#PlayboySeLee: Busqué sexo en craigslist
Por:
Jafet Gallardo
05 Jun 2018
Hace ya unos 3 años mientras vagaba por Internet a altas horas de la noche, intentando encontrar porno decente antes […]
Hace ya unos 3 años mientras vagaba por Internet a altas horas de la noche, intentando encontrar porno decente antes de dormir (sí, las mujeres vemos porno), me topé con un comentario donde se mencionaba al sitio de clasificados llamado Craigslist, más específicamente, a su sección de nsa (No Strings Attached o algo parecido a “sin compromisos”) donde se puede encontrar sexo ocasional. En esa ocasión, más o menos a las 4 am di por terminada la noche, almacené ese comentario en algún lugar de mi mente, y seguí con la vida. Años más tarde, una ruptura después y ya con un avanzadísimo workaholismo, me encontré a mí misma en la sequía sexual más larga y tormentosa de mi vida.
Sin ganas, regresé a los bares buscando encontrar un poco de sexo casual, seguro y sucio entre dos adultos responsables, pero claro, esto no iba a ser tan fácil. No, no, no. Primero había que pasar por toda una burocracia. Paso uno, arreglarse para encajar en los estándares más simples del sex appeal, –mi playera de Black Flag que a mí me da una irrefrenable vibra sexual, no iba a funcionar, y es que no hay que pensar en mercados de nicho, lo ideal es mantener un target amplio para ser una oferta competitiva– una vez superados los tacones, es momento del paso dos, y quizá la parte más difícil de todo el proceso: mantener una absurda conversación con algún chico. Quizá se hable del clima, o de lo que uno hace para pagar la renta y comprar tragos en bares, talvez se entienda un 40% de la conversación (por aquello del ruido nefasto que el gerente/DJ llama música). En esta parte del “ritual”, es casi imposible fingir interés: “No, no importa tu proyecto web de diseño interactivo, en realidad me vale un pito. Lo que me importa es, justo tu pito”, pero claro, esto no lo digo, sólo lo pienso. Me sometí un par de veces a este proceso, en ambas ocasiones sólo conseguí venirme a mi casa en un taxi. Meses pasaron, mi libido fue disminuyendo, como si intuyese que esto iba para largo.

Y llegó el ¿amor?
De pronto y en una de esas puntandas que tanto le agradezco a mi subconsciente, recordé ese comentario del sitio porno. Craigslist. La cosa, investigue, iba más o menos así: uno entra, selecciona su ciudad y la categoría de “relaciones esporádicas”, una vez ahí hay dos opciones: contestar un anuncio o publicar uno. La primera vez sólo navegué en lo que pronto descubriría se llama el modo voyeur de Craigslist. Fue hasta mi tercera o cuarta visita que contesté mi primer anuncio.
Young american male in town looking for fun— m4w—37 (Condesa).
Mi número uno.
Unos minutos después de responder, ya tenía un mail de su parte. Aquí es preciso hacer una pausa y notar que la mayoría de los usuarios de este sitio son extranjeros, esto se debe en gran medida a que Craigslist no es muy conocido en México, y por otro lado a que la mayoría de los usuarios sólo estarán en la ciudad por un par de días, lo cual deja eso del nsa implícito. De vuelta a la historia. Ya con la primera interacción superada, lo siguiente es intercambiar fotos, casi siempre de desnudos, por ser mi primera, mandé la que ocupaba mi perfil de Facebook, acto total de novatos (como futura referencia siempre es mejor mandar fotos donde no se vea la cara). De regreso obtuve un close up de un miembro rosado de buen tamaño. Nos quedamos de ver en un restaurante de la Condesa. Dudé mucho si ir o no, y es que más que nervios, tenía miedo. ¿Qué clase de loco me iba a encontrar? ¿Y si me viola? ¿Y si me secuestra y roba mi hígado, mi precioso hígado? Al final me convencí de que era temprano y la cita en lugar público, así que fui.
Él me reconoció de inmediato, nos saludamos, pedimos algo de beber y pronto la incomodidad desapareció. Él trabajaba para una importante empresa de telefonía y estaba haciendo una consultoría por una semana en la ciudad, era amable y gracioso. Cuando llegó el momento del postre de repente pensé en lo que seguía, ir a su hotel. Me negué, no sé muy bien porqué, pero supongo que todo era aún muy raro para mí.
Pasaron un par de semanas más, entonces posteé mi primer anuncio.
