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Siete mitos sobre El Chapo Guzmán

Por: Playboy México 01 Mar 2021
Por Alejandro Almazán Que si invitaba a comer a restaurantes enteros, que se presentaba sin escoltas en las primarias a […]
Siete mitos sobre El Chapo Guzmán

Por Alejandro Almazán

Que si invitaba a comer a restaurantes enteros, que se presentaba sin escoltas en las primarias a felicitar a los alumnos de 10, que cuál era su canción favorita o que si le obsequiaba libros a sus pistoleros.

Advertencia: Ojalá hubiera un 01800 CHAPO donde los reporteros pudiéramos confirmar o desmentir todos los mitos que existen alrededor de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, mejor conocido como el Chapo Guzmán. Pero no, no hay número alguno para llamar. Así que lo que leerán a continuación, seguro, no es periodismo.

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Pensaba que el Chapo Guzmán sería más astuto a la hora de su captura. Esperaba, digamos, que disparara el cuerno de chivo que, según su leyenda, traía todo el tiempo en bandolera. Esperaba que enfrentara el final con la frente en alto y con los “güevos” gordos, así como se oye en sus corridos. Y suponía que sus pistoleros se morirían en la raya por defender al patrón. Pero no. Esa foto que le tomaron durante el arresto —descamisado, golpeado, agarrado de pelos y mirando hacia el frente como si se le quisieran salir los ojos—. O ese momento cuando el marino que lo lleva sometido del cuello y lo obliga a voltear hacia donde están las cámaras. Eso, simplemente, no corresponde al mito del Chapo, esa fábula que mucha gente se ha tomado muy en serio. De hecho, la leyenda parece no tener fin. Hoy hay quienes creen que el tipo arrestado es un doble del Chapo y existen otros a los que he escuchado decir que éste, a sabiendas de que le seguían la pisada, renunció a irse para la sierra y prefirió viajar a Mazatlán porque quería ver a sus hijas gemelas. Leyendas. Puras leyendas. Y de eso vine a hablarles: de las más extravagantes que he escuchado sobre este personaje.

En una feria del libro, a la que me invitaron en una ciudad norteña y de cuyo nombre no debo de acordarme, un joven se me acercó para decirme que había leído El más buscado, una novela que escribí recargado en las leyendas del Chapo. “Te faltaron cosas”, me reclamó con diplomacia; “no pusiste lo de los libros”. Yo creí que hablaba de las historias esas que cuentan acerca de que el capo leía mucha historia y geografía cuando estaba preso en el penal de Puente Grande. Pero no. El joven lector me platicó que el Chapo le regalaba libros a sus pistoleros y yo creí que bromeaba. “O sea, cuando no matan, leen, ¿o cómo?”, le dije. “A mí me dio La virgen de los sicarios”, contestó . Me dije que la había cagado. Por fortuna, el joven no era rencoroso y de un bolso Puma sacó el libro de Fernando Vallejo. Me lo enseñó con orgullo. Nos tomamos una foto y se fue. Más tarde, a uno de los organizadores de la feria le pregunté si conocía al joven. “Nomás sé que es o fue pistolero del Chapo, pero el bato es buena onda”.

La noche del 8 de mayo de 2008, Édgar Guzmán López, de 22 años, fue asesinado en el estacionamiento del City Club, en Culiacán. Con él también murieron su amigo Arturo Meza Cázares y su primo César Ariel Loera Guzmán. La policía contó más de 500 cartuchos percutidos. La muerte del hijo del Chapo sucedió en plena guerra con los Beltrán Leyva, así que las autoridades le colgaron las muertos a los pistoleros de Arturo Beltrán. Para el funeral, contó el reportero Diego Osorno en Milenio, que el Chapo mandó a comprar unas 50 mil rosas. A la historia de las flores le salió rápido la competencia: quiénes, en realidad, habían matado a Édgar. Recuerdo habérsela escuchado a un lejano pariente y haberla leído en uno de los comentarios de la gente que venía hasta abajo de una nota sobre el triple homicidio. La historia decía que pistoleros de Ismael el Mayo Zambada, el socio y compadre del Chapo, lo habían confundido con los contrarios. La célula de gatilleros, según esto, estaba a las órdenes de Gonzalo Inzunza Inzunza, alias el Macho Prieto. “Dicen que el Chapo les cortó la cabeza a todos, que eran puros morros”, me contó el pariente y el que había escrito el comentario contaba que el Macho Prieto ya no estaba en Sinaloa, que el Chapo quiso matarlo, pero era el mejor pistolero del Mayo y se la perdonaron. En diciembre pasado, el Macho Prieto fue asesinado en Puerto Peñasco. El prestigiado semanario Ríodoce, de Culiacán, publicó un perfil sobre el sicario. Le acredita haber dado la orden para asesinar a Édgar.

