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Blindaje: Una industria a prueba de balas

Por: Playboy México 28 Jul 2020
Aunque el blindaje suele asociarse exclusivamente con el sector automotriz en el inconsciente colectivo, la realidad es que sus campos de acción son mucho más variados.
Blindaje: Una industria a prueba de balas

Entre autos, casas y negocios, la industria del blindaje en México continúa creciendo de la mano de la inseguridad. Con ello, llegan nuevos retos para empresas y consumidores por igual.

Tan antigua como la historia de la guerra y la violencia es la historia del blindaje. Uno de los primeros ejemplos que se tiene de este tipo de protección es la Helepolis, una antigua maquinaria de asedio de origen griego desarrollada durante el reinado de Alejandro Magno. Medía aproximadamente 45 metros de altura por 8m de ancho, pesando 160 toneladas y con particulares llantas forradas de hierro que podían girar para cambiar cualquier dirección.

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Desde la maquinaria utilizada para sitiar lugares fortificados utilizando su artillería de calibre variado, mucho se ha avanzado en la industria a nivel mundial. Sin embargo, con cada una de sus respectivas innovaciones llegan también nuevos retos que enfrentar ya no en el campo de batalla, exclusivamente, sino también en la vida cotidiana cuyos alarmantes índices de violencia han hecho del blindaje una necesidad mucho más que un lujo.

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Tan solo entre 2017 y 2018, la actividad creció 23%, según datos de la Asociación Mexicana de Blindadores de Automotores, lo que significa una venta de 1,769 autos en el primer semestre de 2019. Este crecimiento concuerda con la información del Consejo Nacional de la Industria del Blindaje, los cuales indican que actualmente existe un parque vehicular de entre 75,000 y 100,000 unidades, lejos del estimado que rondaba entre los 300 y 500 automotores blindados de la década de los ochenta, con una producción de 1,600 a 3,000 vehículos nuevos por año.

Si bien esto apunta a un creciente interés por parte de los compradores hacia esta herramienta de prevención, temas como la piratería en la industria y los posibles costos de este servicio han complicado el proceso de consideración para los posibles clientes. Por ello, te decimos algunos elementos que debes saber antes de realizar la compra y cómo ha evolucionado la industria.

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Comenzó con importaciones

Este tipo de manufactura llegó al país en 1973, como parte de un refuerzo táctico exclusivo para las patrullas de la policía. Sin embargo, los precedentes se sembraron más de una década antes, con un creciente descontento político que originó movimientos disidentes y uno de los primeros secuestros en México de alto perfil durante tiempos modernos: el de Julio Hirschfeld Almada, director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, en Lomas de Chapultepec.

Este sería el primero de muchos pues en 1963, secuestran al cónsul de Estados Unidos en México y posteriormente, 10 años después, el de Eugenio Garza Sada que terminó con su vida y marcó un antes y después en Nuevo León, al dificultar la delicada relación entre el gobierno y los empresarios. Una de las consecuencias fue la importación de los primeros coches blindados de Estados Unidos a nuestro país.

“En aquella época eran blindajes diseñados contra ametralladoras, con puertas de fibra de vidrio y placas de acero muy gruesas; en cambio, actualmente el más popular es el de nivel 3 que tiene cristales de policarbonato de 32 mm y resiste de tres a cinco impactos de pistolas Magnum .44 y submetralletas de 9 mm”, explica el presidente del Consejo Nacional de la Industria del Blindaje de Automotores, René Fausto Rivera.

Además, Rivera añade que su uso solía estar reservado para funcionarios de gobierno de alto rango y muy pocos empresarios. No obstante, este adquirió un mayor público perteneciente al último grupo con la presencia de nuevos casos de secuestro, como aquel de Rubén Figueroa Figueroa, candidato del PRI a la gubernatura del estado de Guerrero, en 1975 y el intento de secuestro a la hermana del presidente electo José López Portillo un año después.

