A media sesión, un silencio tenso invadió mi oficina. Él se mecía en la silla, mirando al suelo mientras una de sus manos cubría casi toda su boca. La miré a ella indicando que guardáramos silencio, para darle ese espacio que él necesitaba. De pronto una lágrima rodó por su mejilla, misma que limpió rápidamente. Lo seguí mirando en silencio haciéndole saber que era su espacio.
-No puedo Eugenia, me cuesta trabajo.
Ella interrumpe y dice: “¿Ves? Eso es lo que pasa siempre”.
Volteo a verla a ella indicándole que me permita escuchar lo que seguramente él necesita expresar.
-En mi casa nunca hubo abrazos, besos, expresiones de afecto. Mi padre fue un hombre muy duro. Y mi madre jamás nos abrazó, nos besó, nos consoló. Yo no sé expresar eso que ella quiere. Trato, pero no puedo. Desde muy chico solo tuve obligaciones, era el responsable de mis cuatro hermanos menores, y cuando mi padre se perdía varios días, el que salía a conseguir dinero o comida, era yo. Después mi padre regresaba, peleaba con mi madre, yo la defendía y me golpeaba. Aún tengo cicatrices, y no quedé bien de una pierna luego de una golpiza que me dio.
Historias de parejas como esta que te comparto, son el resultado de una niñez con violencia. Muchos hombres que tienen conflictos en la intimidad, porque ellas los consideran fríos, secos, desinteresados en la relación o egoístas, tienen en su pasado una infancia como esta.
¿De dónde voy a aprender a acariciar, a acercarme, a ser mimoso, a sentir ese placer hermoso que se siente en el abrazo, si jamás lo viví? Hoy gracias a la neurociencia podemos comprender más que casos como este son reales y tienen una explicación científica, y que gracias a las ciencias es posible superarlas, gestionarlas. Y podemos comprender mejor a esos hombres a los que les tocó una infancia difícil, y que ahora tienen este y otros tipos de conflictos. Y que además la falta de demostraciones de afecto, de actos amorosos, de intimidad, de apego, puede detonar en la pareja otros tipos de conflictos, que se van sumando a la dinámica de la pareja, generando verdaderas madejas que parecen imposibles de desenredar.
Por eso, antes de pensar que hay algo mal contigo, o que no sirves para esto de las artes amatorias, las relaciones afectivas, las buenas relaciones con las mujeres, piensa en tu pasado, busca ayuda y sana lo que tengas que sanar para bien tuyo. Muchos hombres como el de la historia que te conté hoy, sufren depresión, se aíslan, dejan de hablar de lo que sienten, y esa mala comunicación solo empeora las cosas.
Esto del amor, también se aprende. Y nunca es tarde para empezar a hacerlo.
Soy Eugenia Flo, sexóloga sustantiva, y esta fue “La Sexoteca de Eugenia”