Titans of Metal: el área de juegos del infierno

A sólo unos metros de dónde se celebraría la primera edición de Titans of Metal Fest dentro del parque Bicentenario, hay un área de juegos infantiles. No son tan distintas una de otra.
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Porque en el primero observo a un niño con la cara pintada de payaso que se lanza como kamikaze desde lo alto de un inflable para caer sobre sus compañeros de aventura. Una hora después otro niño, aunque en su caso sólo en espíritu, se lanzaría también como proyectil contra otros en medio del mosh pit. De poco menos de dos metros de altura, los brazos cubiertos de tatuajes y el rostro oculto detrás de una capa de maquillaje blanco como los ojos derretidos en negro. Sí, un corpse paint bajo el sol de un sábado que superaría los 26 grados centígrados.

Lovebites. Foto de Daniel Rodríguez.
Todos para abajo, todos para arriba
Tampoco se diferencian mucho los juegos que organizan quienes habitan el área infantil del Bicentenario, a los que la vocalista de Infected Rain, Lena Scissorhands, arenga desde el escenario. Cuando la agrupación originaria de Moldavia sucede a la apertura brutal de Leather Leone, la cantante nos invita a realizar una Pared de la Muerte. El público que antes de las dos ya pasó lista en el Festival, se parte en dos. A la cuenta de Lena, cada legión corre para chocar con la otra, simulando una batalla vikinga.
Más tarde, la vocalista nos pide que nos agachemos. La agrupación del este de Europa se mantiene tocando un mid tempo mientras las rodillas de quienes ya superamos las 4 décadas en el mundo truenan como ramas secas. A la orden de Lena, nos levantamos de un salto. Algunos sólo se incorporan con la pesadez de un paquidermo.

Six Feet Under. Foto de Daniel Rodríguez.
Una banderilla coreana en el infierno
Titans of Metal nos conecta con el pasado. Por eso celebramos la presencia de Lizzy Borden. Cuando una de sus modelos sale a lanzar desde el entarimado decenas de pelotas de playa, la gente levanta los brazos para ser partícipe de este delirio colectivo. Entre los conatos de mosh pit, que se extinguen a la misma velocidad que un fósforo, deambulan dos botargas. Un dragón negro y un pokemon descomunal se mueven con la agilidad que les permiten sus trajes desinflados. De vez en cuando, alguien los detiene para tomarse una foto.
El Titans hizo algo poco común entre los festivales. Pensó en su audiencia. Por eso, instaló a un costado del escenario pequeños islotes provistos de carpas para dar sombra. También hay suficientes y varias estaciones de comida, entre tiras de pollo, hamburguesas y hotdogs. Sólo los otakus que vinieron a ver a las Lovebites se inclinan por las banderillas coreanas cubiertas con polvo de papa frita.
Las barras disponen de litros de whisky, ginebra, mezcal y ron, además de cervezas, las más requeridas por la sed metalera.

Max Cavalera. Foto de Daniel Rodríguez.
Circo Cavalera y hermanos
Tampoco hay que reclamarle nada al stage manager. Con una o dos excepciones, el sonido se mantiene a la altura. Se puede distinguir cada detalle de lo que sucede detrás de los monitores. Prueba de ello es Six Feet Under, cuya gruesa muralla de ruido avanza sobre nosotros como un bulldozer. Chris Barnes apenas se mueve. Se apoya en el pedestal del micrófono como un alpinista que espera alcanzar el pico de una montaña. Desde ahí gruñe como bestia. Los años acumulados en el cuerpo no le impiden generar respeto con su sola presencia.
A los hermanos Cavalera les recibe una generación de metalheads a quienes la edad les arrancó el cabello pero no las ganas —Garrobos dixit— de sacudir el cráneo. Max e Iggor superaron sus diferencias mucho antes que los Gallagher y para beneplácito de los fans, llegan a México para exhumar los dos primeros álbumes de Sepultura: Morbid Visions y Schizophrenia. Con esa euforia futbolera que acompaña a la fanaticada de los brasileños, los fans se muestran ya un poco cansados para responder a las arengas del guitarrista y vocalista para realizar un circle pit. Pero sí levantan los vasos de su cerveza para brindar, esta vez la referencia es a Maiden, por los años dorados.
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La luna se instala en el cielo. A falta de licántropos a quienes transformar, se conforma con ser una espectadora muda de la actuación de W.A.S.P. Los que se cree, llevan por nombre el acrónimo de We Are Sexual Perverts, no se andan con complicaciones. Fustigan a los sobrevivientes que a esta hora se mantienen en pie. “L.O.V.E Machine”, “Sleeping in the fire” y “Wild child” se corean como letanía.

Fear Factory. Foto de Daniel Rodríguez.
Satanus Interruptus
Antes de la medianoche, el cierre (after party, le dijeron) de este Festival exige la presencia en el escenario de Jinx Dawson. A la cantante la llevan dentro de un féretro que lleva grabada una cruz invertida. En el sonido una voz repite el nombre de Satán como un mantra.
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El performance de Jinx como Dawson es breve pero no desprovisto de teatralidad. Usa una máscara metalizada, pero en otro momento lleva un cráneo en la mano. Al final, en “Choke, Thirst, Die” la acompañan en el escenario dos danzantes prehispánicos con maquillaje de calavera.
Pero así como a los niños del área infantil seguramente llegó un momento que sus padres los sacaron de los inflables para llevarlos a dormir, a las 12 de la noche en punto se encienden las luces del Titans of Metal. Hasta Jinx parece sorprendida, como si su set originalmente fuera más largo.
Ya estuvo bueno de jugar a invocar al diablo. Es tiempo de sobarse atender los hematomas del mosh pit, subir las stories a Instagram y, sobre todo, elucubrar quiénes serán los headliners de la edición 2026. Porque Titans ya confirmó que se realizará.
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