“Se trataba de hechos esporádicos. Ocurría uno cada 23 años, pero eran dirigidos a personas de muy alto perfil. Esto cambia en la década de los ochenta”, detalla el presidente de la dirección automotriz del CNIB. Casos como el del empresario Jorge Sekiguchi y el de Agustín Barrios Gómez, causaron alarma entre la población y fue cuando el uso de carros blindados llegó a la manufactura de 500 unidades a nivel nacional.

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El Cardenal y el Chapo

Pero el incremento no fue solo entre las posibles víctimas de este y otros delitos, sino también entre victimarios, como lo comprobó la presentación de vehículos decomisados a los cárteles de los Arellano Téllez y al de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, en el cual Jorge Carpizo presentó unidades que además de contener los estándares de blindaje en la época, incluían manijas de toques con descargas de entre 20,000 y 30,000 voltios. Fue precisamente uno de estos en el que “El Chapo” escapó durante un enfrentamiento en 1993, el cual resultó en la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, debido al fuego cruzado.

Desgraciadamente, los años posteriores no indicaron una baja en la violencia del país. Desde el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, hasta la Guerra contra el narcotráfico, esta era cada vez mayor, al igual que el shock que causaron en la sociedad. Solamente al final del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, existían 1,000 permisos para el manejo de automóviles blindados.

Como explica Rivera: “Si antes el riesgo era que te dieran un cristalazo y se robaran alguna parte de tu vehículo, en esa época ya era un enfrentamiento con un delincuente arma- do que podía llevar a un secuestro; al asalto en que te obligaban a hacer retiros o incluso a un asesinato”.

En respuesta, el blindaje empezó a incluir cortacorrientes eléctricos, pero los métodos delincuenciales también se adaptaron.

“La situación se agrava cuando llega el famoso ‘Error de diciembre’, pues la caída de la economía representó un incremento en la actividad delictiva”, comenta René Rivera y añade, “las consecuencias de esto las vemos aún hoy, 26 años después, y con consecuencias mucho más complicadas, pues con cada crisis económica, los delitos se vuelven más agresivos, así como los enfrentamientos de la delincuencia organizada. Si antes eran algunos estados que se encontraban en situación crítica, hoy es prácticamente todo el país”.

Ante esto, el blindaje se posicionó como una herramienta de protección ante la creciente inseguridad no solo del robo, sino también del secuestro y sus fatales consecuencias.

Tal recurso podría tener un nuevo auge tras la pandemia de COVID-19 que vivimos actualmente, pues tanto Rivera, como la última estimación de crecimiento económico del Fondo Monetario Internacional, apuntan a una posible recesión no solo nacional, sino global. Considerando que en mayo se perdieron 334,526 empleos formales en la República Mexicana, así como la estrecha relación entre este factor y las tasas de robos y secuestros, la prevención será el principal recurso de defensa.

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Piratas del blindaje

La paradoja para muchos mexicanos es que si bien se mira al blindaje automovilístico como una estrategia de prevención en tiempos de crisis económica, el costo que conlleva puede ser muy elevado. Acorde a información de DuPont, este puede orbitar entre los 28,000 y 35,000 dólares, según el tipo de vehículo y nivel de protección que se incorpore.

Blindar un auto requiere una modificación en los materiales con los que originalmente fue construido, para hacerlo mucho más resistente. Algunos componentes como el acero balístico, fibras y cristales, con un grosor que va de los 19 a los 42 milímetros, son instalados en los vehículos. En consecuencia, el peso del auto- motor puede aumentar hasta tres veces, por lo que llantas, amortiguadores y rines necesitan ser adaptados.

Por ello, muchos buscan alternativas que permitan adquirirlo a un precio accesible, como el blindaje parcial. Sin embargo, esta no es siempre la mejor opción, pues como sintetiza René Fausto Rivera, puede ser letal: “Incluso si un blindaje parcial está bien hecho, los delincuentes -como hemos visto- se adaptan a la industria. Entonces lo más probable es que en lugar de disparar contra una ventana —los prin- cipales objetivos del blindaje parcial—, apunta- rán a la lámina de la puerta y resultará en una lesión a la pierna del conductor”.

