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Yo entrevisté a Cerati

Por: Jafet Gallardo 17 Ene 2020
Cuando fue editor de una publicación musical, el guitarrista de la banda Capo platicó con el ex-Soda Stereo una tarde […]
Yo entrevisté a Cerati
EL 4 DE SEPTIEMBRE DE 2014, LUEGO DE CUATRO AñOS DE PERMANECER EN COMA, CERATI MURIó POR SEGUNDA VEZ. DEJó DE SER, POR FIN, UN CUERPO MUERTO ATADO A UN LEGADO MUSICAL VIVO.

Cuando fue editor de una publicación musical, el guitarrista de la banda Capo platicó con el ex-Soda Stereo una tarde de 2006. El artista argentino se había levantado a las 5 de la tarde después de una noche de fiesta, encendió un cigarro, pidió un sándwich para “desayunar” y se puso a hablar sin autocensura de muerte, drogas y rock and roll.

Una bocanada de humo lo acompañó durante toda su vida, al menos desde la adolescencia, cuando el tabaco y la guitarra eléctrica se volvieron sus compañeros implacables. Me considero afortunado de haber podido coincidir con Gustavo Cerati en dos ocasiones. La primera fue allá por 2006, durante una tardeada en el Pasagüero como parte del Festival Mutek, que ese día presentaba varios actos de raigambre electrónica de Argentina. Al llegar al lugar, un par de amigas me esperaba en la entrada. Una de ellas estaba encargada de acreditar a la prensa e invitados. La otra estaba en una especie de shock porque 10 minutos antes, y sin previo aviso, Gustavo había llegado a pie y sin seguridad de ningún tipo, como cualquier mortal a escuchar un poco de música.

Cuando llegó a éste ya clásico del Centro Histórico, Gustavo intentó pasar directo, sin consultar a mi amiga, quien en un arranque de valentía que aún hoy le reprochamos con cierta malicia, mi amiga lo detuvo y le dijo en seco: “Oye, no puedes pasar hasta confirmar que tu nombre está en la lista”. Acto seguido, mi amiga revisa la lista y en efecto, en el papel no hay un tal Gustavo Cerati propiamente acreditado. Las credenciales de la mayor estrella de rock latinoamericano son puestas en suspenso por una chica de convicciones kantianas.

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Ante la incredulidad del músico, remató con un excelso: “llegó Cerati pero no está en la lista” que todos los presentes escucharon atónitos. He visto músicos mexicanos armar un berrinche por situaciones similares, pero aunque en la cara de Gustavo se manifestaba un gran desconcierto, jamás mostró una actitud grosera o de impaciencia. Desde luego, todos los presentes fulminaron a mi amiga con una mirada grupal y Cerati entró inmediatamente. En su atuendo, premeditadamente descuidado, se adivinaba la resolución de pasar desapercibido: ataviado con una playera y una gorra desgastada que fracasaba olímpicamente en ocultar los rizos de una figura tan emblemática, ahí estaba Gustavo en una empresa destinada al fracaso. Bailaba discreto en solitario, con un vodka en la mano y un cigarrillo en la otra.

En algunas ocasiones, los nervios nos protegen contra la imprudencia y, al menos esa tarde, me impidieron cometer la grosería de interrumpirlo con alguna frase improvisada de la que seguramente me arrepentiría toda la vida. Pero con tres cervezas más en el organismo, un grupo de veinteañeros lo abordó con las frases apoteósicas que espantan a cualquiera. Después de escuchar 20 segundos plagados con sentencias del tipo “Cerati, eres un dios”, Gustavo se dio media vuelta para refugiarse en la parte del fondo, zona improvisada como un camerino del que ya nunca salió. Ni modo, el encuentro con el músico del que aprendí a tocar la primera canción en la guitarra (“De música ligera”) terminó frustrado con una sensación anticlimática.

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Me dejarás dormir al amanecer

Afortunadamente, mi suerte habría de cambiar en el 2009, cuando visitó México para presentar a los medios su último disco solista, el álbum que irónicamente menos he disfrutado de su vasta discografía: Fuerza natural. Llegamos con mi compañero Manú, como 20 minutos antes a la cita en un hotel de Polanco. Ni bien llegamos, la gente de la disquera nos advirtió: anoche salió y no ha despertado, debemos esperar un poco. Eran las 5 de la tarde. Un amigo argentino que lo trajo un par de veces a pinchar discos ya me había advertido del espíritu Dionisiaco que lo caracterizaba. Incluso después de sufrir una trombosis en la pierna y de las advertencias de los médicos, Gustavo nunca paró de fumar y probar con sustancias duras. Y esa tarde, cuando finalmente abrió la puerta de su cuarto al final del pasillo, al aproximarse hacia nosotros lo primero que hizo fue encender un cigarrillo… el primero de muchos.