Cute girl looking for a nice guy to have fun with— w4m 24(Condesa).
Aquí descubrí el otro lado de Craigslist, el de “las profesionales”. En menos de 10 minutos recibí, sin exagerar 20 mails, la mayoría de ellos pidiendo fotos y tarifas. Después de esto permanecí varias semanas sin entrar a Craigslist. Publiqué un par de anuncios más, pero ante la imposibilidad de fijar o querer fijar una tarifa desistí. Entonces me hice experta en filtrar los anuncios posteados, separar a los creeps gringos rabos verdes, de los candidatos reales, pero por alguna u otra razón nada se concretó.
Un buen día hace casi dos años, respondí un anunció. Mi número dos.

American funny and good looking male wants to fuck — m4w 37 (Polanco).
En mi respuesta le pedí fotos, siguiendo rigurosa etiqueta Craigslist. El se negó, reprobando efectivamente uno de mis ya tan sofisticados filtros. Al ver que no obtuvo respuesta de mi parte después de su negativa, me mandó las palabras más directas y explícitas que he recibido en mi vida; todo lo que quería hacer, cómo y dónde. Sus argumentos eran atractivos. Al final nos quedamos de ver, fuimos a un bar de Mariachis cerca de su hotel en Reforma. Me gustó, le gusté, hablamos por horas, resulta que se dedicaba a dar clases de literatura hispanoamericana en Boston, hablamos de Salvador Novo y lo regañé por nunca haber leído Moby-Dick, comimos tacos de cochinita. Mala idea. Al final de la noche me sentí mal y tuve que irme sin más explicación. Al otro día, me mandó mensajes de texto sucios, todo el día. Nos vimos esa noche, él había comprado una botella de Jack Daniel’s, pues mencioné que me gusta. Estábamos en su cuarto, frente a mí estaba la cama donde las cosas que había descrito tomaban lugar.
El mejor sexo de mi vida. El mejor. Toda la noche, toda la mañana. No había inhibiciones, todas las cosas que alguna vez quise intentar pero no hice con mis parejas estables por miedo a “verme muy puta” (noción tan anti-feminista que hasta la fecha me asquea de mí misma), aquí no importaban. ¡Jamás lo volvería a ver!
Al día siguiente se fue. Nos mandamos mails. Por su trabajo viaja mucho y siempre me compartía, con lujo de detalle, sus escapadas Craigslisteñas en todo el mundo. El trío en Japón, la divorciada en Colombia… Cadenas interminables de correos y correos. Por mi parte esta experiencia me hizo volverme mucho más activa en Craigslist. Vinieron mis números tres, cuatro, cinco, seis. Todo era perfecto, el hecho de saber claramente lo que se buscaba daba pie a interacciones totalmente libres de presión. Nada de hacerse el interesante, el exitoso; nada de reclamar que siempre estoy trabajando y que nunca tengo tiempo. Sólo dos personas maduras en busca de sexo casual, seguro y sucio. Lo había logrado.
Pero claro, no todo puede ser miel sobre hojuelas. Aquí es donde entra “el militar”. Mi número siete.
Nice white male looking for sweet girl — m4w 45 (Polanco).
El anuncio parecía inocente, todo la interacción en correos iba de acuerdo a la norma común. Nos vimos en el Starbucks de Mazaryk. La plática no fue tan fluida y para llevarme a su casa me decía las cosas más extrañas: “Deberías ir a mi departamento, es muy lindo y tengo internet inalámbrico”, como si eso me tuviera que resultar sexy. En fin, decidí darle una oportunidad. Él era un ex militar que venía a trabajar a la embajada estadounidense, un experto en secuestros, me contó. Ya en su departamento me platicó que en su juventud había sido parte de un pandilla, razón por la cual su madre había decidido enlistarlo en el ejército. Me dijo que había matado a más hombres de los que podía recordar, me enseñó su colección de armas y chalecos antibalas. Todo daba una terrible espina y me sentía en una horrible escena de película de guerra gringa (Nacido el 4 de julio). Entonces me fijé en que había decenas de fotos de un perro por todos lados, me dijo que era una perra, que la quiso mucho y que había muerto. También me contó de su divorcio, que no veía a sus hijos desde hace años, que no tenía amigos… me mostró también su colección de películas piratas mexicanas. Ya no sentí miedo, era algo más, algo mucho más desconcertante: era tristeza. Estaba tan solo. Nada iba a pasar, me fui. Nunca más supe de él, creo que un día vi su foto en un periódico, de vez en cuando pienso en él y espero que sea más feliz.