Igualmente, dentro de esta industria, exis- ten varios niveles evaluados por normas inter- nacionales. En México, la Norma Oficial Mexi- cana 142-SCFI-2000 es la encargada de fijar los parámetros necesarios para vehículos blinda- dos y de esta forma, garantizar su efectividad. Los niveles II y III funcionan para detener balas que son de mayor diámetro y menor velocidad; es decir, de armas cortas, mientras que los niveles IV en adelante, son capaces de detener proyectiles de menor diámetro, pero de mayor velocidad y capacidad de penetración.

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Requisitos para adquirirlo

En cambio, para los consumidores, los requisitos son mucho menos restrictivos. Por ejemplo, en el caso de personas físicas, suele bastar con una copia de identificación oficial, un comprobante de domicilio y un RFC vigente; mientras que para personas morales basta con añadir una copia del acta constitutiva. Pero un aspecto clave en la compra de estas unidades es demostrar que la adquisición fue hecha por medios legales, evitando el uso de efectivo de acuerdo con la ley para operaciones vulnerables. Esto significa que uno de los requisitos para obtener el blindaje o un auto blindado, es que se paguen por medio de una transferencia o un cheque nominativo.

En el caso del blindaje automotriz en México el ente regulador es la Dirección General de Seguridad Privada que forma parte de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana. Desde el año 2008 todas aquellas personas y empresas que realizan blindaje arquitectónico y automotriz tienen que estar inscritos para garantizar, además de la procedencia lícita, la calidad de su servicio.

Si bien en México, no se contempla ningún tipo de permiso o autorización previa de ninguna autoridad para la compra de un auto blindado, adicionales a los mencionados, la empresa blindadora o proveedor del auto blindado se encuentra obligado por ley a reportar la unidad en una plataforma digital del gobierno federal, además de emitir una placa y documento verificador para cada vehículo entregado, algo que tanto la AMBA como la CNIB cumplen, pero muchas otras empresas no.

El no hacerlo contraviene las disposiciones en la materia de empresas de seguridad privada y actividades relacionadas, resultando en consecuencias agravantes para los usuarios. Rivera pone como ejemplo un retén: si te detienen y confirman que tu auto está blindado, es probable que busquen la placa con los datos de la empresa y quizá te pidan la carta de autenticación o escaneen el holograma virtual para confirmar la adquisición por medios lícitos.

Pero en caso de no contar con tales requisitos, lo más seguro es que el coche lo retenga la autoridad hasta que no se demuestre la legítima procedencia de los recursos, lo cual es más complicado cuando se manda a empresas que no tienen registro y no hay forma de demostrarlo. “Es un trámite demasiado engorroso, pero no siempre necesario en casos de blindaje parcial, lo cual representa una falta de responsabilidad legal y perjudica al usuario final poniendo en riesgo su vida”, manifiesta al respecto.

Palacios de hierro

Aunque el blindaje suele asociarse exclusivamente con el sector automotriz en el inconsciente colectivo, la realidad es que sus campos de acción son mucho más variados. Existe, por ejemplo, el blindaje corporal que utilizan unidades tácticas y empresas bancarias. Pero uno de los menos conocidos por la población en general es el arquitectónico.

Este tiene una importancia destacada, si se considera que, en el territorio nacional, uno de cada 43 hogares es víctima de robo anualmente, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Sobre Seguridad Pública (Envipe) 2018, delito que aumentó 83% en la CDMX durante el primer cuatrimestre del gobierno de Claudia Sheinbaum, acorde al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Se trata de una industria en crecimiento que incluye domicilios particulares, sedes gubernamentales, comercios y oficinas empresariales. Ante una creciente sensación de inseguridad que no solo se deja sentir en las calles, sino también al interior de los hogares y zonas de trabajo, tal incremento no es de extrañar; no obstante, dicho sector no es nuevo, al contrario, sus orígenes se remontan a finales del siglo pasado, mostrando una demanda acelerada des- de 2016, con un porcentaje de 10 a 15 por ciento anual, acorde a datos del CNIB.

