Desde Mazatlán hasta Madrid, pasando por escenarios, estudios de danza, sets de cine y aulas creativas, Lucía Humarán ha aprendido a habitar todos los lenguajes del arte. Bailarina, actriz, coreógrafa, docente y ahora cantante, esta artista mexicana vive la multidisciplina no como una excepción, sino como un manifiesto vital.
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A días de estrenar su primer largometraje, Mirreyes vs Godínez 3, Lucía nos abre la puerta de su nueva casa —física y simbólica— para hablar de mudanzas, colapsos creativos, arte como medicina, y la urgencia de visibilizar a las y los artistas emergentes en México y América Latina.
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Lucía reconoce que su infancia estuvo marcada por una energía inagotable canalizada a través de clases múltiples: danza, canto, piano, tenis. De ahí emergió una “curiosidad creativa” que hoy la guía en todo lo que hace. Sin embargo, llegar a ese punto de madurez le exigió pasar por un burnout, ese estado de hiperproductividad que – como ella dice- te hace hacer por hacer.
“Solo cuando me topé con la pared, entendí que tenía que volver a preguntarme: ¿por qué hago lo que hago? ¿Para quién? ¿Qué es lo que honestamente quiero crear?”, comparte.
Fue en esa pausa, impuesta también por un diagnóstico de arritmia y una lesión cervical, donde Lucía aprendió que el cuerpo no solo baila: también pide ayuda. Desde entonces, habla del arte como vehículo de transformación emocional y corporal. “El cuerpo es un canvas en blanco que pintamos con emociones. Y si no las movemos, se convierten en síntomas”, afirma.
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Foto @dfloresrubio
En Mirreyes vs Godínez 3, Lucía interpreta a Ana Sof, un personaje que nació en la improvisación, gracias a una chispa creativa del director durante la lectura del guión. Aunque inicialmente su personaje no tenía diálogos, su preparación minuciosa —calentamiento vocal incluido— la llevó a improvisar escenas junto a actores como Regina Blandón y Michelle Rodríguez, logrando que su participación creciera dentro de la cinta.
“Mi primer trabajo como actriz terminó siendo una experiencia llena de sorpresas, pero también una lección: hay que estar preparadas para las oportunidades incluso cuando no sabemos si vendrán”, recuerda.
Más allá del escenario o la cámara, Lucía creó “Amatista”, un podcast donde entrevista a artistas emergentes en danza y actuación. La propuesta no busca endiosar a figuras consolidadas, sino abrir un espacio donde “la tribu” de los artistas en formación puedan sentirse escuchados, comprendidos y acompañados.
“Muchos podcasts ya entrevistan a quienes ya llegaron. Yo quiero hablar con quienes, como yo, estamos cavando, escalando, descubriéndonos”, afirma.
Su visión es clara: Amatista no solo es una plataforma, sino la semilla de una futura productora donde los artistas tengan el poder de crear, dirigir, coreografiar y decidir.
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Foto @dfloresrubio
Lucía ha enseñado heels y flamenco en Texas, Costa Rica y Madrid. Esa fusión de estilos —urbanos, escénicos, tradicionales— se ha convertido en su sello distintivo. “Cuando me buscan, me dicen: tú eres la que fusiona flamenco con heels, ¿verdad? Esa creatividad es la que me ha abierto puertas fuera de México”.
Lejos de vivir el arte como algo local o aislado, su paso por países como España le ha mostrado que el deseo de crear, pertenecer y sanar nos une más allá de fronteras. “El flamenco no es solo español, es universal. Y el arte tiene esa capacidad de conectar genuinamente a personas muy distintas”.
Cuando se le pregunta por el mayor obstáculo que enfrenta la comunidad artística en México y América Latina, su respuesta es contundente: “Estamos diseñados para mirar hacia afuera. Pero aquí hay talento, recursos y propósito. Solo falta redistribuir y redirigir ese poder”.
Lucía apuesta por una transformación desde adentro: artistas que tomen las riendas, que produzcan, que decidan, que ocupen espacios de liderazgo. “Ya no basta con actuar o bailar. Necesitamos artistas que también creen oportunidades para otros”.
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En su nuevo hogar, rodeada de cajas aún sin abrir, Lucía celebra logros tan simples como tener agua en la cisterna o colgar un cuadro. “Hoy mi intención fue celebrar los pequeños logros. Y esta entrevista es uno de ellos. A veces las oportunidades llegan sin que te des cuenta, y solo queda agradecer y decir: aquí estoy, lista”.
Lucía Humarán no solo transita el arte: lo convierte en hogar, en ritual, en antídoto. Y sobre todo, en una herramienta para imaginar futuros más generosos para quienes —como ella— insisten en que el arte no es solo un oficio: es una forma de vivir, resistir y sanar.