#LibrosAlDesnudo ¿Hay literatura en las series de TV?

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¿Hay literatura en las series de TV?

Por Jaime Garba

Hasta hace poco me volví adicto a las series de televisión, y mi renuencia consistía en el pensamiento de que ver televisión no abonaba mucho a mi crecimiento intelectual. Qué sangrón, dirán, y probablemente sí, pero esto es un derivado y un problema que padecen muchos quienes nos formamos en la idea de que leer te hace mejor persona, o por lo menos más inteligente, enunciado de por sí peligroso y nada motivante para leer. Sin embargo, esta equívoca premisa nos la apropiamos teniendo fe en ella y negando que todo lo demás pudiera abonar a nuestras experiencias de vida.

Mientras yo defendía a capa y espada la lectura para conocer los enigmas del mundo y la humanidad, tenía amigos que a la par de leer veían con pasión series de televisión. Por aquellos años no entendía esta obsesión asegurando tiraban a la basura valiosas horas. No obstante mi reticencia muchos me recomendaban series y me hablaban de ellas con el mismo entusiasmo que yo conversaba de un libro, tal vez esa semilla que dejaron y que con las palabras fueron regando, creció poco a poco hasta darme la oportunidad de explorar ese mundo y volverme un amante de las series.

En cierta ocasión, en una clase de guionismo, el profesor nos puso el fragmento del inicio de una cuyo nombre no recuerdo pero trataba de un prestigiado psiquiatra neoyorquino al cual de pronto, ante una cita aparentemente normal, un joven con conflictos con su homosexualidad, presencia cómo éste se da un tiro en la sien en plena consulta. El acto detona la trama y aunque no llegué a verla, me bastaron esos minutos para darme cuenta de que el universo de las series puede ser tan atractivo y complejo como el de una novela.

Conforme seguía leyendo y conociendo autores, descubrí que hoy en día el mito de la absoluta lectura es un error, hay muchos escritores sin miedo de pregonar su placer al ver series y cómo éstas los formaron e inspiraron en su literatura, es el caso del peruano Santiago Roncagliolo, quien no niega la influencia en sus novelas de las series de suspenso y terror de los 80 y 90. Otro ejemplo muy famoso es el de David Foster Wallace, quien decía podía pasarse semanas enteras viendo televisión, teniendo un gusto muy selecto para las series de Tv.

Hoy en día con el auge de plataformas como Netflix, no son pocos los escritores contemporáneos que pregonan su amor a una u otra serie, en Facebook podemos ver sus impresiones, haciendo que sus lectores no sólo sigan sus recomendaciones literarias sino también de programas de televisión, creándose mitos y seducciones respecto a algunos. Así llegué a conocer Game of Thrones y Breaking Bad, cuando un escritor que yo admiro dijo valían la pena y corrí a una tienda de video para comprar primero, algo escéptico, las primeras temporadas, pero ante la grata sorpresa de cada una, me vi en la necesidad de volver al día siguiente por el paquete completo, desvelándome para devorarme todos los capítulos.

Confieso que a pesar de mi pasada y errónea idea sobre la televisión, durante mis años de estudiante era fanático de 24, protagonizada por Kiefer Sutherland, con ésta no había poder humano que me hiciera levantar del sillón, por lo menos no hasta saber en qué terminaba la extraordinaria historia de Jack Bauer; pero al terminar sentía mucha culpa, como si aquello hubiese sido una larga siesta donde pude haber elegido usar ese tiempo en otra cosa más productiva.

Ni hablar, no me resistí y cambié mi chip, dejé atrás a los todavía ingenuos que creen que se pierde el tiempo al ver series de Tv; es por eso que desde hace mucho dedico las mañanas a leer y las noches a ver televisión. Estoy constantemente a la expectativa sobre qué dicen los autores o amigos sobre tal o cual serie y me aventuro a darles una oportunidad, siempre con el miedo de poderme quedar prendado y romper mi ciclo circadiano con la frase típica de un fan de las series: “otro capítulo más y ya”.

En la televisión hay mucha literatura, bastante en verdad, y parecería evidente teniendo en cuenta que la base es un guión, pero va más allá, pues si bien en una serie no sucede la magia que tiene el libro de poder ver lo que nuestra mente quiere ver, un buen producto televisivo se construye con minuciosidad al grado de dotar al espectador de una experiencia verosímil y vertiginosa, donde los giros dramáticos, las tramas, los actos de los personajes, su psicología y sus propias vidas, penden de un hilo en el que se encuentran las emociones primarias del hombre.