El amor clásico desapareció, se convirtió en algo banal, básico y superficial. Influenciado por la transformación que le ha dado el capitalismo a la sexualidad como mercancía, la modernidad y la carencia de valoración de lo que tenemos enfrente.
El egoísmo y la presión de la libertad ilimitada que se nos hace creer que poseemos, trivializando el sentimiento humano, de su naturalidad respecto al Eros, quien es el dios griego del amor, o más precisamente, del deseo pasional y físico, todo lo que inspira, actualmente está en crisis.
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Se piensa que por la ilimitada libertad de elección, por las numerosas opciones y la ampliación de tecnologías, no es posible el amor. La sociedad se vuelve cada vez más narcisista, pierde la importancia del otro a favor del bienestar propio.
La depresión puede ocasionarse cuando estamos obsesionados con nosotros mismos, es lo contrario a Eros. El Eros es el amor por el otro, el narcisismo es el amor por nosotros mismos y la depresión es una resultante del exceso de este.
Del narcisismo viene el deseo de éxito, al no cumplirse se convierte en fracaso y esto puede terminar en depresión.
Un ejemplo de ello es en el capítulo de “Black Mirror: Hang the DJ”, que a pesar de tener una aplicación que te permite encontrar a tu pareja perfecta, solo es un reflejo de narcisismo, busca la mejor versión de ti.
Es muy fácil resultar encantador, pasar una noche estupenda, hablar hasta de planes de futuro y no poder concretarlo del todo, por qué a pesar de tus sentimientos y de lo que verdaderamente deseas como ser humano, no puedes hacer otra cosa porque te das cuenta de la realidad y que no es una versión de ti, por lo que queda esperar a que la cita termine y esperar al siguiente, siguiente y al siguiente…
Quizás hoy el mayor valor que podamos encontrar en una relación (ya sea sexual o romántica) sea el hecho de no tener que dar explicaciones. Debemos ser sinceros, pensamos en nosotros mismos más que en cualquier otra cosa. Tratamos de librarnos antes de querernos y si nos queremos, es desde la distancia y la altivez.
Nuestro narcisismo nos hace tener una relación asimétrica con el otro. El otro se convierte en una oportunidad de negocio, en mercancía para el capitalismo.
Es increíble creer que, derivado a ello, se crean aplicaciones para que la sociedad consiga el amor, sabiendo que envías un mensaje a una persona y no recibes respuesta, deslizas el dedo hacia la derecha y nunca es recíproco. El rechazo duele y es cuando te empiezas a cuestionar sobre si realmente estás dando lo mejor de ti. Tanto así que estas aplicaciones generan planes prémium para impulsar tu perfil y así tener más posibilidades de conocer a tu pareja perfecta (lo admito, he caído y he pagado por estos planes), pero claro, de esto se puedan aprovechar para generar un ingreso.
En tiempos modernos la superficialidad domina las mentes. Porno es la vida expuesta, es, también, lo contrario al Eros. Aniquila la sexualidad misma, profana la misma. Porno no es sexualidad porque lo destruye, uno aquí bien poético.
Los intereses están puestos en la vida. La muerte representa la pérdida absoluta, se teme a morir por miedo a perder lo acumulado. El amor presupone la muerte, la renuncia a sí mismo, (amor dentro de este concepto es el abandono a sí mismo y la entrega hacia el otro).
El depresivo narcisista no es capaz de renunciar a sí mismo y de esto también me considero culpable, porque he estado tanto tiempo soltero disfrutando mi espacio personal; que me costaría muchísimo dejarlo para entregárselo al otro.
Se nos ha impuesto como sociedad nuestra satisfacción personal por sobre la del otro, lo que nos convierte en una persona egoísta.
El porno sustituye a la moral por la destrucción de la sensualidad, lo cual está ligado también con la fantasía, la idealización hacia el otro. La decepción viene de la mano de la imaginación, puesto que la imaginación eleva el umbral de aspiraciones masculinas y femeninas sobre los atributos deseables en la pareja o sobre las posibilidades de una vida en común.
Según Platón, Eros tiene poder en las tres partes del alma: deseo, valentía y razón. Hoy el deseo domina en el placer del alma, por eso las acciones ya no están impulsadas por el valor.