El carnaval: la fiesta de los placeres y la carne

Cada año, el periodo de ayuno, abstinencia y penitencia correspondiente a la cuaresma cristiana se enfrenta a una fiesta dedicada a los placeres y el engaño, cargada de elementos que, en el origen de los carnavales en México, se consideraron paganos.
En México cobra tal importancia, que el Carnaval del Estado de Veracruz es considerado el segundo más importante de Latinoamérica, detrás del realizado en Río de Janeiro. Incluso la Ciudad de México cuenta con más de 60 festividades y 500 comparsas en 10 de sus alcaldías, acorde a la Secretaría de Cultura capitalina. ¿Cómo es que este se volvió tan importante para los mexicanos?
Cuál es el origen de los carnavales en México
Respecto a cómo inició la festividad en el país, hay teorías que señalan a las fiestas orgiásticas romanas como un lejano ancestro; mientras que otras afirman que elementos como las danzas tienen un origen africano. Lo más probable es que tenga un poco de ambos, pues el primero había ya sido adoptado por los españoles y el segundo caso es posible debido a la cantidad de población africana que llegó a México bajo condiciones de esclavitud.
Sin embargo, su llegada no venía en un paquete establecido; sino que el origen de los carnavales en México cuenta una historia de mestizaje. Por ejemplo, reemplaza la fiesta dedicada a Xipe Tótec, dios de la agricultura, la vegetación, la vida y la muerte. Es decir que, al igual que la tradición grecorromana, era una celebración al comienzo de la fertilidad agrícola.
Pero lejos de tratarse del colorido y musical festejo actual, en esta los mexicas acostumbraban desollar a los cautivos de guerra y ofrecerlos en sacrificio. Es irónico que la palabra grecolatina que le da nombre, “carnavale”, signifique adiós a la carne.
Una fiesta a la paz y al mestizaje
Durante mucho tiempo, la tradición del carnaval no fue instaurada en la entonces Nueva España, pues gran parte de la población indígena aprovechaba para el festejo a sus dioses, por lo cual eran perseguidos por la Inquisición.
El origen de los carnavales en México, o al menos de lo que conocemos actualmente como tal, se dio en 1539, cuando se celebró la exitosa negociación de paz que realizó Carlos V con su principal enemigo, Francisco I.
En esta participó todo el territorio novohispano y las comunidades indígenas lo hicieron acorde a sus rituales: adornando con bosques artificiales, flores y animales vivos y entablando una serie de cacerías, danzas, música y banquetes. Irónicamente, mientras que esas actividades optimizaron el carnaval y las procesiones triunfales de los españoles, todas las conductas festivas tenían su origen en las prácticas y costumbres prehispánicas.
Más aún, la posibilidad de un cambio de personalidad a través de un disfraz y de las danzas que satirizan alguna faceta de la vida cotidiana se cimentó gracias a las acciones del entonces virrey Antonio de Mendoza, quien invitó a mulatos e indígenas a su banquete privado.
La quema de Judas: una reprimenda católica al origen de los carnavales en México
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Desde entonces, la celebración del carnaval se estableció como un festejo anual que lograba unir a toda la población de la Nueva España. Por esto, si bien la iglesia católica se opuso a los rituales y escenificaciones indígenas, la corona obligó al clero a aceptarlo.
Por supuesto que la iglesia no se quedó con los brazos cruzados y en reprimenda tomó una postura mucho más estricta contra la idolatría. Esto culminó el último día del mes de noviembre de 1539, cuando las autoridades inquisitoriales de la Nueva España entregaron al cacique indígena de Texcoco, Carlos Chichimecatecuhtli, al gobierno civil de la ciudad de México-Tenochtitlán para que lo quemaran por practicar el paganismo.
Este hecho se incorporó a las representaciones carnavalescas en forma de la quema de Judas, la cual hace uso de la cartonería para simular a un personaje poco querido por la comunidad, quemando la figura y convirtiendo en cenizas el mal humor y las preocupaciones.
Este tipo de elementos muestran el sincretismo cultural que permeó en todo el territorio y creó la identidad nacional a partir de una celebración que aún en la actualidad logra unir a comunidades enteras y, si bien de forma sútil, continúa desafiando los valores tradicionales de la cuaresma.