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Velocirredactor: La navaja de Kim

Por: Arturo J. Flores 22 Sep 2021
Suena complicado que cuando seamos adolescentes tengamos que decidir nuestro destino. Algunas personas hemos corrido con suerte.
Velocirredactor: La navaja de Kim

Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida. Son palabras de Confucio. Pero desde muy chico sabía qué era lo que quería hacer con mi vida: escribir. Aún así, me forzado a trabajar. Durante tres semanas acomodé anaqueles, rellené frigoríficos y atendí la caja de una tienda de conveniencia. Todo con tal de comprarme un amplificador para tocar con mi banda de rock.

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El grupo se desintegró pero la experiencia me sirvió para redactar estas líneas.

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A los 18, poca parte del estudiantado de mi preparatoria sabía lo que quería hacer con su vida. La mayoría lo descubrió de manera fortuita. Mi amigo Alberto preparaba unos brownies fenomenales de marihuana. Hacía sopa, té y hasta estofado con cannabis. Un día nos anunció que se volvería chef. Pronto se embarcó en un crucero y hasta la fecha vive en Nueva Zelanda, donde dirige un restaurante de antojitos mexicanos.

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Héctor era uno de los tipos más bien portados. Pero la música lo descompuso. Se obsesionó hasta la médula con el cantante de los Doors. Tanto que hasta la tumba arrastró el apodo de El Morrison. Comenzó a dibujar gárgolas en sus cuadernos, se dejó crecer la melena y cambió su interés por la ingeniería por la restauración de arte.

Un prematuro paro cardiaco se lo llevó cuando tenía 30 años. Para entonces había recorrido Latinoamérica a bordo de una camioneta. Para donde la noche lo sorprendiera, pintaba óleos y vendía artesanías para mantenerse. Eso es lo que me contaron.

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Otro caso es el de Miguel. Abandonó la carrera de abogacía porque estaba mucho más concentrado en el desmadre. Un día su mamá le dijo: “¡cómo te gusta perder el tiempo andando de borracho con tus amigos!”. Herido en su orgullo, le respondió: “pero en la borrachera conoces mucha gente y haces negocios, voy a abrir un bar”.

Lo hizo. Descubrió que el negocio del alcohol es esclavizante pero deja muy buenas ganancias. La última vez que lo vi se había mudado a la planta alta de su bar. Ya no bebía. Supervisaba desde las alturas su negocio y ahora se dedicaba a cuidar la fiesta de otras personas.

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El pelo crece. Son palabras de mi abuela. De todas las abuelas. Las pronunció cada vez que me hice alguna locura en la cabeza y mi padre ponía el grito en el cielo: desde decolorármelo para pintarlo después de verde, raparme, dejarlo crecer hasta los hombres o hacerme un mohawk.

Mi abuela ya no vivió para verme perder el cabello. Hoy me queda muy poco, que procuro arreglar una vez cada tres semanas. Aprovecho también para darle forma a la barba. La pandemia me ha convertido en un náufrago que cuenta el pasar de los días desde la sala.

Así que una vez cada 21 días tengo una cita con la navaja de Kim. Así se llama mi barbera. Originaria de Quintana Roo, llegó a la CDMX hace ya varios años, cuando aún era menos de edad. Necesitaba trabajar y como a muchas personas les sucede, ella también pensó: “es que no sé hacer nada”. Pero la reclutaron como recepcionista en una estética. De tanto observar a quienes hacían cortes y esculpían barbas, le creció una cosquilla por aprender.

La última vez que Kim me acarició la garganta con el filo de su hoja, me preguntó cómo me iba con el home office.

Hasta ese día en la mañana pensé que muy mal. Extraño mucho andar de vago en busca de historias. Las juntas por Zoom me parecen asfixiantes y sin conversaciones banales disfrazadas de filosóficas la cerveza no se me antoja.

Pero luego pensé que en el fondo, sigo escribiendo. Así sea de mi cita mensual con la barbera para sacarme lo Neandertal de encima. El aroma a lavanda mezclado con la música de Queens of the Stone Age me coloca en una suerte de nirvana terapéutico.

Si Confucio viviera nos aconsejaría buscar un trabajo que nos gustara y de preferencia, que se pueda realizar a distancia. En mi caso, agradezco no haber tenido que regresar a ordenar estantes llenos de latas y frituras.

Les recomiendo someterse a la voluntad de la navaja de Kim. La encuentras en Instagram como Sangre Mexa Barber Shop.

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