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¿El olfato o la vista? Nuestros aliados de la seducción

Escrito por:Playboy México

Por: Luciana Cacciaguerra Reni

 

El olor es una de las capacidades que tenemos como animales a través del sentido del olfato por medio de nuestra nariz y también la vista es otro sentido fundamental con el cual discernir muchísima otra información. Sin embargo, es difícil siquiera sospechar que gracias a uno de ellos cambiamos nuestra vida en muchos sentidos. Un recién nacido reconoce el olor de su madre, inmediatamente sabemos quién tenemos al lado al oler un perfume conocido, olemos el aroma de un buen café; la vista es algo mucho rápido e inmediato con lo que entendemos el mundo. Indudablemente son los sentidos más básicos y necesarios que tenemos como especie.

 

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Pero para que esto ocurra en la atracción física, amorosa o sexual, como se quiera definir, según la ciencia, necesitamos detectar una sustancia particular que se llama feromona; la ciencia está clara en que los animales sí producen hormonas que despiden para estimular la respuesta sexual en los de su propia especie sin embargo con el hombre la ciencia es más cautelosa porque a todas estas el ser humano produce más de 50 tipos de feromonas y utiliza solo tres, en todo caso es cierto que a través del sudor expedimos un olor muy personal que puede indicar la presencia de la hormona correcta. Irónicamente estando sudados y chorreantes no es la mejor forma de conocer a otras personas y sobre todo a alguien que nos guste a primera vista, ya que entendemos que seremos mejor aceptados si estamos bañados y vistiendo un buen perfume, pero precisamente mucha higiene lo único que puede causar es que perdamos nuestro olor natural y con productos como desodorantes lo escondamos aún más al impedir que los poros liberen ese aroma especial. Y todo se trata de olores.

 

Desde que nacemos estamos en un continuo aprendizaje social por lo cual llegamos a un punto en el que es muy difícil distinguir cual es el biológico o el cultural; por ello se nos hace arduo entender si los perfumes que contienen feromonas artificiales agregadas a las fragancias que tanto nos gusta usar funcionen realmente para aumentar nuestro atractivo sexual, o sean el simple resultado de un buen marketing o de mitos que nos llegan desde los principios de los tiempos cuando se empezaron a fabricar bálsamos, ungüentos y polvos perfumados a los que se les atribuían poderes afrodisíacos.

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Si bien es cierto que los fabricantes nos proponen cada vez más fragancias prometiéndonos que surtirán un efecto particular en quien los huela también tenemos que pensar que si así fuera cualquiera dominaría al mundo con solo vestir un perfume u otro según el objetivo que tuviera. En la película El Perfume adaptación del libro de Patrick Suskin vemos que el protagonista logra extraer la esencia del olor humano hasta que al final tiene el control mental sobre toda una población haciéndola actuar como él quiere.

 

Ahora de lo que sí estamos seguros es que cuando olemos un buen perfume nos sentimos mejor, más relajados y seguramente nuestra autoestima se ve beneficiada. Aquí es que nos damos cuenta por qué la industria del perfume desde el siglo XXI se ha desarrollado de manera arrolladora. Todos los famosos del cine, de la música, diseñadores de moda, deportistas, influencers han creado un perfume personal; se han fabricado una gran diversidad de tipos de perfume, como el agua de colonia, la esencia, el Eau de Toilette, el Eau Freche, en fin, todo con tal de cubrir cualquier tipo de exigencia olfativa y de expectativa emocional.

 

¿Entonces, cómo nos guía el olfato o la vista en nuestra vida sexual o amorosa? La respuesta puede ser como una de las misteriosas profecías de la famosa Sibila Cumana, envuelta en la incertidumbre, aunque la ciencia esté de por medio. Hay quienes defienden el poder prepotente de las hormonas humanas como factor determinante del enamoramiento o la atracción momentánea entre dos personas; el olor natural que expedimos es olido por otro y si hay una compatibilidad química las dos personas se unen. Mientras que hay otra facción científica que sostiene el hecho de que solamente es cuestión de vista, ni siquiera de olfato; lo que vemos es lo que realmente nos impacta y nos lleva según nuestros estándares de belleza a relacionarnos con otra persona ya sea sentimentalmente que sexualmente. Para ello son importantes la voz, la simetría del rostro, la forma de vestir, el tono de la piel, la estructura corporal y finalmente las experiencias previas; en pocas palabras la verdadera hormona es nuestro físico y nuestro rostro que socialmente siguen siendo nuestra tarjeta de presentación.

 

Esta teoría se tambalea cuando recordamos un hecho muy íntimo, aunque muy de feulleton, nada más ni nada menos que de Napoleón Bonaparte y su querida Josefina. Según cartas personales que el pequeño grande emperador enviaba a su amante casi siempre le escribía que no se lavara en los bajos fondos a pocos días de su llegada de las interminables batallas. “Josefina no te laves. Voy”. Esto lo único que podía significar era que el menudo conquistador se excitaba sexualmente al oler las partes íntimas de su amada que al no limpiarlas dejaba que se sintiera su aroma natural y allí entonces tenemos que hablar de hormonas.

 

El dilema entre enseñanzas sociales y estudios científicos para determinar la razón por la cual nos sentimos atraídos por alguien tal vez tenga frente a él un futuro de investigación muy largo aún, pero sí podemos atrevernos a creer los dos, ya que hay testimonios de ambos lados que certifican de que no solo es un factor de aprendizaje por lo que tal vez con

 

los siglos hemos callamos esa capacidad olfativa natural, sino que efectivamente hay hechos que determinan que el olor es básico para que exista química en la seducción que nos envuelve con determinadas personas. Así que a cuidar nuestro aspecto físico y a tener la seguridad de que nuestro imán invisible está siempre con nosotros listo para capturar la atención de alguien especial.

 

 

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