Cómo insultar como los grandes y con clase

Existen varios requerimientos para sobrevivir en la jungla de asfalto: saber moverse en  el transporte público, manejar con la habilidad de un piloto profesional y tener un estómago de acero para soportar las bacterias que tiene la comida de la calle. Otra habilidad central es saber contestar a los insultos que naturalmente recibirás, pocos la tienen y muchos se limitan a gritar el clásico “¡la tuya!”.

A pesar de ser fundamental para sobrevivir, la mayoría solamente vocifera “¡chinga a tu madre!”, “pendejo”, “puto”. Pocos son maestros en lanzar pedradas verbales y nos sorprende atestiguar su talento; Pancracio Celdrán en su texto El gran libro de los insultos cita un fragmento de la Vida de Pedro Saputo (1844) de Braulio Foz, que muestra la maestría de este arte:

“Y dirigiéndose a la mujer que se alongaba refunfuñando, le disparó este borbollón de injurias tirándoselas a puñados con las dos manos: ‘Vaya con Dios la ella, piltrafa pringada, zurrapa, vomitada, albarda arrastrada, tía cortona, tía cachinga, tía juruga, tía chamusca, pingajo,  estropajo, zarandajo, trapajo, ranacuajo, zancajo, espantajo, escobajo, escarabajo, gargajo, mocajo, piel de zorra, fuina, cagachurre, mocarra, ¡pum, pum!, callosa, cazcarrosa, chinchosa, mocosa, legañosa, estoposa, mohosa, sebosa, muermosa, asquerosa, ojisucia, podrida, culiparda, hedionda, picuda, getuda, greñuda, juanetuda, patuda, hocicuda, lanuda, zancuda, diabla, pincha tripas, fogón apagado, caldero abollado, to-to-to-o-ttorrrrr… culona, cagona, zullona, moscona, trotona, ratona, chochona, garrullona, sopona, tostona, chanflona, gata chamuscada, perra parida, morcón reventado, trasgo del barrio, tarasca, estafermo, pendón de Zugarramurdi, chirigaita, ladilla, verruga, caparra, sapo revolcado, jimia escaldada, cantonera, mochilera, cerrera, capagallos…’”.

Ningún golpe o insulto se puede contestar ante magistral discurso, lo único que queda por hacer después de semejante obra es aplaudir ante el increíble talento. No se puede llegar a ese nivel en un instante, pero si sigues estos pasos podrás iniciar tu camino en los insultos con clase.

Conoce su significado

El valor de los insultos radica en adjudicar a una persona lo que no es, de lo contrario es una descripción, razón por la cual es importante conocer lo que en realidad significan. “Pendejo” es el vello púbico y “pinche” es el ayudante de cocina, existen significados que son conocidos, pero otros se mantienen ocultos.

Para todos es sabido que “güey” o “wey” es una deformación de la palabra buey, pero la minoría conoce que estos animales son un macho de toro con largos cuernos que se castra para engorde y tareas de tracción. Toro, castrado y cornudo, al final de cuentas la palabra no es tan amistosa.

Un caso que nos enseñó Octavio Paz es la multifacética “chingada”, el literato mexicano la equipara con la violación; por lo que al decir “hijo de la chingada” en realidad estamos diciendo “hijo de la violada”.

Aprende nuevas palabras

El fragmento de Braulio Foz es impresionante por la cantidad de insultos, que en muchas ocasiones no tenemos idea de su significado. Cualquiera puede gritar “puto”, pero pocos pueden ir más allá de los insultos convencionales. Abejaruco al chismoso, camandulero al hipócrita, guagualón al inmaduro y rocín al torpe; entre más palabras sepas mejor podrás insultar al otro, lo mejor de todo es que no tendrá la menor idea a lo que te refieres.

Ve más allá de un término

Insultar va más allá de una palabra, es mucho mejor cuando se utiliza la burla e ironía sin emplear un término altisonante. “No sé qué cualidades puedes tener que compensen esa actitud”, “Realmente estás dando lo mejor de ti” y “espero que tu día sea tan agradable como tú”, con cada una de estas frases mostrarás que conoces del arte y que incluso puedes insultar sin que el otro se dé cuenta.

Se creativo

Cada persona es diferente y no puedes utilizar un insulto para todo mundo, al hacer eso únicamente parecerías un loro que acaba de aprender una palabra nueva. Al tener la capacidad de decir espontáneamente frases como: “Tal vez esté ebrio, querida, y usted es fea, pero yo mañana estaré sobrio”, “tienes todas las virtudes que detesto y ninguno de los vicios que admiro”  y “tiene más cabellos que talento, y más defectos que cabellos, y más riquezas que defectos”, habrás llegado al nivel máximo de los insultos con clase.

Sin duda alguna, insultar es un arte que necesita tiempo e inteligencia para ser perfeccionado.