Entrevista con Pepe Aguilar sobre rock, tecnología y machismo

En entrevista, Pepe Aguilar nos platica sobre los videos que transmite en Desde la azotea, su gusto por los gadgets, critica la codependencia que promueven las canciones de amor y nos cuenta de la vez que peregrinó a Buenos Aires para entregarle un demo de su banda de rock a Gustavo Cerati.
En 2004, cantaste un verso en la canción de “Miedo” que podría definir lo que sentimos todos en este momento: “En libertad, sentirme preso”.
Sí, nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Todos extrañamos ese “algo” que dábamos por hecho. El convencionalismo que ya no existe es lo que más nos duele que nos hayan arrebatado.
Insisto en el tema. Escribiste además esa canción –junto a Fato– para “Big Brother”, un programa de televisión en el que metían gente dentro de una casa y no la dejaban salir. A la distancia, cobra un triste tinte premonitorio.
Sí caray, existe una coincidencia. Y ya que retomas esa canción, si nos vamos un poco más profundo, creo que esta pandemia ha sido para muchos un gran espejo como en el que se habla en “Miedo”. Al haberse detenido nuestra forma de vivir, hemos tenido tiempo de vernos al espejo y darnos cuenta de que hay cosas de las que no éramos conscientes. Muchas personas cuando se miran en ese espejo, se asustan. Se dan cuenta de lo que quieren cambiar o de plano concluyen que no quieren ni verse. Hay quienes solo quieren regresar a lo mismo cuando esto pase. Yo pienso que es una oportunidad de regresar con nuevas reglas internas.
Has sido particularmente productivo en este tiempo. Subes un video por semana a tu canal de YouTube. Si los seres humanos nos la pasamos diciendo “no tengo tiempo para eso, no tengo tiempo para esto otro”, ¿a ti la pandemia te ha hecho encontrar todo ese tiempo que no sabías dónde estaba?
Por supuesto, como dije, esto nos ha hecho replantearnos nuestras prioridades. Una de ellas es cómo distribuimos nuestro tiempo. Hay que aprovechar el tiempo para lo que nos apasiona y a mí lo que me apasiona es la música. Si no se hubiera detenido el mundo como lo hizo, no estaría haciendo todo lo que hago. Me he podido dedicar 100% a hacer música y no al lado del negocio, que es en lo que estuve bien clavado los últimos 15 años. Tampoco estoy preocupado por crecer este aparato de negocio, sino más bien, mi repertorio musical. Para eso, este confinamiento ha sido perfecto. Pero sé que también ha sido un tiempo trágico, el precio que ha pagado el planeta es altísimo.
¿Te ha costado más trabajo aprender a editar videos, como lo has estado haciendo en tu computadora, que lo que te costó aprender a montar a caballo?
No, es mucho más complicado montar a caballo, porque hay que entender cómo piensa un animal. Respecto a lo otro, soy editor de mi música desde hace 30 años. Desde que cortaba la cinta de una pulgada con una navaja. Me gustaba mucho jugar con la edición y así fui creciendo, de la mano de la tecnología. Más adelante, cuando empezamos a secuenciar en MIDI (interfaz tecnológica que permite que los instrumentos musicales se comuniquen entre sí), también me metí. Luego, llegaron las estaciones de trabajo digitales, el Pro-Tools, el software Cubase, y ahí estuve en pie de guerra. Soy un trabajador de la música. A mí no me hacen las cosas y cuando me las hacen, es porque yo quiero y no porque no sepa cómo se hacen.
¿Eres un músico, un charro y además, un geek?
Fui geek. Siempre anduve experimentando con los juguetitos, hasta que la tecnología creció tanto que tuve que ir a un paso más lento. Soy súper techie (como se define a los fanáticos de la tecnología), eso sí. Me fascina la tecnología de todo, diversión o trabajo.
Esa pasión por la tecnología seguro la compartes con tus hijos, pero ¿la llegaste a compartir con tus papás?
Mi madre cumplirá 90 años. Siempre fue muy abierta a ella, aunque se le dificultara. A veces, llegábamos mi hermano y yo con el walkman de audífonos naranjas, como los que salían en Back to the future y ella lo aceptaba. Igual fue con nuestros primeros celulares. En cambio, ¡fue todo un problema convencer a mi papá de que necesitábamos una computadora! Con mis hijos fue distinto. Yo los metí al mundo de la tecnología, muy aparte de la escuela. Les enseñé a utilizar la tecnología y no que a la tecnología los utilice a ellos.
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A propósito de Back to the future, esa música que haces hoy y que te ha dado tantos Grammys, ¿la hubiera comprendido el Pepe de hace muchos años, que tocaba en una banda de heavy metal como Equs?
