Luis Miguel en el Estadio GNP: El Sol brilla sin hablar

El concierto de Luis Miguel tuvo detalles únicos que lo hicieron destacar frente a otros eventos recientes. Para empezar, la composición del público era diferente: predominaban adultos jóvenes y adultos, mientras que era raro ver niños o adolescentes, algo poco común en conciertos actuales.
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Un momento curioso ocurrió durante La Bikina, cuando una señora detrás de mí le pidió a la chica a mi lado que no se levantara porque no la dejaba ver. Me sorprendió, ya que los conciertos suelen ser espacios de gran libertad, donde puedes gritar, grabar y levantarte mientras no incomodes físicamente a otros. Este comentario me hizo notar cómo la edad del público influye en la dinámica del evento.

Luis Miguel Foto Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
“¡Y cómo dice, México!”
Otro aspecto peculiar fue la interacción de Luis Miguel con la audiencia, o más bien, su ausencia. A diferencia de otros artistas que suelen bromear o compartir anécdotas entre canciones, Luis Miguel dejó que su música hablara por sí misma. Sus mayores interacciones fueron breves y ocasionales “¡Y cómo dice, México!” para que el público respondiera cantando. No hubo discursos, agradecimientos ni despedidas verbales; su estilo minimalista fue evidente hasta el final.
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Durante todo el show, Luis Miguel no solo cantó, sino que también se dedicó a dirigir a sus músicos. Desde señalar entradas y salidas hasta dar indicaciones con la mano, asumió el papel de director de orquesta sin perder la elegancia ni dejar de bailar. Sus icónicos movimientos de cadera desataron euforia entre los asistentes. En algunos momentos, el público supero su voz, especialmente en canciones emblemáticas como La incondicional y Culpable o no. Sin embargo, esto no pareció molestar al artista, quien permitió que las miles de voces en el estadio fueran parte del espectáculo.
El repertorio abarcó gran parte de su discografía, alternando entre canciones completas y popurrís. Destacaron combinaciones como Solamente una vez, Somos novios y Nosotros. Aunque el Sol de México puede brillar solo, optó por incluir “invitados” especiales a través de duetos icónicos: Sonríe, un mashup con Michael Jackson creado por un fan y viralizado en redes sociales, y Come Fly With Me junto a Frank Sinatra. Estas interpretaciones, acompañadas de imágenes proyectadas en pantalla, fueron momentos impactantes, aunque carecieron de introducciones o explicaciones ya que la música simplemente fluía.
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Luis Miguel Foto Liliana Estrada / Cortesía de Ocesa.
Sin mariachi, no es Luis Miguel
El momento cumbre de la noche llegó con la aparición del mariachi. Desde los primeros acordes de violines y trompetas en El Son de la Negra, el público supo que se aproximaban esos éxitos que no pueden faltar en las fiestas patrias. La Bikina hizo que el estadio vibrara, literalmente, por el zapateo de los asistentes. En este segmento, Luis Miguel aprovechó para realizar un cambio de vestuario, pasando de un traje negro con cortaba negra a un look más relajado: pantalón negro y camisa negra.
Aunque el concierto comenzó con algunas secciones vacías, como los nuevos boxes del Estadio GNP, el lugar terminó llenándose con cerca de 65,000 personas listas para rendirse ante el Sol.
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El cierre incluyó un popurrí con Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul y Cuando calienta el sol, acompañado de confeti y los tradicionales fuegos pirotécnicos. Aunque el público pedía otra canción, Luis Miguel no regresó al escenario. Su despedida consistió en gestos y reverencias, fiel a su estilo reservado.
En definitiva, fue un concierto distinto tanto desde las edades de los asistentes hasta la nula interacción del artista, sin embargo, esto no evito que existieran momentos únicos y detalles que reflejan la esencia de Luis Miguel: un artista que deja que su música sea la protagonista.