La UFC nació de discusiones informales para decidir cuál era la mejor arte marcial del mundo, la idea era enfrentar a los mejores exponentes de cada disciplina en un torneo. El gran evento se celebró en 1993 y Royce Gracie fue el indiscutible ganador, proeza que repitió en dos ocasiones más.
Cada uno de sus encuentros los ganó con una sumisión, para muchos su dominio fue una sorpresa en el mundo de las artes marciales, pero fue algo normal para los que conocían el árbol del que provenía Royce. La familia Gracie se había hecho famosa por crear lo que llamaron Jiu-jitsu brasileño, una variante del judo tradicional que centró su enfoque en el combate a ras de lona.
Gracias a la UFC, el Jiu-jitsu brasileño tuvo un auge sin precedentes, su éxito no sólo se dio gracias a la contundencia de Royce Gracie en el torneo, también se debió a la filosofía de la disciplina. Este arte marcial se separa de los demás al dejar de centrar su atención en los golpes, para centrar su atención en los derribos, llaves y sometimientos.
Por esta razón comenzó a ser conocido como el “ajedrez físico”, una disciplina en la que no importa el tamaño o la fuerza del practicante, cualquiera sin importar de su físico puede ganar una competición.
El objetivo en el Jiu-jitsu brasileño es tirar al contrincante para neutralizar sus ventajas físicas con llaves de rendición. La lucha por la posición dominante requiere una gran cantidad de técnicas para contrarrestar los ataques del contrincante, que finalizan en una llave que obliga al sometido a rendirse.
Esta disciplina implica sorpresas y no necesariamente el ataque directo es el mejor camino para triunfar. Desde el primer día existen enfrentamientos cuerpo a cuerpo, combates que se rigen por una mentalidad defensiva que va más allá del arte marcial.
Al comenzar es común congelarse y emplear incorrectamente la fuerza o ser excesivamente agresivos. Con el tiempo el cuerpo se va acostumbrando a la técnica y mejora notablemente su capacidad de respuesta. La paciencia y el estudio de la situación es clave, al igual que los conflictos que en la vida diaria debemos enfrentar.
Las nuevas tecnologías han hecho que nuestra capacidad de concentración se reduzca notablemente, una de las mejores formas de combatir esto es el ejercicio y el Jiu-jitsu brasileño destaca en este aspecto. Cada enfrentamiento obliga al implicado a ser consciente de cada uno de sus movimientos, se requiere de una atención única: el cerebro reconoce que se trata de una situación que implica la supervivencia y fuerza al cuerpo a enfocarse como nunca.
Por si fuera poco, cada combate incrementa el nivel de testosterona en el cuerpo, lo que se refleja en más fuerza, una mayor libido y mejores barbas; en pocas palabras: mejora todos los factores que nos hacen hombres.