Las viudas negras; la pesadilla terrorista rusa que amenaza al mundial
El 23 de octubre de 2002, entre 40 y 50 hombres irrumpieron con disparos de rifes de asalto la obra musical rusa Nord-Ostn, en el Teatro Dubrovka de Moscú. Los militantes les anunciaron a los cautivos que no tenían intensiones de dañar a los extranjeros y que liberarían a cualquiera que presentara su pasaporte. La exigencia era clara: el ejército ruso debía salir de Chechenia, en caso de que no lo hiciera en una semana, comenzaría a matar a los rehenes.
Para defenderse de un posible asalto de las autoridades rusas, colocaron bombas en el teatro. Cuando la autoridad entró, un grupo de 19 mujeres activaron los explosivos y muriendo en el acto. Fallecieron entre 133 y 204 personas.
Las mujeres chechenas que dieron su vida son conocidas como viudas negras: esposas, novias o hermanas que perdieron a sus seres queridos a manos del ejército ruso y que buscan venganza por medio de atentados terroristas.
Chechenia proclamó su independencia al caer la Unión Soviética, pero Rusia mantuvo su control gracias una serie de conflictos bélicos. Las viudas nacen durante la Segunda Guerra Chechena en 1999, conflicto donde fue tomada la capital de la región en disputa y las tropas rebeldes fueron perseguidas y ejecutadas por las fuerzas invasoras.
Como respuesta a la invasión, comenzaron a surgir grupos islámicos con el objetivo de expulsar a los rusos de Chechenia a toda costa. Los rebeldes llevaron a las calles rusas en 2000, cuando explotó un camión lleno de explosivos en la base de fuerzas especiales rusa en Alkhan Yurt, Chechenia. Quienes manejaron el vehículo fueron Khava Barayeva y Luiza Magomedova, las primeras viudas negras.
Un año después, Elza Gazuyeva se hizo explotar frente a un oficial ruso tras preguntarle: “¿todavía me recuerdas?”; supuestamente, el soldado había matado a su esposo. Los incidentes fueron aislados, pero tuvieron repercusiones nacionales en el ataque del Teatro Dubrovka.
El gran atentado originó una ola de ataques que afectó conciertos, estaciones de tren, aviones comerciales, oficinas de gobierno y vagones del metro. Las víctimas civiles se contaron por cientos, pero la actividad se suspendió en 2004. Seis años después los ataques regresaron, con un atentado en el metro de Moscú que mató a 40 personas, el esposo de una de las participantes había sido asesinado por tropas rusas.
Fue ahí cuando las autoridades rusas y los periodistas comenzaron a estudiar el fenómeno y encontraron una situación que iba más allá del discurso de resistencia. Muchos reportes confirman la historia de la insurrección chechena, que se trata de mujeres que buscan vengar a sus seres queridos y los abusos cometidos en sus tierras.
No obstante, existen versiones que aseguran que se trata de mujeres que son manipuladas e incluso obligadas a realizar los ataques. Bombas y muertes resultado de violaciones, drogas y explosivos a control remoto, víctimas que se convierten en victimarias por la fuerza.
Los grupos islámicos defienden las acciones como una forma de llevar la sangre derramada en sus tierras a las calles rusas, y las autoridades las utilizan para justificar la dura represión en Chechenia. Un ciclo de terror que únicamente afecta a los civiles de ambas regiones.
