Las palabras de dos monstruos de la literatura adquieren un nuevo significado cuando se le aplica a nuestra realidad social.
“Mensajero sois, amigo. No merecéis culpa, non”.
El ingenioso caballero, Don Quijote de La Mancha, hablaba así.
Decir cuando nadie dice, más que un arte, es un valor. El “hablar” del mensajero y hacerlo con oportunidad, es arrojo que encierra denuncia vital, cuando todos temen ver su lengua cortada.
¿Cuándo se tiene que hacer todo menos callar?
Al instante que comprendes que el silencio es cómplice.
Callar es condenarse a la resignación.
Viene de “signar”.
La resignación es fatal, ya que no admite, siquiera, meter las manos.
México, hoy más que nunca, se mueve en esas dos aguas.
En una patalea para no ahogarse.
En otra, deja que el peso lo hunda hasta la fatalidad que trae la muerte “Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo”.
Frases “adoctrinantes” tales como “primero los pobres”, subyugan. No hay quien se resista.
Primero es el que va mano.
Primero es prioridad.
Primero… ¿por qué?, o incluso, ¿para qué? Primero va el engaño envuelto en la intención.
A los pobres que “van primero”; ¿les ha servido de algo? ¿Algún resultado a aplaudir que a los pobres beneficie? ¡No! Es manzana envenenada.
Pensar en los pobres como propósito político es cinismo. “Al cielo agradezco”, nada más.
Lo mismo otros términos: austeridad, honestidad, perdón, pureza, paz, besos, abrazos… todo propio de un pastor, que no un político. Esos que fueron repudiados.
A eso debe EL REY; corona, cetro, orbe y espada.
Rey, vendedor de sueños… y los sueños, sueños son.
“Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte, la muerte (¡desdicha fuerte!); ¡que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su riqueza que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende; y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
Dejé que dos clásicos hicieran la ta- rea por mi. Miguel de Cervantes y Pedro Calderón de la Barca.
De haber nacido en este tiempo, más que lo que fueron, serían denunciantes de “La Verdad Sospechosa”, la de Juan Luis de Alarcón.
Sueños y verdades tan comunes como corrientes, en estos tiempos del Covid mexicano.
Virus que como un azote invisible, subió al poder, resultando peor que la pandemia misma.