Digisexuales; o la obsesión sexual por la tecnología
El fetichismo es la excitación por un objeto inanimado, ya sean unos zapatos de tacón o ropa interior. Se trata de una filia que nos ha acompañado por miles de años, pero con el avance tecnológico su definición está comenzando a difuminarse.
Juguetes, muñecas e incluso robots, los objetos han comenzado a tener un giro sexual y para muchas personas estas innovaciones son la única forma en la que pueden excitarse. Se trata de los digisexuales, personas cuya identidad sexual viene del uso de tecnología, una vida erótica que se satisface con dispositivos automatizados.
El término fue acuñado por el profesor de filosofía Neil McArthur y Markie L. C. Twist. En un principio era una teoría sobre su posible surgimiento, pero poco a poco se está convirtiendo en una realidad. Después de que publicaron el artículo, recibieron una gran cantidad de mensajes donde les mencionaban que se sentían identificados con la descripción hecha.
Se trata de una orientación centrada en seres parecidos a robots o androides. Personas que prefieren una relación con un ente digital a un ser vivo. Los estudiosos identifican que los digisexuales pertenecen de grupos marginalizados que se sienten excluidos de las relaciones humanas.
Sin una relación personal estable, se presentan las alternativas que pueden sustituir al vínculo sexual. En este mundo, la mayoría de los robots sexuales, o muñecas realistas, están enfocados a los hombres, pero también las mujeres consumen este mercado. Ellas son las que compran más juguetes sexuales y con la innovación de la realidad virtual puede crecer la oferta.
Este avance tecnológico puede ser dividido en dos grandes etapas, se considera que “la primera ola de digisexualidad” incluyó el porno, los juguetes sexuales, las apps de citas y otras variantes similares. La segunda ola ha comenzado y será protagonizada por el sexo virtual y los robots sexuales, que brindarán una inmersión completamente distinta, con potencial de sustituir a los seres humanos.
Naturalmente, los avances causan alarmas en una gran cantidad de círculos; la realidad virtual puede hacer que muchas personas prefieran adentrarse en este mundo a intentar establecer una relación con otra persona. Ante esta cuestión, McArthur asegura que no todo es malo en principio, y argumenta que fuimos capaces de adoptar las tecnologías en nuestra vida diaria en otros ámbitos, como en el caso de los celulares. En este caso, únicamente estaría entrando en el plano sexual. Por su puesto que todos estos avances pueden perjudicar más a los digisexuales: al haber experiencias más realistas y satisfactorias, no existe una motivación para salir del círculo.
Es aquí cuando podemos volver al fetichismo, una parafilia que siempre ha existido y hemos aprendido a vivir con ella, ¿estas tecnologías sexuales atienden a una necesidad que las precedía, o están creando una nueva fascinación erótica?