Con una vitalidad tremenda y de muy buen humor, Gustavo nos saludó con abrazo  mientras le enseñábamos una edición de la revista Marvin en la que aparecía en la portada: “me encanta” ―dijo sonriente con sus profundos ojos azules―, “a ellos dales una foto exclusiva”  ―le ordenó a su manager.

Quiero que me trates suavemente

“Voy a pedir un emparedado porque estoy hambriento  ¿no les importa que coma durante la entrevista, verdad?”―nos preguntó sin esperar una respuesta.

Ese año, Gustavo cumplió 50 años y con el tema de la edad inició una charla que se extendió durante más allá de media hora.

“La edad me parece muy importante, si bien considero que es relativa, creo que es algo a tomarse en cuenta. Pero nunca aprendemos lo suficiente, uno cree que a los 50 te llega la respuesta de todo, pero no es así. La otra verdad es que disfruto mucho esta parte de mi vida, cada vez tengo más claro el aquí y el ahora, todo es más nítido y ya no me voy a rebelar de algo sin sentido, sino de cosas que realmente me molesten… tengo más identificado al enemigo”, dijo.

La frase terminó con una sonrisa y una mordida más al emparedado. Mientras tanto, mi cabeza estaba sorprendida de que alguien que lleva casi 30 años dando entrevistas hasta el cansancio, aún mostrara una actitud tan entusiasta para hablar de su música, sobre todo porque después de una noche de farra, hablar con la prensa no debe ser la actividad más estimulante. Pero ahí estaba Gustavo declarando que nunca antes se sintió tan bien en su vida y que incluso la sicodelia que refleja su nuevo disco, no tiene qué ver con drogas, sino con dejarse llevar como un niño: “ayer vi un titular de un periódico en México que decía ‘Cerati influenciado por el peyote’” (ríe con todos los dientes mientras, despreocupado, se los talla con el dedo índice).

“No es que me haya ido a Real de Catorce, tuve algunas experiencias sicodélicas, pero en este disco hablo más de recuerdos. No estamos en el 68 con la suerte del primerizo que explora la percepción al máximo, o en los 90 con los primeros éxtasis o a los 16 cuando me fumé mi primer porro. Ésos son momentos muy importantes en que sientes que has encontrado la clave de todo, luego pasa el tiempo y te das cuenta de que no fue así. Más allá de las drogas, el sentido fue explorar la parte infantil que tiene la sicodelia”. La respuesta no dejó de ser irónica: hay que llegar a los 50 para explorar métodos de composición despojados de los prejuicios que implica la vida adulta.

A un millón de años luz de casa

¿Y qué experiencia es la que más ha marcado al músico de rock latinoamericano más importante? Entre el cúmulo de viajes, experiencias, groupies, drogas, giras, ¿qué es lo que alguien de su tamaño guarda como un recuerdo transformador? La pregunta fue tomada con mucha seriedad y después de unos momentos de reflexión, la respuesta fue reveladora: “No sé si la mejor, pero la que más me ha marcado fue la experiencia que tuve con un chamán. Fueron como 12 ó 13 horas en las que me transformé, pasé por un estado mineral, después vegetal, recuerdo que quería copular con un pino (risas), después en animal y casi me como a un gato (risas totales), después vino mi estado más mental y humano y más tarde, lo cósmico. Cada que recuerdo ese viaje digo ‘wow, la evolución de la célula en un solo día’”. Cerati está más allá del bien y del mal, me digo. Me impresionó que, a diferencia de los músicos mexicanos, hiciera declaraciones  sobre sus experiencias con drogas sin ningún tipo de autocensura. Y creo que ésa es una buena manera de recordarlo, como un músico que exploró todos los géneros que quiso, que supo conquistar varias generaciones en una discografía que igual puede ofrecer temas ásperos como los del Dynamo, que episodios sinfónicos o excursiones electrónicas de aroma cosmopolita. Es indudable el legado y la importancia que representa para millones de personas la música que firmó en su vida.

¿Cómo es que Cerati supera a Cerati? ―le pregunté después de una larga charla. “No sé pero hay que hacerlo, ¿quién sabe?, tampoco hay que poner la vara tan alta (…) Digo, al final de cuentas, Cerati no es para tanto”.

Y quizás ésta es la mejor manera de recordarle, como el hombre de carne y hueso que sabía reírse de sí mismo y que hoy finalmente dejó este mundo para irse a una región más transparente.

El autor es un Capo

Vicente Jáuregui es el guitarrista de la banda mexicana Capo, integrada además por su hermano Félix, David Vargas Tito y Adrián Reyes, que experimenta con ritmos como el folk, el dream pop y la psicodelia. Cuenta con los materiales Un corazón se quema y el EP Florecer, del cual se desprende el sencillo “Fantasma”, que contó con la participación de Camilo Castaldi, de Los Tetas. Se les puede seguir en soundcloud.com/capomexico.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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