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UN NOCAUT CON LA MANDÍBULA ROTA

Por: Jafet Gallardo 06 Jun 2018
VINO DESDE ABAJO PARA ALCANZAR LA GLORIA BOXÍSTICA. EL CAMPEÓN MUNDIAL DEL CMB EN LA CATEGORÍA SUPERGALLO SE ENAMORÓ DEL […]
UN NOCAUT CON LA MANDÍBULA ROTA

VINO DESDE ABAJO PARA ALCANZAR LA GLORIA BOXÍSTICA. EL CAMPEÓN MUNDIAL DEL CMB EN LA CATEGORÍA SUPERGALLO SE ENAMORÓ DEL RING A LOS SIETE AÑOS Y NOS CONTÓ LA HISTORIA QUE LO LLEVÓ DESDE UNA TORTILLERÍA EN ATIZAPÁN HASTA LAS FUNCIONES DE GALA DEL PUGILATO.

POR ADÁN MEDELLÍN @ADAN_MEDELLIN
FOTOGRAFÍAS DE MIGUEL A. MANRIQUE @MANNFOTOGRAFO
UN NOCAUT CON LA MANDÍBULA ROTA 0

FOTOGRAFÍAS DE MIGUEL A. MANRIQUE @MANNFOTOGRAFO

Como en los oráculos griegos o relatos bíblicos, hay quienes presumen de tener su destino marcado en el nombre. Eso también podría asegurarlo Julio César Ceja, actual Campeón Plata Supergallo del WBC (Consejo Mundial de Boxeo). El “Pollito” nació el 18 de noviembre de 1992 en Tlalnepantla, aunque creció en Atizapán, Estado de México, prácticamente con los guantes desde la cuna. Su padre, quien también fue peleador amateur, eligió llamarlo así en honor al mejor púgil mexicano de su tiempo: Julio César Chávez.

Ceja creció en una familia humilde de ascendencia michoacana. “Mi papá es tortillero y eso fue lo que nos inculcó, pero después vino el deporte de los puños”, sonríe al recordar que repartía tortillas con sus seis hermanos desde niño para costear sus entrenamientos. “Eso viene desde mi abuelo. Él tenía tortillerías, le siguió mi papá y yo empecé a trabajar desde la primaria. Yo tenía siete años, y en el pueblo de mi papá (San Lorenzo Totolinga, Naucalpan) hacían funciones de box casi callejeras, eran con puros guantes, sólo al final le pusieron careta. Ahí fue donde hice mi primera pelea, sin entrenar, en una feria de agosto. Pusieron el ring y mi papá preguntó si no había uno para mí. Encontraron uno de casualidad. Me subió a boxear, yo no tenía idea, sólo me defendí, pero gracias a Dios gané esa primera pelea en dos rounds y mi papá dijo: “Vámonos al gimnasio”.

A partir de ese momento, Julio César hizo una carrera de 60 combates amateurs. Aquel día en la feria simplemente confirmó su pasión por el ring; el “Pollito” explica que siempre quiso boxear porque veía el ejemplo paterno expuesto en las fotografías y los trofeos pugilísticos. “Mi papá tenía sus shorts, sus batitas, unos guantes y yo decía: quiero algo así”, explica emocionado. “La economía era muy dura. Todavía guardo mi primer short de Cleto Reyes, lo tuve ya a los 11 ó 12 años, yo estaba muy emocionado. Mi mamá mandaba hacer las vestimentas y ella completaba las letras”.

Pese a las dificultades, el boxeador es consciente de que su historia es uno de tantos casos en que el boxeador viene desde abajo: “No es nada especial, he escuchado historias tristes y crueles de mis compañeros que ahora tienen un nivel, y eso te empuja a echarle cada día más ganas, a dedicarte al cien, lo traes en la mente”. Junto a los orígenes humildes, la mentalidad y la cultura luchadora, este púgil encuentra su motivación para mantener una carrera boxística en su familia y en la ambición de aspirar a más: “Siempre que gano un título nacional, internacional o incluso mundial, aspiro a lo mejor. Siempre le pido a mi promotor la pelea más dura, la que sigue. Escojo rival bueno, fuerte, para dar espectáculo a la gente. Ahorita mi inspiración son mi esposa y mi hijo de 13 meses, ellos son mi motivo para seguir adelante”.

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FOTOGRAFÍAS DE MIGUEL A. MANRIQUE @MANNFOTOGRAFO

El round más duro

El “Pollito” se define con un estilo de boxeo técnico, “pero cuando veo al rival lastimado o que le gusta el golpeo, me gusta fajarme”. También se enorgullece de su gancho al hígado, que le ha permitido derribar a distintos adversarios, además, era una marca registrada de su ídolo boxístico, Julio César Chávez; “Siempre me ha gustado conectar abajo. Fíjate que luego uno no se cree que tiene las manos pesadas, no me gusta decir que soy noqueador, el récord lo dice: 29 nocauts de 33 peleas”.

El gancho al hígado es un golpe difícil por la cercanía al otro, la precisión y la contundencia que requiere. Lo sabe el “Pollito”, mientras muestra los nudillos y recuerda los combates más exigentes de su joven pero experimentada carrera. “En esas peleas largas me quedan las manos hinchadísimas, porque cuando intentas meter ese gancho, ahí está el codo, que es hueso. Aunque pegues, igual te lastimas. Pero cuando son rivales muy duros, fuertes y traen un aguante tremendo, les empiezas a pegar abajo y en cinco o seis rounds, cualquiera se va a caer, eso mina su condición física”.