La experiencia, además de recordarme el peligro de conocer gente de esta forma (ya que esta historia podría haber acabado mucho peor), me hizo pensar en la posibilidad que terminar así: sola, triste, rodeada de fotos de perros muertos y buscando algo en Craigslist.

El tiro por la culata
Intenté pues, volver a las citas, en esta ocasión lejos de los bares y sus rituales de apareamiento. Citas a ciegas, amigos de amigos; todas y cada una de ellas más nefastas que la anterior. Ahora, más que nunca, ese performance de las citas me resultaba no sólo evidente sino insostenible.
Entonces, mi número dos volvió a la ciudad. Para este momento justo estaba comenzando a idear el artículo que ahora leen. Vino a mi casa, le conté de este artículo y le hice una entrevista. Le pregunté desde hace cuando usaba Craigslist, seis años me dijo. Le pregunté por qué. “No quiero una novia y cada vez que intento salir con alguien, incluso después de dejarle en claro que sólo quiero algo casual, las cosas avanzan y sienten que cambiaré de opinión, que me enamoraré o algo así. En Craigslist eso no pasa.” Después agregó que sólo lo hace cuando viaja, y que cuando está en su casa no tiene sexo con nadie (¿será?). Me preguntó por qué lo hago yo, le dije lo mismo y agregué que además de no querer una relación, no tengo tiempo para una. Hablamos largo rato, sacamos las estadísticas, él tienen 24 números. Dijo que yo era la mejor experiencia que había tenido en México, incluido un trío un Acapulco. Le dije que en parte me gustaba Craigslist porque no había rechazo, pero el anotó: “Claro que lo hay, el de no responder el anuncio, por ejemplo”. Es cierto. Después de horas se fue, no pasó nada pues estaba muy cansada. Al otro día nos mensajeamos pero no hicimos planes, mi semana laboral estaba pesada y no tendría tiempo libre, sin embargo le prometí limpiar mi agenda para el día miércoles. Llegado el día, él me canceló, para entonces yo, a mí vez, ya había cancelado planes, me molesté un poco pero intenté no mostrarlo, me propuso vernos el jueves pero yo no estaría libre. Al otro día, me mandó un mensaje preguntado qué hacía, le dije sin reparos que estaba en un bar en una junta/comida de negocios. Pasó una hora y llegó al lugar sin más invitación. Mi reacción fue de franco pánico, estaba con mi jefa y su novio. Presentarlo y explicar cómo carajos lo conocía no era una conversación que tenía ganas de tener. Lo ignoré y se fue, supuse, enojado.
Una vez terminada la cena, le marqué y expliqué la incomodidad de la situación (¡como si necesitara hacerlo!). Él se disculpó y me dijo: “Vamos a cenar cochinita a nuestro lugar”. Fui, reímos al imaginar cómo hubiese sido presentarlo a mi jefa. “Yo me cojo a su empleada cada seis meses, mucho gusto”. Fuimos a su hotel todo iba bien, pero de pronto y en pleno acto, paró, me dijo que estaba cansado. Yo lo molesté burlándome de su edad y de que “ya no aguantaba nada”. Entonces me contó: “La verdad es que tuve un encuentro con alguien ayer en la noche y estoy bastante agotado”, esto me hizo enojar tanto. ¿Cómo que ayer? ¿Ayer cuando ya habíamos quedado de vernos? ¿Ayer que cancelé planes? Me fui.
Llegué a mi casa en la madrugada, aún furiosa, ¿cómo se atreve? El rechazo, como él dijo noches antes, existe y arde igual que en la vida real. Entonces, me doy cuenta; Craigslist es tan ritual de apareamiento como cualquier otro, es también burocracia y en el peor de los casos, puede generar algo parecido al cariño.
Los anuncios, los filtros, las putas profesionales, los viejos desagradables, la gente sola y desesperada. Resulta que había estado haciendo todos estos años lo mismo que me propuse no hacer, la única diferencia es que todo el trámite es digital. ¡La postmodernidad! Un momento para revaluar, y ¿ahora qué chingados voy a hacer? ¿Una chica joven, linda e interesante no puede encontrar alguien con quien coger de manera casual? ¿Es éste el mundo en que vivimos, donde eso puede pasar? ¡Una epifanía! …Qué triste.
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