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Sargento Hardcore: las mieles de Afrodita

Por: Sargento Hardcore 25 Sep 2019
Me senté por unos instantes en los camastros del hotel, me recosté, por un momento cerré los ojos. Al levantarme di unos pasos por la piscina y en un lado de la alberca se encontraba acostada la silueta de una mujer.
Sargento Hardcore: las mieles de Afrodita

Era un verano como todos, las playas de Cancún estaban llenas de vacacionistas, cerveza, buena música y cientos de mujeres hermosas en diminutos trajes de baño. Había chicas de todas las nacionalidades, algunas en toples, otras dejaban ver sus encantos con sensuales transparencias, ¡todo un paraíso! No podía ir caminando por toda la playa, pues mi emoción era tal que se notaba a kilómetros.

Compartí mi viaje con algunos amigos, mismos que de inmediato se liaron con algunas chicas y me dejaron solo, pero no estaría así por mucho tiempo, porque después del atardecer tuve una de mis mejores experiencias sexuales en aquel paradisíaco lugar, seguro recuerdan mi memorable historia de “Orgía frente al mar”, ¡ya se imaginarán!

Después de terminar prácticamente agotado, salí de aquel cuarto que me dejó seco y casi exhausto (no olviden leer mi historia anterior), caminé por los pasillos del hotel y me dirigí hacia las finas arenas de la playa, la cual estaba en completa oscuridad, no había nadie y sólo se veían las sombras de algunas palmeras iluminadas con la luz de la luna.

Me senté por unos instantes en los camastros del hotel, me recosté, por un momento cerré los ojos. Al levantarme di unos pasos por la piscina y en un lado de la alberca se encontraba acostada la silueta de una mujer. Parecía algo tomada, ya que sus movimientos eran torpes, pero a la distancia alcanzaba a escuchar su llanto, tal vez algún mal entendido con su novio o una mala experiencia. Corrí de inmediato para ayudarla, nunca pregunté el motivo del llanto, sólo si se encontraba bien, si alguien le había hecho daño. Ella calmó sus lágrimas y con voz tenue me contestó: “gracias, estoy bien”.

Su voz no me convencía y al acompañarla a su habitación pude ver sus espectaculares curvas y el rostro más bello que hasta entonces había visto. Llegamos a su habitación, ella sonrió y me invitó a acompañarla, no quería quedarse sola esa noche.

Chica sensual playa Cancún

La recosté en su cama y yo me quedé frente a ella, en un sillón juntó a la televisión. Esa noche dormimos, yo estaba agotado y ella rendida.

Por la madrugada, una extraña sensación me estaba invadiendo; sin embargo, no podía despertar, era un hormigueo muy intenso en mi pene, pero no era nada desagradable. Entre sueños sentía que lo apretaban y poco a poco se fue humedeciendo, un momento delicioso en el que mi miembro se dejaba llevar por algo que aún desconocía qué era.

Fui despertando, abrí los ojos y, ¡no podía creerlo!, aquella chica se estaba devorando mi miembro, lo hacía de una deliciosa manera, como si hubiera estado reprimida hace algún tiempo y nadie le hubiera dado lo que necesitaba hasta ese momento en su habitación.

Por supuesto que me hice el dormido, mientras sus labios recorrían mi virilidad a tal punto de contraerme, no quería correrme ni tampoco incomodarla, entre ojos la veía tan feliz, tan concentrada que de ninguna manera iba a perturbar ese glorioso momento.

Su lengua era mágica, envolvía por pedazos mi pene y lo hacía con una gran intensidad, hasta llegar a mi glande, donde se encontraba mi punto más débil en ese momento. No era para menos después de haber tenido sexo con más de cinco mujeres.

Hubo un momento en el que ella volteó y cruzamos las miradas, los dos sonreímos y caímos en esa complicidad que sólo dos amantes de paso pueden alcanzar. La tomé del cabello y comencé a mover su cabeza, primero en círculo y después la empujaba lentamente. Todo estaba ardiendo, podía sentir los latidos de mi corazón mientras ella se tocaba una y otra vez; ella también se corría mientras yo dejaba gustoso que se comiera todo lo que tenía para hacerla feliz.

Fueron al menos unas tres veces que ella se corrió, para ese entonces yo aún disfrutaba de sus lamidas, una detrás de otra. Llegó un punto en que no pude resistir más y me pidió que llenara sus pechos de tan sagrado néctar. Al terminar, los dos caímos en un beso que duró casi media hora, ambos deseábamos seguir, pero nuestros cuerpos no respondían. Besé su frente y cuando le pregunté su nombre, ella simplemente contesto: “dime Afrodita”.

 

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