Para Julio César lo más difícil de subirse al ring es la batalla por dar el peso. “A todo se acostumbra uno, menos a no comer”, dice sentencioso. Sabe de la importancia de la dieta progresiva, del entrenamiento físico y boxístico fuerte de tres a cuatro meses para una pelea de campeonato del mundo. En esos momentos, cuando sale arrastrando la mochila por el cansancio, cuando le pasan la comida light o debe deshidratarse para vencer a la báscula, Julio se repite que “la mente es lo más fuerte y lo más poderoso” en el ser humano. Piensa en los resultados, en la recompensa del título, en que es un trabajo.

“Por eso ya lo más fácil se me hace la pelea, porque llevo una preparación que me respalda y eso me da seguridad. A mí me encanta estar arriba del ring, no recibir golpes, sino sentir esa adrenalina, sentir a la gente, a 20 mil personas gritando ¡México, México!. Eso me prende”.

A pesar de su amor y su llamado boxístico, Julio recuerda con detalle las pruebas más duras que ha vivido en el ring: “Tengo varias historias. Todo ser humano que incursiona en el boxeo piensa en ser campeón del mundo. Yo llegué al título mundial fib a Inglaterra con sólo 17 años, sin haber perdido. Era un niño, no lo creía. Fue una pelea estelar televisada. Se fue a decisión y me la quitaron. Eso me afectó muchísimo porque perdí el invicto, se fue el título mundial y regresé a México sin cinturón”.

Así, el mexiquense continúa rememorando uno de los capítulos más dramáticos de su trayectoria: “Estaba muy triste. Los promotores hablaron conmigo y seguimos. Gané el título mundial plata de las 118 libras. La segunda defensa, en el Foro Polanco, la hago con un filipino. Él me despedaza la mandíbula en dos en el cuarto round. Yo llego a la esquina y les digo: `Me duele mucho ́. Gracias a Dios siempre llevo buena preparación, para más rounds de los pactados. Entonces le digo al entrenador: `Siento un dolor inaguantable ́. Él me abre la boca y se me cae la mandíbula. Le digo: `No pasa nada, me siento bien ́. ¡Es que traes en mente lo que estás defendiendo! En el décimo round, noqueé al filipino, que tuvo una fractura en el pómulo. Pero yo no sabía la gravedad de lo mío. Pensaba que me había cortado el labio, algo tranquilo. Llego al vestidor y el doctor me revisa y grita: `¡Háblenle a la ambulancia! ́. Fue cuando dije -ah, caray, y me llevaron a urgencias”.

Las señales de esta pelea contra Ranel Suco incluyeron cirugía para reparar la doble fractura en la man- díbula de Ceja. El “Pollito” tiene dos placas y diez tornillos en el rostro a consecuencia de aquel combate, además necesitó una recuperación de siete meses. “Cuando me explicaron, les dije: No pasa nada, ahí está el cinturón, ahí está el título, ganamos, es lo más importante”, vendado y con collarín, ante el asombro de sus familiares que le pedían el retiro, una muestra más de su ambiciosa mente de boxeador. Dos combates después, estaba en una nueva batalla por el título mundial en el Staples Center de Estados Unidos. Ahí ganó el título interino del Consejo Mundial de Boxeo por nocaut técnico ante Hugo Ruiz, en agosto de 2015, y se confirmaría como campeón absoluto supergallo en mayo de 2017, derrotando a Anselmo Moreno en Panamá.

Cuando el ring se vacía

Pero la pelea no termina con el campanazo final. El éxito deportivo trae distracciones, relaciones y amistades que buscan reconocimiento o fama de todo tipo poniéndose al lado del campeón. “Después de una pelea por el título del mundo, no sabes cómo me han salido de familiares y compadres. Me mandan por inbox decir que son primos. Salen amigos que me invitan porque quieren que yo pague… Y ése es un punto muy importante: muchos boxeadores caen en esos vicios, en la droga, en la cocaína, en el alcohol y eso los acaba. Se pasan un mes en la fiesta y las mujeres, y les dicen que tienen pelea y piden un mes más. Creen que tienen dinero y que no se les va a acabar. La mayoría no tenemos educación ni estudios y cualquiera nos mueve. Lo que yo hago es estar metido al 100% en este deporte, y cuando regreso disfruto al máximo a mi familia, a mi hijo. Ése es mi vicio”.

Además de su vida familiar, Julio César disfruta del cine, de los videojuegos y de la música de banda, aunque confiesa entre risas que no es bueno bailando salsa y los amigos no le creen porque tiene un gran juego de pies gracias al box. Consciente de que la carrera pugilística puede desvanecerse en un instante, planea poner en un futuro cercano un gimnasio de primer nivel donde aproveche la experiencia que ha acumulado en su camino; además, desea capacitarse como analista y comentarista de boxeo para distintos me- dios de comunicación.

Con el cinturón del título mundial en la mano y un presente brillante en los encordados, el “Pollito” atesora una frase de Muhammad Ali que lo marca para afirmarse en la preparación y los objetivos que se ha trazado: “Odié cada minuto de entrenamiento, pero dije: no renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un cam- peón”. Y aunque aún es un peleador joven y conserva una sonrisa infantil, Ceja ya piensa en su legado: “¿Cómo me gustaría ser recordado? Me gustaría que la gente diga: `Era un buen peleador, era un gran campeón ́, cuando digan mi nombre”.

 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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