Yo creo que sí, porque el espíritu no ha cambiado. Desde entonces, me gustaba hacer las cosas a lo grande, pero no sabía cómo se hacían. Disfrutaba ver un concierto de David Bowie o de The Cure, pero no entendía cómo carajos se hacía eso. Porque el espectáculo que conocía era el ecuestre de Antonio Aguilar y familia, que si bien tenía un nivel muy elevado y sus resultados equiparaban a las bandas que actuaban en las grandes arenas, no se comparaba con lo otro. Creo que llegaría el Pepe de hoy con el Pepe de Equs y le diría: “mira, güey, las cosas se hacen así…”, y el otro pegaría de brincos. Con Equs era bajista, pero además manejaba mi máquina de humo con el pie y como sabía exactamente a qué hora quería que saliera el humo, lo activaba con un pedal. Yo quería hacer ese show que admiraba en otros.
No digo que no amaras a tu familia, pero que insistieras en usar el cabello largo, una chamarra de cuero y cantar rock, ¿no era un acto de rebeldía?
Sí, un poco. Tuve la fortuna de crecer con ambas músicas a full. La ranchera, por mi familia y por el lado del rock, a mi hermano que lleva 8 años. Él me enseñaba música que escuchaba a los 16. Ambas fueron parte integral de mi crecimiento. Cuando tocaba en Rockotitlán, Rock Stock, El Nueve y todos esos lugares, al mismo tiempo, llegué a ser campeón nacional de charrería. ¡Era un clavado de ambas cosas!
Naciste en Texas, asumo que pudiste ver a grandes artistas en concierto en una época en la que aquí no había.
Nací en Texas porque mis papás andaban de gira, pero nunca viví allá. Fue fortuito. Pero sí tuve la facilidad de ir a conciertos, porque mis papás giraban en Estados Unidos por lo menos tres o cuatro meses al año, así que aprovechaba para escaparme a ver a mis bandas. Vi a Bowie, Pink Floyd, Rush, Genesis, The Cure, Wham!, Chaka Khan, Depeche Mode… estaba muy alta la vara. Los veía y decía: “¿cómo le voy a hacer para ser así?” Pero el destino me enseñó que lo sería a mi manera, con mi espectáculo de caballos.
Uno de los videos que grabaste durante este confinamiento fue “Just Breathe”, de Pearl Jam, ¿la elegiste por el tema?
Claro, para mí esa canción es una de mis preferidas de Pearl Jam. Se me hace un nudo en la garganta. Se nota que Vedder estaba perfectamente conectado con el sentimiento de pérdida y su interpretación se quedó ahí registrada, para que otras personas conecten con ella. Cuando empezamos a entender esta pandemia y existía la incertidumbre acerca de su magnitud, me pareció una canción que sin estar escrita para la pandemia, venía muy al caso. Se refiere a la misma impermanencia que vivimos en carne propia todos los días. Ahora, ¿por qué cantarla en inglés? No lo pensé. Yo quería sacar una rola que nunca saldría en un disco mío. Pudo ser en italiano, en algún momento pensé en sacar una canción de Zucchero.
¿Intentaste imitar la voz de Vedder?
(Risas) No fue la idea. Traté de hacer un homenaje que no ensuciara la interpretación y el feeling original. Cuando hago covers, nunca he querido sonar igual a él o al cantante original. Pero resulta que mi tesitura en la nota “e”, se parece un poco a la de Eddie. ¡Pero nada qué ver! El tipo tiene una voz privilegiada en lo suyo y yo, pues no canto mal las rancheras (Risas).
En el video, se intercalan imágenes de los médicos que luchan contra el COVID-19 y las víctimas que la enfermedad ha cobrado. Aunque tu música nunca ha sido política, ¿representaron las imágenes un pronunciamiento de tu parte?
No sé si un pronunciamiento como tal, pero sí me quité el miedo a mostrar mi postura. Nunca había querido meterme en nada que no fuera divertir a la gente con canciones de amor o desamor. Pero ahora, no sé… porque tengo 51 años, porque mis hijos ya son mayores o por el coronavirus, mis prioridades han cambiado. Ya me vale un poco lo que pase. Prefiero ser un poco más honesto de lo que he sido y si resulta un poco polémico, ¡pues ni modo! No está mal ir un poco más allá de solamente querer vender algo.
Hablando de susceptibilidades, otra de las canciones que grabaste en la serie Desde la azotea fue “Por mujeres como tú”. Dada la controversia que existe con el disco “¿Dónde jugarán las niñas?, de Molotov, y que algunas canciones rancheras se expresan de forma incorrecta –desde la conciencia actual– hacia las mujeres, hoy que eres esposo y padre, ¿te arrepientes de haber cantado alguna?
Muy pocas. Tienes un muy buen punto con lo que dices. No solo la música ranchera, toda la música popular, es una muestra de la gran codependencia que existe en las relaciones de pareja y la poca autoestima que se tiene. Quizá es un espejo de la gente misógina y machista que uno ha visto. Existe toda una corriente de música que la representa, pero no quiere decir que toda la música mexicana sea así.
