parece muy estético. Eso incluye el pene, por eso sí me gusta que los hombres me envíen imágenes de su miembro. Si ya tuve sexo con esa persona, la fotografía que me manda me transporta hasta ese lugar; y si no, es el preludio perfecto para echar a volar mi imaginación”.

Para ella, no toda fotografía califica como una auténtica nude. Porque hay quienes, dice, “sólo se la sacan y ya”. A Alejandra le gusta que sus amantes cuiden el encuadre, la iluminación y hasta la parte del cuerpo que le harán llegar.

Mandar nudes es, de alguna forma, “venderte” como amante. Si lo sabrá ella que trabaja como ejecutiva de ventas por teléfono. Y el sexting es lo más seguro en tiempos de Coronavirus.

A casi toda nude que ella recibe, corresponde una anécdota que escribe a mano en un cuaderno. Su bitácora sexual, dice. Las páginas donde inmortaliza su encuentro con un chico con el que bailó en un bar o el afortunado cincuentón con el que se revolcó en un viejo sillón. Está convencida que cada hombre que tuvo el privilegio de besar sus tatuajes se merece un pedacito de inmortalidad.

“Las guardo –las fotos y las historias– para que cuando esté viejita, me acuerde de todo lo que me comí y lo bien que me la pasé”.

También se las muestra a sus amigas. No todas las nudes, sólo las más “leves”. Por ejemplo, nunca les presume ese video que filmó teniendo sexo con uno de sus novios de ocasión. Ni siquiera ella misma lo vio, pero está segura que su cara no se distinguía. No está segura que su compañero lo haya borrado, pero la idea tampoco le quita el sueño.

¿TE GUSTA EL SEXTING?…¡OJO!

De la belleza de Alejandra, de sus piernas torneadas que podrían romper a la mitad un torso masculino, las nalgas que deben su redondo trazo geométrico a la naturaleza y los pezones que como arpones envenenados apuntan a los ojos de quien los mira, quedan sólo fotografías (todas autorretratos, porque tampoco se deja retratar por nadie) en los teléfonos de sus hombres.

Alejandra es ejecutiva de ventas. Tiene 26 años. Los que han disfrutado del privilegio de correrse, hasta secarse, dentro de su cuerpo conocen su rostro. Otros se quedaron sólo con sus nudes. Hasta este momento sólo sé, por la imagen que viajó desde su teléfono hasta el mío esta noche de viernes, que sus pechos son un bendito milagro. Dos frutas rebosantes llenas de fuego líquido de los que bebería Satanás.

Y así se lo escribo:

“Vaya frutas rebosantes de fuego, debería beber de ellas el diablo. Quiero ser una historia en tu diario”.

Alejandra me contesta que ojalá un día nos saludemos:

“Te lo has ganado. Me gusta cuando saben valorar mis nudes”.