#2×1: No tan indestructibles

Una película puramente para hombre, vuelve esa franquicia bomba de acción y testosterona y ahora hasta con una letal presencia femenina. Veamos lo que nuestro experto tiene que decir.
Por Iván Farías (@Ivanfariasc)
Militares corruptos
El tiempo es inclemente, no cabe duda. Pasa sin misericordia hasta por los hombres más duros del celuloide. Para muestra Sylvester Stallone y la pandilla que lo sigue en esta tercera entrega de “Los indestructibles”. Con una buena taquilla que los posiciona en cuarto lugar en Estados Unidos (eso sí, muy por debajo de las Tortuga Ninja y Los Guardianes de la Galaxia) y en segundo lugar en nuestro país, la franquicia de los veteranos mercenarios que hacen los trabajos sucios a la CIA, regresa sin mucho relumbre.
Ya la productora de la película había hecho berrinche porque alguien en Europa del este había subido a la red una copia de muy buena calidad ¡tres semanas antes del estreno! Sin embargo, ha arrancado bien, cuando menos monetariamente. El problema es que hay algo que no cuadra muy bien en la trama. Si bien suben la apuesta y traen caras nuevas, incluyen a estrellas con cartel como Mel Gibson, Arnold Schwarzenegger y Wesley Snippes, además de Harrison Ford, hay más destrucción y lugares exóticos la película, no acaba por gustar debido a que se toman en serio.
El éxito de la primera y segunda entrega era que uno sabía que NO a iba a ver una película de arte, sino disfrutar viendo a los héroes viejos de los ochentas dando mamporros y escupiendo frases ingeniosas. Dinosaurios de una era donde no había autos ecológicos, donde nadie reciclaba y menos cuidaba perros chihuahuas en su casa; sino que se arreglaban las cosas a golpes, destruyendo lo más posible pequeños países con militares corruptos. Y, en ese inter, podíamos ver chistes a la carrera de los implicados.
En “Los indestructibles 3” no pasa eso, más que a pequeñas dosis. La inclusión de un equipo joven lo único que hace es quitarnos tiempo en pantalla para apreciar los achaques de los héroes por los que pagamos el boleto. El debutante director Patrick Hughes trata de llenar el metraje con explosiones que luego de la espectacular secuencia de inicio acaban por ser rutinarias y en un momento dado, aburridas.
Anunciada ya la carta parte, ruego al cielo porque los buenos momentos de esta se multipliquen y sepan dar más juego a las caras arrugadas que a los tersos rostros de esos mercenarios que no acaban por congeniar con el espectador.
Amores invernales
Decía que el tiempo es inclemente, sin embargo si puede tratar bien a quien se deja acompañar por él. El veterano actor inglés Michael Caine ha sabido estar en todo tipo de películas y adaptándose lo mejor que puede a modas y tendencias. Lo mismo ha sido un criminal, que un gigoló, un policía, un espía y hasta el atento Alfred de Batman. Caine ha sabido aprovechar sus dotes para estar siempre presente en el cine.
En “El último amor del Sr. Morgan”, Caine da realce a una trama que sin su presencia perdería mucho, pese a la buena presencia de su protagonista femenina Michelle Goddet, y a la dirección correcta de la alemana Sandra Nettelbeck. La cinta es una comedia romántica con dosis de drama en donde un viejo maestro de filosofía se enamora platónicamente de una chica pobre de Paris. Los hijos, no muy a gusto con esta situación, harán lo posible por separarlos.
La cinta está puesta para hacernos sacar una o dos lágrimas. El film avanza sin problemas por una trama que juega con los problemas de la vejez, la soledad y con los viejos conflictos entre los franceses y los norteamericanos. El mejor de esos gags es la reticencia norteamericana a querer aprender francés a pesar de llevar años en territorio galo.
La cinta es todo lo que se espera: buenos momentos de comedia, un amor semi prohibido, tremebundo momentos de dramas familiares y un final que deja felices a los espectadores. Sin embargo la cinta adolece de ciertas fallas en el guión que para un público promedio pasará por alto.