En las canciones románticas existe mucha codependencia. No es posible que necesites a alguien para vivir o que le digas: “es que sin ti no soy nada”, ¿pues de qué se trata? La neta no es así el rollo. ¡Y no solo los mexicanos! Los ingleses, los estadounidenses y los franceses también van por ahí. Está padre que exista una canción, esa especie de obra de teatro de tres minutos con la que puedes identificarte, pero eso no quiere decir que te vuelvas más codependiente por escucharlo.
Ahora, las canciones rancheras que hacían a un lado el respeto por la mujer, en el que los hombres tenían derechos sobre la mujer solo por ser hombres, sí las hay. Sobre todo en la música de la época revolucionaria, pero no creo que sea la mayoría. Al contrario, en las canciones los hombres siempre nos hacemos las víctimas, decimos “¿por qué me dejaste? ¿por qué me engañaste?”.
Por ejemplo, entiendo que “Mátalas”, que tan buenos resultados le ha reportado a Alejandro Fernández, se refiere a una figura poética, pero en el contexto actual puede no interpretarse así.
Depende de cada intérprete, qué tan en serio se tome lo que canta y cómo influya a las nuevas generaciones. La música popular podría afectar al inconsciente colectivo pero no creo que tanto. Si así fuera, cantaríamos algo que estimulara tu cerebro de manera que pudieras ir a Harvard. No hay que tomárselo tan en serio.
Pero sí hay algunas canciones que denigran tremendamente a la mujer y la colocan como un objeto sexual. Esa no es música mexicana tradicional, es música contemporánea que va por ahí. A mí no me late, pero cada quien.
¿Cómo te cayó el nombramiento de Bad Bunny como compositor del año?
¡No sabía! Están reconociendo su éxito, eso es innegable. No sé qué tipo de compositor es el que premian, eso sí. Lo que no se puede negar es que el güey es muy ingenioso. No estoy de acuerdo en todo lo que dice, yo no hablaría como él de las cuestiones sexuales, pero es un tipo que merece todo el respeto porque ha trabajado mucho y ahí están sus resultados.
Como fan que eres de Gustavo Cerati, ¿recuerdas cómo te enteraste de su muerte?
¡Cómo olvidarlo! Fue en Twitter. Gustavo fue una de las influencias más grandes en mi vida y en mi carrera. Justo cuando iba creciendo como músico en los 80 y 90, él estuvo presente. Soda Stereo estaba adelantado a su época. Mi primer concierto con Equs, por obra y gracia del Espíritu Santo –aunque no soy nada religioso– fue como abridor de Soda en el Hotel de México. ¡Estaba extasiado de verlos! La última vez que Gustavo tocó en Los Angeles, yo tenía boletos para ir a verlo. Pero mi esposa y yo estábamos muy cansados porque veníamos llegando de viaje y preferimos no asistir. “¡Qué flojera! ¡Mejor para la otra!”, dijimos. Lo malo es que ya no hubo otra. Después de Los Angeles, Cerati voló hacia Venezuela y ahí le sucedió el accidente cerebrovascular.
Te voy a contar una anécdota. Cerati y yo teníamos un amigo en común. De hecho, su canción “Cabeza de Medusa”, que viene en Amor amarillo se la compuso a este cuate, porque traía rastas. Gustavo llegó a Tulum, te hablo de antes de que fuera tan turístico, se hizo muy amigo de Juan y cuando él me dijo que conocía a Cerati, le pedí que me lo presentara. Cuando lo conocí, le dije: “yo tengo una banda, pero no traigo un casete para regalártelo”. Cerati me contestó: “Che, toma mi dirección y mándamelo”. Por aquel entonces fui con mi familia de vacaciones a Buenos Aires y en vez de enviarle el casete con el segundo disco de Equs por mensajería, preferí llevárselo a la dirección que me había dado. ¡Era la casa de su mamá! Le toqué, atendió su mamá y le dije: “sé que suena rarísimo, señora, pero soy amigo y fan de su hijo, vengo desde México a entregarle este casete”. Me tardé como media hora en convencerla de que me abriera la puerta hasta que lo logré. Nunca supe si Gustavo escuchó el casete, pero así de fan loco fui suyo.
Evidentemente, a ti te ha pedido decenas de fotos y autógrafos, ¿tú le has pedido alguno a alguien?
Tiene décadas que no pido uno, pero sí he visto a gente que me ha dejado helado. Una vez en Los Cabos, hace como tres años, iba caminando con mis hijos al restaurante del hotel. A lo lejos vi a una figura que se me hacía conocida, pero yo decía: “no puede ser que sea él”. Seguimos andando hasta que lo tuve enfrente, me di cuenta que sí y empecé a gritar: “¡Dios mío, eres Geddy Lee (bajista de Rush)!”. Estaba temblando, no supe qué decir, así que me puse a repetir: “Master, master, master”. Y Geddy Lee se me quedaba viendo con cara de “este güey me va a violar o a matar”.