Hace algunos años, un reportero que cubría la fuente policiaca en Chihuahua me contó el rumor que estaba de moda en todo el estado: el Chapo, ayudado por sus pistoleros, había entrado hasta la alcoba del entonces gobernador y lo había cacheteado; no supo bien a bien el motivo, pero no descartaba que se tratara de acuerdos no cumplidos. Meses después, cuando volvimos a vernos, me dijo que siempre no, que el Chapo no lo había cacheteado. La historia ahora hablaba de que uno de los sicarios del Chapo, por órdenes de éste, le había disparado al góber en una pierna. Todo, según mi colega, había sido en pleno periférico de la capital, cuando gatilleros del cártel de Sinaloa le cerraron el camino y sometieron a los escoltas. La gasolina que encendió la leyenda fue la parálisis facial que sufrió el funcionario en aquel entonces.

A principios de 2010, cuando un obispo de Durango dijo que el Chapo vivía por el norte del estado y todos lo sabían, fui a ver si aquello era cierto. Ninguno de los que platicaron conmigo me dio razón del capo, pero no faltaron las anécdotas: una señora me dijo que el Chapo le había comprado su casa que tenía en la sierra y que por eso vivía ya en la capital; un diputado me contó que en su municipio, Tepehuanes, el Chapo se paseaba en cuatrimoto; un médico me habló de que el Chapo prestaba sus avionetas para trasladar a los niños enfermos; una amiga me juró y perjuró que ella estuvo en Canelas el día que el Chapo y Emma Coronel se casaron; pero la mejor historia se la escuché a dos maestras. Según ellas, el Chapo le tenía un profundo respeto a los profes y, por eso, había mandado construir algunas escuelas en la sierra. Una de esas escuelas había ganado el primero o segundo o tercer lugar en la prueba Enlace en el rubro de matemáticas. Para agradecerle al Chapo, los alumnos le organizaron una fiesta. “Dicen que éste llegó caminado, sin pistoleros, para no espantar a los niños”, me dijo una de las maestras como si no hubiera otra verdad. Busqué en internet la primaria de la que me hablaron. No encontré nada sobre una que hubiera ganado algo en esos años. La otra profesora, para probarme que lo que decían era cierto, me dio dos detalles más: el Chapo llevó dulces y se sentó hasta atrás.

En 2005, cuando viví en Culiacán, escuché por vez primera la muletilla culichi: “Ojalá que nunca atrapen al Chapo”. Luego, cada navidad que iba a esa ciudad que pasa los días dorándose al Sol, se la oía decir a familiares, amigos, conocidos y los que no eran ni lo uno ni lo otro. La plegaria, generalmente, estaba basada en la creencia de que el Chapo cuidaba a la ciudad. Es decir: el director general del cártel de Sinaloa era una especie de Batman que no permitía secuestros ni cobro de cuota ni robacarros. Los tipos que amanecían asesinados, tenían letreros como: “Esto me pasó por secuestrador” o “Por robarme el carro que no”; había también testimonios de sicarios que decían que al Chapo no le agradaba ese tipo de crimen, fueron pruebas de que el capo estaba haciendo su trabajo. Aunque éste, en realidad, consistía en que el cártel de Sinaloa traficara al mes el 35 por ciento de la mariguana existente en el mundo, en meter a Estados Unidos entre 25 y 30 toneladas de cocaína al año, y tanto en matar, como en desaparecer personas en México.
Una amiga culichi me dijo que, desde la captura del Chapo, el robo a autos se ha desatado.

