Cómo vivir no leyendo poesía
#LibrosAlDesnudo
Por Jaime Garba
A un amigo escritor le escuché la máxima “la poesía no se vende… porque no se vende”, que dicha de cierta manera se entiende no como la mayoría lo imagina: que en el presente casi nadie compra libros de poesía; sino como que ésta jamás venderá su esencia literaria como otros géneros, entrando al voraz capitalismo editorial, traicionando sus principios. Qué más podría decir un poeta, puesto que, aunque a un poema se le haga el mayor marketing del mundo, difícilmente tendrá el impacto que una novela de Vargas Llosa o Pérez Reverte; salvo contadas excepciones, la poesía se mantiene oculta y sigilosa, aprovechada por unos cuantos lectores clandestinos.
Qué lejos están ya los tiempos en que poetas como Yevgueni Yevtushenko y Andrei Voznesenki llenaban estadios de fútbol para recitar poemas, ahora, a lo que más aspiran es a llenar una cantina sin interrupciones por imprudentes parroquianos que quieren lanzarles botellas para que se callen y puedan seguir disertando sobre la vida que nada tiene que ver con la literatura.
La poesía se ha venido devaluando no sólo porque hoy en día se lee menos, o en diferentes circunstancias, que así lo hace parecer; hoy el ritmo vertiginoso de la vida nos obliga a insertar la lectura entre muchas otras cosas, y el progreso tecnológico lleva la ventaja ante la figura del lector que en el césped se sienta bajo la sombra de un árbol para leer los versos de Neruda.
Pareciera entonces que la poesía en nuestros tiempos es inútil, que no sirve ni siquiera como apreciación, pues cada día se escriben cosas cada vez más incompresibles, ¿es entonces la poesía inútil en una sociedad lectora que demanda novela negra, narcoliteratura, novela histórica y romántica? Qué negatividad dirán cargo en la columna, pero no es gratuita, proviene de una acumulación de percepciones que detonan en la pérdida de la esperanza en la poesía, por ejemplo, una de las cosas más absurdas a las que apelan los poetas actualmente es a enamorar con sus textos. Un buen cuate hace algunos ayeres contaba que tenía la extraña costumbre de llevar a chicas a un motel para desnudarlas y escribirles poemas, nadie en el momento creyó tan descabellado acto, pero resultó que después conocimos a una mujer que cayó en el encanto del poeta, pero la razón, según ella, por la cual aceptó su invitación, fue que deseaba tener sexo con él, lo que menos le importaba era ser la musa inspiradora. Otro claro ejemplo de cómo fracasar en el amor siendo poeta fue cuando un amigo en la preparatoria, estaba enamorado de una compañera, yo, que recién hacía mis pininos como escritor con versos asquerosos, fui solicitado para escribirle unos poemas que la conquistaran en su nombre. No sólo fracasé (o mejor dicho él), además, ante rosas y espinas en rimas mi buen amigo fue tachado de afeminado y ahuyentó a las féminas por un buen tiempo.
La poesía se ha mostrado inútil por la culpa de los mismos autores que se empeñan en solemnizar algo que no deberían, porque al ser tan categórico en que la poesía no sirve para nada trato de que el lector me diga lo contrario, me argumente por qué sí hay utilidad en la poesía, que me lance en la cara algunos versos de Alejandro Aura, por ejemplo aquel que dice respecto a la muerte: “Así pues hay que en algún momento cerrar la cuenta, pedir los abrigos y marcharnos, aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo y en las que cada uno pusimos nuestra identidad; se quedarán los demás, que cada vez son otros y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue, también el hueco de nuestra imaginación se queda, para que entre todos se encarguen de llenarlo…” (Despedida).
El poema de Aura es la mayor representación de la utilidad del poema, aquel autor mexicano que tanto se esmeró por la practicidad de la palabra, tanto así que le escribía por igual a un foco, al smog defeño, al tráfico, a un edificio que para el común pasa desapercibido; pero también a la vida y a la muerte, a las pasiones más profundas y también a las más superficiales. Y como Aura hay muchos otros que con la poesía no sólo conquistan a las mujeres más guapas, sino que encuentran en ella una forma magnífica de comunicación. No más moteles y musas para escribir poemillas chafas, mucho menos ser copias baratas de Neruda o Sabines que parecen más canciones de Ricardo Arjona, mejor una mayor concepción de la palabra y un esfuerzo más comprometido para crear poemas que salgan del closet y que se presenten con orgullo.
