Kutná Hora; donde la muerte es la joya de la ciudad

Teníamos un día libre en Praga, pero nos enfrentamos a uno de los múltiples problemas del viajero: cientos de rincones por visitar y pocas horas en el día. Tras una larga búsqueda encontré el sitio perfecto, un sito único que saciaría mi interés por lo macabro y lo desconocido.

El mayor obstáculo era que la tierra prometida se encontraba a las afueras de la ciudad, trenes salen diariamente, pero nuestro pobre dominio del checo nos hizo desistir de ese plan. Nos tuvimos que resignar a un tour, era costoso y no teníamos muchas coronas, pero al parecer era la forma más sencilla de llegar y el lugar era imperdible.

No teníamos que reservar el lugar, en la Plaza de la Ciudad Vieja nos deberíamos dirigir hacia los paraguas verdes, el color de la agencia. Llegamos a las 9 de la mañana y el lugar se encontraba lleno de sombrillas de colores, todos de diferentes compañías intentando vender experiencias a los cientos de turistas que visitan el corazón de Praga.

Caminábamos hacia el lugar indicado, frente al Reloj Astronómico, que tiene más de 600 años activo. Sus campanas tocaban cuando dos chicas con paraguas bancos se nos acercaron, tenían acento español y nos preguntaron si buscábamos un tour, les platicamos nuestro plan y nos dieron su oferta. El precio era menos de la mitad del que había visto la noche anterior, no lo dudamos y lo compramos.

La razón de la reducción al poco tiempo se hizo evidente, caminamos con prisa con nuestro nuevo guía hacia la estación de trenes, en lugar de una lujosa camioneta iríamos en el tren público. En el camino platicamos con nuestro capitán temporal, un español que había salido de su país por la crisis económica. Nos comentó que en República Checa había más oportunidades de trabajo que en su país; con su idioma y las agencias de turismo tenía trabajo garantizado por todo el año.

Dos horas después llegamos a la ciudad: Kutná Hora, una capital de la región de la Bohemia Central. Una ciudad que combatió por siglos con su vecina gracias a la riqueza de sus minas de plata.

El origen y riqueza de la ciudad la experimentamos en las entrañas de la Iglesia de Santa Bárbara, una de las iglesias góticas más hermosas de Europa y dedicada a la patrona de la artillería, cantería y minería.

Su construcción fue un largo martirio, retrasada por la constante variación de la plata de las minas e incluso las guerras husitas. La variación provocó que la base fuera ideada para albergar a un edificio mucho más grande, pero la riqueza de la ciudad no fue suficiente y se tuvo que construir una especie de iglesia sobre iglesia. Las obras comenzaron en 1388 y finalizó en 1905, más de 500 años después.

Grandes deseos quedaron eclipsados y un interés por opacar a Praga; pocos edificios son un símbolo de la historia de su ciudad como esta Iglesia.

Pero ese increíble edificio no era nuestro objetivo, buscábamos una pequeña capilla en las entrañas del Cementerio de Todos los Santos: el Osario de Sedlec. Cuando se comenzó a construir la Iglesia de Santa Bárbara Europa, y en particular Bohemia, sufrían uno de sus tiempos más oscuros. Los cadáveres de las guerras husitas eran el combustible que avivaba el fuego de una de las peores catástrofes humanitarias de la historia: la Peste Negra.

Para nosotros únicamente se trata de una página más en el libro de historia, pero en Europa el hombre medieval se encargó que el supuesto castigo divino jamás fuera olvidado. Iglesias, monumentos y fuentes, cientos de edificaciones dedicadas a agradecer por el fin del terrible cataclismo. Las oraciones se materializaron en piedra, pero ¿qué pasaría con los cadáveres?

La violencia y la enfermedad llenaron el Cementerio de Todos los Santos, se edificó un templo en el lugar y el osario, para guardar los restos de cientos de personas sin nombre. Pasaron siglos recluidos, hasta que miembros de la Casa de Schwarzenberg contrataron, en 1870, a František Rint, un tallista de madera, para que organizara los restos.

De sus manos resultó un enorme candelabro que integra a todos los huesos del cuerpo humano, cruces, altares, custodias e incluso el escudo de la Casa Schwarzenberg, incluyendo al cuervo devorando la cabeza de un turco.

La estancia en el extraño recinto te hace olvidar por un momento que te encuentras rodeado de la esencia de miles de personas. Pocos visitantes pueden entrar debido a lo reducido que es el lugar, pero esa exclusividad le da una extraña tranquilidad que incluso podría ser llamada pacífica.

Nuestro ímpetu macabro había sido satisfecho, pero no nuestro apetito y llegamos a uno de los mejores lugares de la región. El restaurante Dačický, el nombre no es coincidencia, hace referencia a un escritor y poeta checo famoso por su amor a las tabernas, las mujeres e incluso, la violencia. Tarros de cerveza que fluyen a precios más bajos que el agua, cuadros y mesas que evocan lugares medievales y carnes de venado y jabalí que satisfacen a todos los apetitos; la mejor forma de terminar un día.

En los huesos del osario me di cuenta que se encontraba la esencia de República Checa, una región que había sobrevivido la peste, las invasiones turcas, los nazis y la dictadura comunista. Una nación que aprendió a crear maravillas de las desgracias que hubieran derrumbado a otros pueblos.