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J Balvin: sexo sin pudor ni lágrimas

Por: Arturo Flores 20 Ene 2020
J. Balvin le dijo a casi 20,000 personas: “No sé por qué atacan tanto al reggaetón, si lo único que hacemos es llevarle felicidad a la gente”.
J Balvin: sexo sin pudor ni lágrimas

Unos días después de publicar un “@aleks.syntek, necesitas un abrazo”, luego de que el mexicano se quejara en Instagram porque en el aeropuerto “se veía obligado a escuchar su música pornográfica”, J. Balvin le dijo a casi 20,000 personas: “No sé por qué atacan tanto al reggaetón, si lo único que hacemos es llevarle felicidad a la gente”.

 

Fotografías cortesía de Universal Music

 

El concierto fue el sábado. El viernes se había estrenado Vibras, el más reciente álbum del colombiano. 24 horas le bastó a su fanaticada para aprenderse las canciones. Y razón no le faltó al productor cuando dijo que el reggaetón reparte satisfacción y gozo. Como tampoco mintió cuando a la mitad de Mi gente, cantó: “Hago música que entretiene/ El mundo nos quiere/ Nos quiere y me quiere a mí / (…) El mundo es grande pero lo tengo en mis manos”.

Todos, menos a Syntek y los que piensan como él. Pero ellos no estaban en la Arena. Celebrando que José llevara una chamarra con lentejuelas que en la espalda lleva bordado un “Loved” que explica su fenómeno.

El concierto se partió en tres. Una primera sección inyectada de energía. En la que él y su banda, integrada por un tecladista, un guitarrista, un bajista, un DJ y un baterista, golpearon directo en el plexo solar a los que no se contuvieron para bailar Machika, Safari, Bonita (la canción que amargó el primer alimento de Syntek aquella mañana en el aeropuerto), Ambiente o el cover a Sorry, de Justin Bieber.

Luego de un cambio de vestuario, en el que el reggaetonero eligió un traje deportivo de la marca que lo patrocina, se mudó también de escenario. Cantó instalado al fondo de la Arena en una jaula de rayos láser, como si tuviera a un batallón de caballeros Jedi saludándolo con sus espadas. No se equivocó el profeta cuando pronunció “los últimos serán los primeros”, así en esta sección del show quienes invirtieron en boletos de la sección preferente se vieron relegados a un segundo sitio. Y aquellos que estaban imposibilitados a acercarse a Balvin, apretujados detrás de una barda, tuvieron la oportunidad de escuchar en primera fila una selección de sus temas más trap. Ya sin músicos, mucho más en plan MC, Balvin descargó Soy peor, La ocasión y Están pa mí, para la que invitó al puertorriqueño Jhay Cortez a acompañarlo en la jaula de luz.

El del sábado fue un concierto habitado en su mayoría por ropa ajustada. Gorras con la visera hacia atrás. Tenis deportivos –Jesse Báez, el abridor, lo describió en el verso de una canción “tengo unos Reebok y estas perras quieren Nikes”– y sobre todo, celulares. Quizá por eso afuera de la Arena, además de posters y tazas, lo que más se vendía eran pilas para cargar los teléfonos.

“¡No te quedes sin batería!”, advertían los merolicos como anticipando el más grande terror de las generaciones Z y Y. Desconectarse digitalmente los unos de los otros.

Balvin lo sabe. Y en vez de pelearse con el presente, a la usanza de algunos otros artistas, animó a sus incondicionales para que encendieran las luces de sus teléfonos. No las cámaras, sino las linternas. Transformando la Arena en una representación del espacio saturado de estrellas. Porque los más jóvenes viven la vida acompañados de su teléfono y no eso no tiene que estar bien o mal, sólo es y punto.

La última sección del concierto volvió a suceder en el escenario principal, al que el originario de Medellín regresó a con sus bailarines, ellos de Cartagena, para descargar una última ráfaga de éxitos. Devolviéndole a los más gastadores el valor relativo de su VIP.

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Si tu novio te deja sola, 6AM, y X, son sólo alguno de sus motivos para que varios, independientemente de su edad, porque los había muy pequeños y precoces, pero también crecidos y sin remordimientos, se entreguen al rito del perreo. Esa danza cuasi bestial, gozosa y pletórica de lascivia.

¿No lo dice el mismo Balvin en Ginza: “vamo’ a pegarno’ como animale’”?

Para ser sincero, cuando observa uno a sus vecinas de asiento, dan ganas de retrasar unos años el reloj evolutivo.

Si, como dice Syntek, lo que 20mil personas disfrutaron esta noche sabatina, podría ser calificada como la música de los simios, cabría recordar lo que Cornelius dijo de los seres humanos, en la película El planeta de los simios:

“Tengan cuidado de la bestia humana, pues él es el instrumento del diablo. Sólo entre los primates de Dios mata por diversión, por codicia, o por avaricia. (…) No lo dejen salir de su guarida en la selva pues él es presagio de la muerte”.

O maldecirán en el desayuno –añadiría el que salió afónico y deseoso de seguir la fiesta en un after– a quienes sólo tienen el atrevimiento de bailar.

Porque deleitarse con el sexo, nunca debería ser causa de derramar lágrimas, ni de sentir pudor.

 

 

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