Si el mundo es un vampiro, un grupo de policías que sofoca un conato de slam representan la encarnación del profesor Van Helsing.
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Con una innecesaria brutalidad tan irreal como la existencia de los bebedores de sangre, vimos a los uniformados hundir las estacas de la intolerancia en el corazón de quienes querían empujarse al ritmo de la música. Porque en el mismo siglo en que se permite a los más jóvenes perrear hasta el piso, el mosh pit de los chavorrucos ha comenzado a censurarse con el espanto de un inquisidor.
Aún así, la pasamos muy bien. Los 35 mil que según cifras oficiales nos dimos cita bajo un sol de casi 30 grados a contravenir la naturaleza de los vampiros. Porque el verso completo de la canción que inspira el nombre de este Festival así lo establece: “El mundo es un vampiro enviado a drenar destructores secretos”. Y así había arrastrarse, como Nosferatu en la escena final del filme de Murnau, cuando los rayos del sol lo pulverizan, de carrito en carrito, en busca de una cerveza de 160 pesos con que curarnos la sed.
The World is a Vampire exigió, además, que sus asistentes decidieran entre vestir del riguroso color negro o elegir un outfit que les procurara frescura. Tampoco fue sorpresa que la mayoría prefiriera cocerse a fuego lento entre las prendas de cuero y terciopelo, antes que contravenir el código de vestimenta de una boda en los Cárpatos.
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Pero es que algo inexplicable sucede cuando escuchas a los Smashing Pumpkins embutido en una gabardina como la del tío Lucas Addams, al que Billy Corgan se empieza a parecer con la edad. Los versos de algo tan bello como “1979” te acaricia los oídos con la suavidad de una bala con alas de mariposa, dijera el grupo integrado también James Iha, Jimmy Chamberlin y Jeff Shroeder.
Smashing Pumpkins en The World is a Vampire. Fotografías de Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
Hace unos años me tocó cubrir el Treasure Island en Oakland. Recuerdo la charla que tuve con uno de los promotores, al mismo tiempo que el sol se ponía sobre la bahía de San Francisco y Cigarettes After Sex la rompía en uno de los escenarios.
“Nuestro festival está pensando para que 15mil personas se la pasen muy bien”, dijo para después seguir trabajando.
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En algún momento, en México pensamos que para que los festivales de música alcancen el éxito se tienen que parecer a Mad Max. Si la no te formas 45 minutos para comprar un bocadillo o los baños se transforman en una escatológica sucursal del infierno a consecuencia de la sobrepoblación, aquello no es un festival.
Para nada. El mundo que fue vampiro nos obsequió espacio, oxígeno y dignidad. Entre las cosas que pueden mejorar las futuras ediciones, si las hay, además de la libertad de bailar slam cuando los guitarrazos lo ameritan, estaría mejorar el audio del Stage B, el de la carpa, que definitivamente le quedó chico a Peter Hook and The Light.
Margaritas Podridas en The World is a Vampire. Fotografías de Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
Hubiera sido más gozoso que los vampiros pudieran danzar (Roman Polanski guiño-guiño) con dos pesitos más de volumen. Igual la pasaron mal las Margaritas Podridas, que se desgañitaban sobre el entarimado al mismo tiempo que los paladines de la seguridad antes descritos hicieran realidad aquella consigna de Eskorbuto: “mucha policía, poca diversión”.
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Pero en resumen, The World is a Vampire dejará para la memoria una suculenta cantidad de actuaciones.
Turnstile en The World is a Vampire. Fotografías de Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
La de In the Valley Bellow covereando a Danzig con “Mother”, por ejemplo, o las ensoredecedoras comparecencias de Deafheaven y Turnstile, lo mismo que la indiscutible elegancia Interpol, y la emotiva manera en que Peter Hook le agradeció al creador de The World is a Vampire “de padre a padre” por haber cuidado de su hijo, antes de que el británico interpretara “No love lost”, de Joy Division.
Mención aparte merece la inclusión de la lucha libre, tanto porque el presidente de la NWA es la misma persona que poco después de las 11 de la noche cantó al microfono “the world is a vampire” y curador del Festival, como porque en nuestro país personajes como Blue Demon Jr forman parte de nuestro ADN cultural.
Vampiro Canadiense en The World is a Vampire. Fotografías de Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
Vaya paradoja, por cierto, que al Vampiro Canadiense le pusieran una refriega proporcional a la que recibieron todos los tambores de las baterías de la tarde.
Otra área de oportunidad: que después de permanecer horas de pie no tuviera uno que peregrinar como el protagonista de “Soy leyenda” porque los puentes peatonales que unen al Foro Sol con Río Churubusco se parecen a las obras faraónicas de la presente administración: ahí están y se ven muy bonitas, aunque no entienda uno para qué sirven si están cerradas o demasiado lejos. Igualito de incomprensible que los polis que sabotean un slam en The World is a Vampire.