Annalyss: el placer de tatuar flores y hacer lo que le da la gana
A Annalyss también le tocó escuchar el regaño que en otros tiempos era regla general para quienes decidían rayarse la piel.
—Con esos tatuajes, nadie te va a dar trabajo.
—Papá, soy tatuadora.
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Son ya ocho años los que ha dedicado a plasmar diseños en los cuerpos de sus clientes. Historias hechas de tinta que representan algo importante para alguien.
Durante la pandemia —cuenta— le tocó realizar tatuajes en recuerdo a quienes habían perdido a un familiar. Ella misma lleva inmortalizados a sus perros y también se hizo un caracol de mar junto a sus amigas, como ritual de despedida cuando una de ellas se fue a vivir a Francia.
Y como le ha sucedido a algunos de sus clientes, ella misma ya perdió la cuenta de cuántos diseños lleva en la piel.
—No los he contado últimamente, pero son más de 35— dice.
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Annalyss estudió Diseño Gráfico. Curiosamente fue uno de sus profesores, después de revisar sus trabajos, el que le metió la espinita. “¿Nunca han pensado en dedicarte al tatuaje?”, le sugirió. A ella desde los 12 años le llamó la atención hacerse uno, “pero obviamente mis papás me tiraron de a loca”.
Comenzó a publicar algunos de sus dibujos a Instagram, antes de que como ella misma dice, el algoritmo impusiera su voluntad. Así le llegó una propuesta de parte de un estudio: “¿Por qué no vienes como aprendiz?”.
—¿Existe la adicción a la tinta?
—Sí, la verdad. Para mí lo es, aunque es una adicción controlable, sobre todo por el presupuesto que requiere(risas). Pero siempre encuentro nuevos pretextos para tatuarme: pasa algo y digo “quiero este diseño”. Desde el principio, cuando vi que soportaba bastante bien el dolor, cada vez me fui picando más y más.
—¿Qué es lo que más te gusta tatuar?
—Me gusta mucho hacer flores, creo que es lo que más disfruto. Después vienen los animales o cosas decorativas, como frasquitos con flores u ornamentos. Siempre intento meter algún detalle botánico, aunque no siempre se puede. Pero sí, me encanta ese tipo de gráfica. Me gusta mucho la naturaleza. Además, las flores nunca pasan de moda y se adaptan orgánicamente a cualquier parte del cuerpo. Son muy nobles.
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Eso sí, reconoce, la competencia es cada vez más dura. Nuevas tatuadoras y tatuadores que se la juegan por un pedazo de piel. Por si fuera poco, crece la exigencia para que los artistas se conviertan en creadores de contenido.
“Es muy importante generar contenido. Yo casi no lo hago porque soy muy introvertida, me da pena grabarme o que se escuche mi voz. Pero he visto que quienes lo hacen jalan más clientes y conectan más con ellos. Humanizan su contenido y generan un vínculo fuerte con el público”.
Pero Annalyss sigue pensando que cada vez que termina un nuevo tatuaje (alguno de sus clientes hasta le han dado un abrazo o comienzan a llorar de la emoción al ver el resultado), vuelve a ella la confirmación de que tomó la decisión correcta.
Concluye: “Me siento orgullosa cuando acabo. Me recuerda que tuve el valor de dejar algo que no me hacía feliz para buscar lo que en verdad me llenaba. Veo los tatuajes y pienso: Esto fue el comienzo de una gran aventura”.
Hoy, seguramente, su papá está orgullosa de Annalyss.
