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El gol del siglo: ¿Quién te cantará?

Por: Armando Noriega 14 Mar 2024
Un repertorio musical resuena con fuerza en los estadios cada fin de semana, extendiéndose por todo el país, abarcando toda Latinoamérica. Una cultura argentina que hizo escala en nuestro territorio, y permíteme decirte, se quedó para siempre.
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Una adolescencia marcada por la búsqueda de identidad y pertenencia, puede compararse con un intrincado laberinto sin salida para un joven de quince años. Una revolución constante que se despliega día tras día en distintos escenarios.

En mi caso, debo confesar que soy ese adolescente inquieto en la búsqueda de un sentido. Sin darme cuenta, desde mis primeros recuerdos, el fútbol ya me lo había proporcionado.

En el hogar, fui el responsable de introducir los primeros partidos de fútbol a través de la televisión; incluso, el primer encuentro al que mi padre asistió de manera involuntaria también se debió a mi insistencia. Recorrí los estadios de la Ciudad de México, incluyendo el ya olvidado Neza 86. Sí, desde pequeño experimenté esa angustia palpable al observar que mi equipo no lograba remontar y no alcanzaba la gloria de ser campeón. La desesperación que conlleva ser un apasionado de este deporte es innegable y, en muchos casos, absurda.

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Todavía tengo fresco en la memoria el día en que puse por primera vez un pie en la popular, ese rincón de las gradas reservado para la Barra Brava. En ese momento, pasé de ser un aficionado a convertirme en una pieza fundamental, en el jugador número doce. Un rol que no es destacado por la voz del estadio y que nunca recibirá ovaciones, pero que me otorgó una identidad, encontrando mi pertenencia entre las gradas y la hinchada.

La segunda sorpresa llegó al escuchar los célebres cánticos sudamericanos. Estos retumbaban las gradas, alcanzando tanto a la cancha como a los propios jugadores. Fue necesario escucharlos repetidamente, corear las últimas palabras y sumergirme en sus letras que me eran ajenas. A pesar de ser forasteras, la conocida cadencia de esas canciones me transportó a tiempos pasados.

Quedé atónito. Experimentar ese momento fue realizar un acto de escapismo, una fuga a través del tiempo. Mi mente se sumergió en la infancia de Mario Bross, en días sin preocupaciones es- colares, con mi madre y su co- mida al ritmo de sus canciones, formando así la banda sonora de mi vida. “¿Quién te cantará?” resonaba una y otra vez, acompañada por los acordes de “Moliendo café” que mi padre interpretaba con su guitarra acústica, o los sábados de Creedence y Celia Cruz. Sin embargo, semanas previas a esta primera vez en el tablón, los Cadillacs, los Decadentes y los White Stripes dejaron de ser simples nombres en mi lista musical.

Un repertorio musical resuena con fuerza en los estadios cada fin de semana, extendiéndose por todo el país, abarcando toda Latinoamérica. Una cultura argentina que hizo escala en nuestro territorio, y permíteme decirte, se quedó para siempre. Ahora, da identidad a miles de aficionados al fútbol, como si fuera un tatuaje sonoro que nos une a todos, por lo menos, si portas los mismos colores.

Hago mención de los argentinos no sólo por ser los pioneros en esta revolución, sino para compartir la fascinante historia de Bobby, mi buen amigo. Se trató de una canción publicitaria que surgió a principios de los años ochenta en un plan de seguridad para unas vacaciones y playas libres de mascotas. Curiosamente, la melodía era interpretada por una niña llamada Gracielita y distribuida por la Policía Provisional de Argentina como parte del famoso Operativo Sol.

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Lo que resulta realmente insólito es que esta canción, originalmente concebida como un mensaje dirigido a los niños, se ha transformado con el tiempo en un himno de bienvenida para los equipos de fútbol. Ahora, no hay una hinchada que no la coree con pasión, entrega, humos y banderas minutos antes de que suene el silbato inicial en cada partido.

Los cánticos detonan en el estadio, una sinfonía que va más allá de alentar a un Club. Son himnos que se entrelazan con aquellos cantantes que, seguro ni se recordaban sus nombres. Ritmos de Hugo Blanco, Don Omar, Fito Páez, Daniel Magal, Benito Di Paula, Gilda, León Dan, Turf, Víctor Heredia y tantos otros. El fútbol es, cumbia, rock, punk, e incluso tango y mambo. Para mí, el fútbol es una identidad que me sostiene a lo largo de los días, una fuerza que me impulsa con entusiasmo a vivir el ritual sagrado de los 90 minutos. En cada encuentro, cántico, no es sólo un evento deportivo, sino una conexión profunda con la pasión que da ritmo a mi existencia, una celebración de vida.

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Armando Noriega Columnista Periodista Cultural / Contenido de Fútbol Club Universidad Nacional
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