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Juan Ponce Guadián, el fotógrafo de las diosas

Por: Javier Ibarra 16 Dic 2019
Desde que era un niño se colaba a los cabarets dándole una propina al de la entrada; cuando creció se dedicó a inmortalizar a las dueñas de la noche.
Juan Ponce Guadián, el fotógrafo de las diosas

Juan Ponce Guadián fue un peculiar fotorreportero del noctámbulo D.F. Retrató a vedettes en las décadas 1970-1980. Su mirada inquebrantable y cabello canoso —ya con 74 años encima— reflejan aquellas épocas donde dejó cuerpo y alma en cabarets como Club de Los Artistas, Siglo XX, Montparnasse, Las Fabulosas, entre otros. Ahí, personas de diferentes estratos sociales contemplaban el espectáculo de mujeres hermosas que dominaron esos sitios vistiendo poca ropa, lentejuelas, plumas. El artista del disparo, entre desveladas, se dio cuenta —porque conoció de cerca a esas damas que se convirtieron en leyendas del erotismo— cómo ellas, en medio de un ambiente machista, deseaban mostrar sus dotes en el canto, la actuación, la danza o tocar algún instrumento musical.

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Fotos de Irving Cabello

En 1963, el llamado “Fotógrafo de las Vedettes” inició su carrera de reportero gráfico en el periódico El Metropolitano, en la sección de Policiaco. Originario de Tepito, creció en la calle Rivero. “Cuando tenía 12 años comencé a retratar a mis amiguitas del barrio vestidas de rumberas”, recuerda; como si esas adolescentes hubieran sido Yolanda Montes “Tongolele”, Ninón Sevilla, Meche Barba; influencias de la Época de Oro (1940-1950) del cine de rumberas, que se popularizó y retrató los bajos fondos de la gran urbe; todo eso pecador, impuro, prohibido.

“CRECÍ ADMIRANDO A LAS VEDETTES”: LIS VEGA

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Fotos de Irving Cabello

“Dando un dinerito, siendo menor de edad, entraba a esos lugares mal vistos por la sociedad”, explica Ponce Guadián, con un semblante de niño travieso. “Me iba con mis cuates de Tepito que ya tenían cartilla militar”. Hoy en día, el archivo fotográfico que conserva y expone donde sea posible, refleja la sensualidad de la vida nocturna de la capital en el siglo pasado, permitiendo que nuevas generaciones descubran otra historia, otra Ciudad de México.

Una de las lentes más importantes del vedetismo mexicano comenta que primero, antes de ser reconocido por su gran aporte fotográfico, se desempeñó como zapatero y hasta fue boxeador profesional. Pero al descubrir en su adolescencia las cámaras que José (su hermano mayor que trabajaba en Kodak) llevaba al hogar donde vivían, comenzó a jugar con esos aparatos para que poco tiempo después, en esa misma empresa estadounidense aprendiera el arte del revelado de fotos y tomara cursos que fueron los inicios de su propia carrera como fotorreportero.

De esa forma, Ponce Guadián ha sido reconocido en distintos medios de comunicación, ha expuesto sus fotos en galerías y museos del país, ha publicado libros y ha dejado huella en publicaciones llenas de picardía del México pasado: Órbita, Escandalosa, La Novela Policíaca y más. No obstante, la tarea que realizó en los cabarets de la Ciudad de México se vino abajo, cuando el terremoto del 19 de septiembre 1985 le abrió la puerta al table dance y desbancó a las llamadas “Reinas de la Noche”.

Ponce Guadián, cuenta la historia de algunas de sus imágenes favoritas que pudo capturar.

Lyn May

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Fotos de Irving Cabello

La sesión fotográfica no estaba planeada, se dio porque nos teníamos mucha confianza. Ese día fui a dejarle unas revistas a su casa. Yo siempre he andado con una cámara a todos lados a los que voy. Lo interesante es que Lyn May, aun cuando ya era bastante famosa, posó sin nada de maquillaje. Eso me sorprendió: en cuanto llegué a su domicilio sólo vestía una bata de seda. “Ponce, tómame unas fotos así, quiero ver de qué parte de mi cuerpo estoy mal”, me dijo. Acepté y caminamos a su habitación. “¿Dónde me pongo?”, me preguntó. Observé su recámara y sobresalía el mosquitero de la cama; se veía elegante, bonito. Se quitó la bata, tomó diferentes posiciones y comencé a fotografiarla. Hoy pienso que quiso verse así, al natural, porque quería cuidarse. Me gasté cuatro rollos fotográficos. Tiempo después, cuando vio la imagen, Lyn May me dijo: “Ponce, pues no estoy nada mal”. Yo a ella la conocía desde sus inicios. Incluso tenía mucho material de aquel entonces, pero me lo robaron. Esta foto se publicó en la revista para caballeros Chulas y Divertidas. También pienso que Lyn May tenía todo planeado, por eso me pidió que fuera a su casa. Aún mantenemos nuestra amistad, aunque un día me quiso cobrar dinero porque aparece en mis libros. Yo nunca le cobré nada de publicidad. Lyn May era una belleza y este material le sigue funcionando para su carrera.

