Álex Otaola. Mi vida en Cuca

Por Arturo J. Flores

@ArturoElEditor

A escasos días de la presentación de La Venganza de Cucamonga en el Teatro Metropólitan, toco a la puerta del estudio de Alejandro Otaola.

Me abre y avanzo al interior de un departamento bien iluminado en cuya estancia observo un ejemplar de la Music Life sobre la mesita de centro. Tomo asiento en una habitación donde hay un sintetizador enchufado a dos monitores y el ex guitarrista de Santa Sabina y La Barranca, parte fundamental de San Pascualito Rey en la actualidad, reciente integrante de Cuca y además, cerebro creativo de múltiples proyectos experimentales, se acerca para ofrecerme un vaso de agua.

-¿Ya aprendiste a hacer head banging?

 -Un poco. Cuando me bajé del escenario del Vive Latino el Abulón (de Víctimas del Dr. Cerebro) me dijo: “Tú eres como el Dave Navarro mexicano, así que ¡haz show!” y güey, si me lo recomienda el frontman más frontman del rock, créeme que lo haré.

Mátame antes de negármelo

En julio del año pasado, José Fors le echó una llamada a Otaola para informarle que Galo Ochoa, quien se había hecho cargo de la seis cuerdas de Cuca desde su origen, ya no formaba parte del grupo. Lo invitó a integrarse al grupo. De no aceptar, le expresó, tendría que replantear el futuro de la banda.

Alejandro les propuso que volaría a Guadalajara, enchufaría su guitarra y dejaría que la música tomara la decisión. Ya antes había tocado en diversas ocasiones como parte de un tributo a Led Zeppelin con Carlos Avilés y Nacho González, además de grabar guitarras para la ópera rock Frankenstein, de José Fors, por lo que ninguno de ellos le resultaba un tipo desconocido.

-Llevaba estudiadas varias rolas clásicas, pensando que eso tocarías, pero lo primero que me dijo José fue “¿no traes un riff?”. Yo traía ya unas partes de Arre Lulú (que se convertiría en el primer sencillo y video del disco La Venganza de Cucamonga) y en chinga nos pusimos a montarla.

El sí se dio prácticamente solo.

Pero yo soy implacable

A partir de ese momento, echó a andar una carrera frenética por grabar un álbum y dejarle el claro a los fans que aquello de “la cucaracha ya no puede caminar” no era más que una canción popularizada en tiempos de la Revolución. Cuca cumpliría 25 años en 2015 y había que demostrar que el cuarto de siglo le sorprendió al blátido con las antenas bien afiladas.

Con Otaola, el sonido si bien se mantiene fiel al heavy con el que el grupo se dio a conocer a principio de los 90, a la vez intenta refrescarse.

-¿Qué opinas del sonido de Galo?

-¡Toca increíble! Siempre me ha gustado su estilo. Toca hard rock pero no depende de la palanca de trémeolo. Ahora que he tenido que sacar sus rolas y entender las partes, ¡guau, está de pelos! Todas tienen partes chingonas, se siente padre tocarlas.

-¿Cuál es el clásico que más disfrutas tocar?

–La Pucha Asesina… está buenísima. Y El Hombre de la Marcha.

-¿Desempolvaste viejos efectos?

-Cuando llegué a Santa Sabina, Pablo Valero venía de tener un sonido muy Fender. Los dos discos que grabó lo hizo con Fender, así que yo quería que conmigo Santa sonara distinto y me hice de la Gibson con la que he tocado toda mi vida. Luego, hace tres años, Eduardo Castellanos me hizo mi propia Gibson, la modelo Castellanos Alex Otaola, y cuando llegué a Cuca, dado que Galo usaba una Les Paul, me dije: “voy a utilizar mi propia guitarra”. En los primeros viajes a Guadalajara llevaba más efectos pensando que iba a hacer muchas cosas, pero poco a poco se fue simplificando el pedo porque de lo que Cuca se trata es de la distorsión del ampli. Durante los solos sí puedo viajarme un poco más, pero poco. En las rolas nuevas tengo la confianza de cambiar cosas, pero en las clásicas es claro que deben sonar de una manera porque así han sonado por más de 20 años.

-Como con AC/DC.

-Ándale, porque si entrara quien tú quieras a tocar a AC/DC, las rolas del grupo tienen una personalidad tan clara que tendría que dejarlas así o dejaría de ser AC/DC. Y la gente que escucha a la banda lo hace porque es AC/DC. Igual pasa con Cuca.

