Chicas Playboy se lee Calendario 2025

Palomitas y refrescos: te engañé, vamos a ver nopor

Escrito por:Iván Farías

No todo el cine para adultos vale la pena. Pero a lo largo de las décadas, se han producido películas con mucho más trabajo argumental, una visión de género mucho más plural y un cuidadoso trabajo de producción.

La primera vez que ví una película pornográfica tendría escasos 14 años. La llevó un amigo a la secundaria  y consistía en un enorme VHS troquelado con mujeres rubias de grandes senos. Nos dijo en el salón, “vengan al baño, les quiero enseñar algo”. Y fuimos, además de los dos que éramos sus amigos, tres metiches más. Ahí dentro, sacó de entre sus ropas el descomunal objeto. Nunca habían visto una mujer desnuda, lo supe por sus caras.

Yo, por suerte, tenía un tío unos pocos años mayor que poseía debajo de su cama y escondido en el ropero, una colección bastante interesante de la revista Caballero, precursora de Playboy en México y otra, de menor calidad, llamada Chistes y chicas, donde cada foto de una chica en poca ropa, era acompañada de un chascarrillo.

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Esa tarde, recuerdo, alguien dijo que podíamos ir a verla a su casa. Fuimos cinco todavía niños, que dándonos la prestancia de adultos de mundo, mencionábamos la cantidad de mujeres desnudas que habíamos visto en nuestra vida. Por fin, nos arremolinamos en el pequeño departamento de mi amigo, encendió la videocasetera y le puso play. Salió una chica vestida como si fuera hacer ejercicio y mientras pedaleaba una bicicleta fija llegó un hombre, que resultó ser su novio. Ambos se desnudaron y acabaron haciéndolo sobre la bicicleta fija.

Jamás volví a ver una bici fija de la misma manera. Todos nos quedamos bastante turbados y excitados. Algunos aprovecharon el baño de la casa para saciar sus ansiedad, otros dejaron volar su imaginación para decir las veces que tuvieron sexo.

Yo, fiel a mis obsesiones, comencé a buscar otros tipos de cine pornográfico, guiado, principalmente por la columna Garganta Profunda, de Naief Yehya, quien además reseñaba cintas pornográficas en la revista de cine generalista Dicine.

Yehya explicaba cada una de las obsesiones en el porno, las subdivisiones y las cosas extrañas. Pronto supe que existían, que había filones del por- no que consistían, en por ejemplo, pasar acercamientos de pies, otros se satisfacían con mujeres embarrándose pasteles cremosos en el cuerpo, uno más, viendo como una dominatrix nalgueaba con un fuete a un hombre vestido como un enorme bebe. Pero el crítico fue más allá, incluía dentro del ciberpunk, cintas pornográficas que rompían ciertas reglas, por ejemplo Café Flesh. Así que con una guía de ruta comencé a buscar entre los estantes de diferentes cineclubs determinados títulos. Pese a que hay miles y miles de títulos, pocas cintas en verdad valen la pena la revisitación. Claro está, no podemos dejar de lado la clásica, Garganta profunda, la obra maestra de Gerard Damiano, y que vino a brindar un boom cinematográfico. El diablo en la señorita Jones o Tras la puerta verde.

Sin embargo, mi porno favorito es el alemán de los años setenta, por su desenfado, porque sus tramas rayaban en la oscuridad y la perversión, y por- que las mujeres tomaban el control de la sexualidad. Había desde divas porno que se aburrían de sus amantes, en un ambiente de arte en la Berlín de aquellos años, hasta represivos colegios de señoritas, donde las chicas descubrían su sexualidad.

Pero hay dos cintas que hablan del submundo pornográfico, una de ellas, poco conocida llamada, Hardcore, estrenada en 1978, dirigida y escrita por Paul Schrader, el mismo guionista de Taxi driver. En ella, un hombre muy puritano, comienza a buscar a su hija adolescente, llamada Kristen, luego de desaparecer durante una convención de jóvenes creyentes en California. El hombre, aterrado, se da cuenta que Kristen está metida en el negocio de la pornografía por lo que decide bucear en dicho mundo para rescatarla. Oscura, deprimente, violen- ta, es un descenso a lo más profundo de la industria del porno de California.

Varios años después, el guionista Andrew Kevin Walke, autor de cintas como Se7en o Brainscan: mente asesina, hace una revisitación a esta cinta, pero esta vez dirigida por Joel Schumacher. El director dota de su noche iluminada a una cinta que más que hacer un descenso real a la podredumbre, lo hace de manera simbólica a la historia del cine extremo y pornográfico, con homenajes, a por ejemplo, Traces of Death y Dario Argento. La dupla de Joaquin Phoenix y Nicolas Cage, nos brindan un sitio al cual asirnos mientras caminamos hacia esas aguas oscuras.

El porno puede ser luminoso y divertido, pero siempre esconde una historia más profunda detrás, y de eso hablan esta y otras cintas.