Princesa Lea

La foto sobresale por el anillo que porta la Princesa Lea, en su mano derecha. Vi cuando en una fiesta se lo regaló Arturo “Negro” Durazo. Le dio ese obsequio junto con un collar. Cumplía años o era su santo, no recuerdo muy bien. En esa misma celebración hay una foto donde estoy abrazándola. Yo metiéndome con la Princesa Lea y ella fue la consentida del Negro Durazo. Pero, la verdad, él era un hombre muy abierto; sabía quiénes eran ellas [las vedettes] y a qué me dedicaba yo. Lo importante de esta fotografía es cómo está luciendo ese obsequio, esa esmeralda. Hago hincapié en ese detalle, porque muchas de las vedettes usaban joyas de fantasía. Pienso que por eso me lo presumió durante la velada, cuando se acercó a una mesa donde estaba yo y otros colegas periodistas. La sesión de fotos se realizó en casa de ella, tiempo después de su fiesta. Y mientras la estaba retratando tomó esa posición, fue cuando le pedí que hiciera resaltar el anillo. Su cara dice todo: “Soy una diva, soy un símbolo sexual”. Ahora la Princesa Lea vive en Chiapas. Allá puso unos cabarets que, me parece, los maneja su hijo. Esta foto apareció en el periódico Estadio, en Chulas y Divertidas; también fue portada y contraportada de muchas otras publicaciones.

Princesa Yamal

La foto es parte de una serie donde acostumbraba a salir al campo. Muchos de mis compañeros fotógrafos y yo optamos por explorar otras zonas fuera de la Ciudad de México. Íbamos a la carretera vieja que va a Cuernavaca, donde había unos paisajes fenomenales. La imagen se realizó en un sitio que está por la curva a Tres Marías. Le propuse a la Princesa Yamal ir allá. Llegamos en su carro y se le hizo fantástico. Tuvimos publicó durante toda la sesión fotográfica. Estaban todos los jornaleros viendo como posaba la Princesa Yamal para mí. Antes no pedíamos permiso ni nada de eso. Si la gente nos veía con una cámara tenían respeto hacia nosotros, sabían que éramos de la prensa. Como se juntaron muchas personas le pregunté a la Princesa Yamal: “¿Qué hacemos?”. Ella me respondió: “Déjalos que vean, deja que haya público”. Con toda la confianza del mundo se cambiaba de vestuario ahí mismo. No había camerino ni nada de eso. Todo era al aire libre. Y una cosa muy importante es que nunca llevé maquillistas. Ellas mismas se arreglaban, eran muy independientes. Yo únicamente les decía que se quitaran o pusieran más pintura, dependiendo de la luz, del tono que quería para la foto. Por eso, estas imágenes representan la libertad que tenían ellas. Esta imagen la expuse en el Foto Museo Cuatro Caminos, en una exposición llamada Las fabulosas. Ahí fue ella, a acompañarme, para celebrar y recordar aquellas épocas.

Gina Montes

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Fotos de Irving Cabello

Ella, desde antes de aparecer en La carabina de Ambrosio, ya era famosa. La conocí en los cabarets, donde sobresalía mucho. Esta foto la realicé mientras ella grababa una película de 1980 llamada Cuentos colorados. La sesión se dio en un intermedio. Yo andaba ahí, porque me tocó cubrir la nota. Lo curioso es que, en cuanto me vio Gina Montes, comenzó a posar. El staff de la película no me dijo nada, sabían a qué me dedicaba y qué quería Gina Montes. Hice únicamente diez fotos. Tenía que ser algo rápido, ya que en cualquier momento la llamarían a escena. Ella era muy lista para posar. Hizo todo más sencillo. Las fotos las tomé con nervios y adrenalina, disparando una foto tras otra. Yo pensaba: “Me están quedando a toda madre”. Lo curioso con Gina Montes fue que se desapareció del ambiente cabaretero. Decían que la habían secuestrado, matado; que detrás de todo eso estaba uno de los comandantes del Negro Durazo. Y ya recientemente hasta la invitaron a que participara en el documental de 2016 Bellas de noche, donde fui fotógrafo, pero ella no quiso aparecer. Pienso que se hartó. Esa época fue algo muy pesado para ellas, aunque tenían todo a sus pies.

Alejandra del Moral

Fue la portada de uno de mis libros que he publicado: Chulas y divertidas. Otras divas mexicanas. La sesión fue para un especial del 31 de octubre, cuando se celebra Halloween. No teníamos ninguna idea, no sabíamos qué hacer; pero le propuse que se disfrazara de bruja. Para eso tomé las fotos en su casa. Rápido se puso a improvisar. En lugar de la escoba sacó una aspiradora, lo cual le dio el toque definitivo a la imagen. Pienso que, gracias a ese detalle, la fotografía ha gustado tanto en todos los lugares donde se ha exhibido. Primero la expuse en la Galería José María Velasco, con otras cien imágenes. El libro lo publicó el INBA y CONACULTA. Cuando me preguntaron los editores qué título le daríamos a la publicación yo propuse Por el ojo del camerino, así se titulaba una columna que tenía. Sin embargo, Alfredo Matos, el director, me pregunto: “¿Dónde se publicaba tu columna?”. Respondí: “En Chulas y divertidas”. Le encantó el nombre y le pusimos así. Alejandra del Moral quedó muy agradecida conmigo. Hasta la fecha me sigue acompañando a los lugares donde expongo mi trabajo.

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Fotos de Irving Cabello

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