-Y hacía mucho que no tocabas una canción tan verso-coro-verso…

-Sí, lo que es demandante en otro sentido. En Cuca lo importante es la precisión. En cualquier otro proyecto con el que he tocado, si no entro a tocar en parte determinada no hay pedo, no pasa nada. Hasta me la puedo sacar con la elegancia de “hice un silencio y ahora retomo con un nuevo efecto”. Entro y salgo de mi guión sin pedos. Pero en la Cuca somos tres personas que hacemos funcionar una máquina. ¡No puedo tener ese espacio de ambigüedad rítmica! No puedo salir a tocar con las libertades que normalmente me tomo, sino atendiendo a que todo esté en su sitio.

Nadie te odia como yo

Veinte años atrás, Alejandro tocó con Santa Sabina en Guadalajara y ahí conoció a los integrantes. No olvida lo mucho que lo impresionó el tamaño de la tarola de Nacho ‘El Implacable’. Pronto se hicieron amigos y por eso lo invitaron a participar en los tributos a Led Zeppelin.

-Yo empecé a tocar la guitarra por culpa de Jimi Page, esas rolas me las sé de memoria. Pero en mis otros proyectos he tocado más como Gilmour, que es mi otro maestro –analiza.

A estas alturas y después de su aparición en el pasado Vive Latino, ya nadie duda de lo que bien que encajó Alejandro en Cuca. Sin embargo, en noviembre de 2014 cuando se hizo oficial su presencia en el grupo, hubo una fracción de la fanaticada que lo descalificó sin darle el beneficio de la duda.

El aludido se lleva las manos a la nuca y mirando hacia la pared, recuerda:

-Es normal, Galo había tocado en Cuca por más de 20 años. Fue como un divorcio del que nadie estaba enterado hasta que se anunció. Ignoras lo que pasó detrás para llegar a ese punto. Además, en Guadalajara decían: “este güey ni siquiera toca metal”. Como si un americanista llegara a jugar a Las Chivas. Pero yo sentía que la última palabra la tendrían sólo José, Nacho y Carlos.

-La gente te juzgó sin escucharte.

-El trol nunca quita el dedo del renglón. Eso me enseñó a no tomarme en serio las bandas redes sociales. En los primeros dos toquines sólo hacíamos Arre Lulú y los clásicos. La gente estaba como viendo si me salían las rolas. Pero a partir de este año comenzamos a incluir 6 rolas nuevas, entonces todos comienzan a echar desmadre y ya no me cuestionan si me sale o no. La Cuca sigue rockeando chingón y eso les basta.

Otro alcohol y más rocanrol

-Vas a tocar este sábado en los 25 años de con Cuca y en noviembre con San Pascualito Rey en su XV aniversario. Dos Metropólitans en un año. ¿Te ves en los 30 de Cuca y los 20 de SPR?

 -Es difícil saberlo, porque en México casi ninguna banda llega a los 30 años, pero si pasa, ¡qué chido! Y que sea tocando música nueva. Porque lo de Cuca no es como con Soda Stereo o The Police, que regresaron para tocar lo que tocaban al final de sus carreras. Aquí hay un disco nuevo. Respecto a los tiempos de cada banda, trato de organizarlo. Cuando una de las dos oficinas checan entre sí cuando les sale algo. Ya me pasó antes con Santa y La Barranca, que por no hacer las cosas con tiempo había pedo. Ahorita estoy bien con todo. Hay música para el cuerpo, para los sentimientos y para la imaginación. Cuca es música para el cuerpo, pura energía. SPR es más para los sentimientos y las cosas que hago por mi lado, tan pachecas, apelan a la imaginación. Y como músico, me late que sean tan distintos entre sí, para no aburrirme.

Queda justo un sorbo de agua en el vaso que me sirvió y los minutos para hacer una última pregunta.

-¿Qué banda es más chelera, San Pascualito o Cuca?

-Hace unos años era Cuca, pero José lleva ya un rato sin tomar, Carlos está en periodo de limpieza y sólo Nacho y yo tendríamos que competir contra todo San Pascualito. Pero no te creas, ‘El Implacable’ da pelea.

Cuca

Sábado 24 de julio

Teatro Metropólitan

20:30 hrs.