El Rayalibros: literatura y Spotify
La apertura a la literatura en los podcasts de Spotify suena como una promisoria revolución para las letras del siglo XXI. Al menos, es la lectura inicial que algunos hacen, como el escritor y crítico literario español Jorge Carrión, para quien la llegada de audiolibros y podcasts que incluyen las voces o la lectura de obras de Jorge Luis Borges, Eduardo Galeno, Juan José Arreola, Pablo Neruda o Mario Benedetti “invita a preguntarse si el futuro de la literatura no se encontrará en su más remoto pasado: la oralidad”.
Como Carrión lo expresó en un reciente artículo en The New York Times, plataformas como Spotify reconstruyen un simulacro de cercanía e intimidad con quien cuenta el cuento. Y aunque él no lo crea, claro que recuperan la actividad performática y compartida de las historias que nos encantaron y conformaron nuestros relatos culturales. Aunque ya no frente al fuego, un podcast es también una producción en un atmósfera emotiva con su dosis de conocimiento, espontaneidad e invitación a la confianza del escucha.
Por supuesto que el desarrollo de los podcasts de Spotify es un paso más para la app multiplataforma sueca y apela a su expansión tras las millonarias inversiones para el perfeccionamiento de los sistemas de voz. En 2019, Spotify cuenta con 219 millones de usuarios activos y de ellos, unos 100 millones que lo hacen bajo la versión Premium de pago.
Aunque guiada por razones comerciales, uno de los puntos más interesantes de la avanzada “literaria” de Spotify es su cuestionamiento a la estructura editorial moderna y a los modos como los libros –o en realidad, las palabras y las historias como objetos susceptibles de ser comercializados– alcanzan e impactan a un público con gustos lectores cada vez más personalizados, cambiantes y específicos.
Si la biblioteca como hecho y espacio social se ve tristemente limitada a zonas urbanas estudiantiles y los consorcios editoriales han fragmentado sus catálogos y apostado por la clasificación, la réplica de fórmulas narrativas y la coyuntura para atrapar sus distintos tipos de lectores, la biblioteca digital de apps como Spotify apuesta a la voz como conexión primaria con el lector anhelante de una historia desde la emoción, el instante y la nostalgia de sentarnos a que nos cuenten un cuento.
En un tiempo en que la escritura y la lectura parecen ejercicios demasiado esforzados hasta para algunos escritores, esperamos la línea editorial que Spotify dibujará en la mediatización de su oferta literaria. ¿Eligirá lo trendy, lo actual o la confirmación de cierta tradición literaria para su catálogo? ¿Cómo conviven la “discografía” literaria de Borges, “aprisionada en esta red sonora”, con una playlist de reggaetón en los modos aleatorios y altamente personalizados de la cultura del streaming en nuestros días? El sueño borgiano de una biblioteca de Babel está vivo con una alocada variante: además de los textos, hoy convive con voces, sonidos, idiomas, beats, discos, programas, series y rarezas melódicas.