Estados como la Ciudad de México, Estado de México, Guerrero, Morelos, Tamaulipas y Coahuila son quienes lideran tal demanda en domicilios particulares, mientras que el resto de la república —salvo Campeche y Yucatán— tiene un número similar de blindajes en comercios, oficinas y casetas de vigilancia, según esta misma institución.

Este tipo de blindaje no solo consiste en colocar placas de acero o vidrios antibalas, sino también otro tipo de mecanismos que hagan de los inmuebles lugares seguros para habitar, como bloques metálicos, cámaras de seguridad, circuitos cerrado e incluso personal de guardia y custodia, así como casetas de vigilancia. Lejos de limitarse a los escaparates, ya hay tiendas de conveniencia en las que están solicitando los blindajes, así como comercios de abarrotes y vinaterías.

En contraste, en casas-habitaciones y oficinas lo que se busca es evitar el ingreso de personas no deseadas, lo cual requiere vigilancia y protección —ya sea metálica o de vidrio— de puntos vulnerables como puertas de acceso de la calle o el acceso a la zona de habitaciones para evitar robos o probables secuestros.

Al interior de los inmuebles no hay la necesidad de blindar toda la casa, sino que se puede aislar la planta alta, bloqueando con placas metálicas las escaleras de acceso; una recámara, oficina, baño, o incluso el acceso a la denominada “habitación del pánico”, esto hasta que llegan las autoridades a brindar el apoyo.

Para quienes lo crean necesario, el servicio se complementa con un safe room o “habitación del pánico” que sirve como una estancia para aislarse en situaciones de riesgo. Recubierta completamente con acero balístico, una puerta blindada con vidrio de policarbonato y respiradores, esta puede ubicarse en una zona subterránea o en alguna de las estancias del inmueble, lo más auxiliada posible y de difícil acceso.

La CNIB describe este tipo de blindaje como una inversión inteligente que le da la seguridad a personas, empresas e instituciones de que ellos y sus familias están a salvo. Por otro lado, en el caso de las empresas también resulta un beneficio, al disminuir las primas de los seguros que se utilizan en hechos delictivos.

Una verdadera necesidad

Ante tal riesgo, el Consejo Nacional de la Industria del Blindaje busca promover una iniciativa que permita deducir impuestos por la adquisición de unidades blindadas. “Se trata de una estrategia de seguridad que el gobierno debe tener en cuenta, pues al utilizar recursos propios, los consumidores están fortaleciendo los recursos monetarios, humanos y estratégicos del Estado en materia de seguridad”, detalla el presidente del Consejo Nacional de la Industria del Blindaje de Automotores.

La hipótesis se construye a partir de la posibilidad de una baja en los índices delictivos que proporciona el blindaje no solo de automóviles, sino también de una arquitectónica que permita proteger negocios, casas-habitaciones e instalaciones estratégicas, así como blindajes corporales para quienes tienen un trabajo de alto riesgo.

“Actualmente todo esto ya existe y se implementa a costa del contribuyente. Nuestro objetivo es conseguir la implementación de deducción de impuestos, siempre y cuando esté debidamente comprobada su procedencia lícita”, explica René Rivera.

Tal medida podría incentivar el uso del blindaje en México, pues sus altos costos resultarían mucho más accesibles a la población en general, con lo cual esta protección dejaría de ser un lujo para unos cuantos. Más aún, motivaría a buscar empresas que cumplan con los requisitos necesarios, disminuyendo los riesgos al consumidor de un blindaje ilegal o pirata.

“Siempre habrá una lucha constante entre la violencia y la población. Por eso, hay que cambiar la cultura de seguridad de una reactiva a una preventiva, pero ahora la carga de ello está en el ciudadano y este no siempre tiene todo el conocimiento o los recursos necesarios para salvaguardar su protección y tanto nosotros como empresas que brindan el servicio, como el gobierno, debe garantizarla, particularmente en un momento de incertidumbre económica”.

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