La noche del jueves, en el emblemático Auditorio Nacional, se presentó una de las agrupaciones más legendarias y queridas del país: Los Tigres del Norte, con su tour “La Lotería”.
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Para mí, una joven nacida en los dosmiles, fue una experiencia profundamente especial. No solo porque crecí escuchando sus canciones —sonaban en la casa, en las fiestas familiares, en la radio del coche— sino también porque, como fan del regional mexicano y sus nuevas olas, es imposible no reconocer la importancia histórica de esta agrupación.
Los Tigres del Norte. Foto de Santiago Covarrubias / Cortesía de Ocesa.
Desde antes de que se abrieran los telones, la emoción ya se sentía. En las pantallas del Auditorio comenzaron a proyectarse videos de sus más recientes temas, como “La Venganza” y “La Lotería”, mientras el público, entre gritos y aplausos, terminaba de llenar sus lugares.
Cuando las luces se apagaron por completo y se abrió el telón, el rugido fue inmediato: ahí estaban Jorge Hernández con su inseparable acordeón y Hernán Hernández con su bajo blanco coloreado por las banderas de Estados Unidos, México, Colombia, entre otras; caminando hacia el centro del escenario mientras interpretaban “La Reina del Sur”. Vestían pantalones de vestir negros y sacos estampados con diferentes cartas de la lotería. Jorge era el único que portaba una texana color vino que se robaba miradas y que, además, usaba para saludar al público más alejado del escenario, quitándosela y levantándola en señal de cariño.
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Desde ese momento, el público no volvió a estar en silencio. Poco a poco se iban formando parejas que se levantaban a bailar entre las butacas mientras sonaban clásicos como: “La Mesa del Rincón”, “La Puerta Negra”, “La Banda del Carro Rojo” y, por supuesto, la icónica “Contrabando y Traición”, la canción que lo inició todo.
Hubo un breve intermedio donde el Mariachi Juvenil Campero de Miguel Mejía y el Gran Ballet de México subieron al escenario para añadirle un toque aún más tradicional a la noche. Incluso, los Tigres aprovecharon para organizar una divertida competencia para ver quién cantaba mejor: ¿los hombres o las mujeres? Las ganadoras, sin discusión, fuimos nosotras.
Tras interpretar el repertorio planeado para la noche, llegó el momento de las complacencias: “Ustedes piden y nosotros complacemos”, dijo Raúl Hernández, provocando una lluvia de gritos desde las primeras filas. Y ellos, como buenos intérpretes del pueblo, complacieron con temas como “Señor Locutor” y “El Avión de la Muerte”. Durante todo el concierto, aprovecharon cada pausa para agradecer al público por su presencia, cariño y entrega, reforzando esa conexión que trasciende más allá de la música.
Los Tigres del Norte. Foto de Santiago Covarrubias / Cortesía de Ocesa.
Más que un espectáculo, fue un homenaje en vida. Una celebración compartida entre generaciones, donde los más grandes recordaron y los más jóvenes confirmamos por qué esta agrupación es leyenda. Los Tigres del Norte no solo siguen vigentes: siguen haciendo historia. Y para quienes crecimos escuchándolos sin haberlos visto antes en vivo, esta noche fue también una forma de reencontrarnos con nuestras raíces.
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Su música ha trascendido generaciones. Sus letras y melodías forman parte del ADN musical de México, pues pavimentaron el camino para lo que hoy conocemos como corridos alterados, progresivos y tumbados, solo por mencionar algunos. Fueron los primeros en cantar el día a día de los mexicanos —principalmente del norte del país y de los que migran hacia los Estados Unidos—, aunque eso les costara la censura gubernamental y el juicio moral de la sociedad. Durante el concierto, Jorge Hernández lo dejó claro: “Nosotros cantamos corridos y canciones de lo que la gente vive, como ustedes, y por eso, a través de los años, seguimos vigentes. Muchísimas gracias.”