El más famoso relato es cuando el Chapo y sus pistoleros visitaban restaurantes (ya saben: escoltados por policías y militares, cerraban el lugar para que nadie entrara ni saliera mientras el señor comía como dios manda, los celulares de los clientes eran retirados y apagados, el capo pagaba la cuenta, se despedía de mano de cada uno y se retiraba, no sin antes disculparse por las molestias ocasionadas). Según quien cuente la historia, ésta ocurrió en Las Palmas, en Culiacán; en el Aroma, en Ciudad Juárez; en El Grande, en Durango; o en cualquier restaurante donde vendieran mariscos y carne asada.

Lo conozco desde antes de que se dedicara a la cantada. Allá en el norte es medio famosón. Según él, llegó a cantarle algunas veces al sicario. Por eso, cuando hablé con él en 2011, él sabía que la canción favorita del capo es “Hace un año”. Por eso me repitió la historia que en la sierra ya contaban: el Chapo bailaba cuatro, cinco horas sin parar y bebía whisky como si acabara de bajar de la Luna. Por eso me dijo que el Chapo le llevaba serenatas a las mujeres. Por eso me dijo que a doña Consuelo Loera, el Chapo le regalaba “cidís” de los cantantes de la sierra. Y por eso, me dijo mi amigo, le compuso un corrido, para abonar al mito.

Epílogo

Si la vida del Chapo Guzmán se reconstruyera sin ninguna leyenda, seguramente la sinopsis de sus 56 años se resumiría así: un hombre nacido en La Tuna, Badiraguato, que aprendió de los grandes narcotraficantes, que estuvo en la balacera donde mataron a un cardenal, que se fugó de un penal de máxima seguridad, que ayudó a que el cártel de Sinaloa tenga franquicias en 54 países, dicen que al ser arrestado repitió “Está bien” cuatro veces, y aseguran que cuando fue trasladado al DF reconoció haber matado a tres mil personas.

 

Línea de tiempo
4 de abril de 1957: Nace en La Tuna, Baridaguato, Sinaloa, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera.

1980 Joaquín se asoció con Miguel Ángel Félix Gallardo El Padrino, principal distribuidor de cocaína en México. 

 1989 El Padrino es detenido. En consecuencia, se escinde el cártel de Guadalajara. Los hermanos Arellano Félix fundan el cártel de Tijuana y Joaquín Guzmán el cártel de Sinaloa.

24 de mayo de 1993: Ambos cárteles arman una balacera en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara en la que muere el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

9 de junio de 1993: Guzmán Loera es atrapado en la frontera con Guatemala y es trasladado al Centro Federal de Readaptación Social No. 1.

22 de noviembre de 1995: El delincuente es trasladado al penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco.

18 de enero de 2001: Se fuga del penal oculto en un carro de lavandería. 

Septiembre de 2001: Estados Unidos solicita la captura y extradición del líder del cártel de Sinaloa. 

8 de mayo de 2008: Es asesinado el hijo del Capo, Édgar Guzmán López.

Junio de 2005: Otro de sus hijos, Iván Archivaldo Guzmán Salazar, es capturado  en Jalisco. En abril de 2008 es absuelto por un juez federal.

31 de diciembre de 2004: Es asesinado en el Penal de La Palma el hermano del Chapo, Arturo Guzmán Loera.

2011: Juan Guzmán Rocha (primo del Chapo) encuentra la muerte junto con su escolta José Miguel Bastidas Manjarrez, El Güero Bastidas.

11 de agosto de 2009: La Policía Federal Preventiva descubre un escondite del Chapo en Durango.

22 de febrero de 2014: Joaquín Guzmán fue capturado por elementos de la Marina Armada de México en Mazatlán, Sinaloa. Enrique Peña Nieto confirma la detención vía Twitter. Pocas horas después, el capo ingresa al Centro Federal de Readaptación Social del Altiplano.

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