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Green piece: Carne artificial

Por: Isaac Torres Cruz 27 Nov 2019
Para el biólogo, el problema está en nuestra psique en el entendimiento que tenemos de bienestar, un trastorno como el que ocurre con la adicción a las drogas o consumo excesivo de alimento.
Green piece: Carne artificial

El consumo de alimentos animales causa efectos devastadores en el planeta, por lo que hay científicos que ya trabajan en la creación de filetes en un laboratorio.

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El más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, presentado en agosto, refiere que para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero se requieren cambios drásticos en el uso global de agua, tierra, agricultura y dieta humana.

“No queremos decir a la gente qué comer”, dijo Hans-Otto Pörtner, presidente del grupo de trabajo del IPCC sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad, “pero sería realmente beneficioso, tanto para el clima como para la salud humana, que la gente de muchos países desarrollados consumiera menos carne y que la política creara incentivos apropiados a tal efecto”.

¿Hay esperanza?

Se trata de un círculo vicioso: se deforestan bosques y selvas —que capturan el carbono y el calor— y se extiende el pastoreo. “Esa es la relación de mi hamburguesa con el cambio climático, es directa”. La conservacionista añade que dentro de los costos ambientales que no se consideran en ese impacto son el manejo de residuos, después de que las vacas son sacrificadas y la contaminación de aguas donde se encuentran los rastros, entre otros. “El impacto en la cadena de producción de una hamburguesa también incluye el empaque, el proceso de industrialización, los agroquímicos para pastos, así como las hormonas y antibióticos para los animales”.

Carne sangrante, con diferentes grados de cocción y ¿hecha de plantas?

También existen opciones de ganadería sostenible, también conocida como regenerativa, holística o climáticamente inteligente, que se rige bajo el mismo principio, explica. “Son vacas que comen pastos y restauran un ecosistema, promueven la convivencia armónica entre animales, plantas y fauna diversa del ecosistema. Hay distintas tiendas y productores de estos alimentos”.

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Sin embargo, lo más importante es que el consumidor sepa de dónde proviene la carne que come. Una respuesta probable es que sea de producciones masivas, como la que se encuentra en los supermercados, donde los animales son alimentados con granos, en el mejor de los casos, o pollinaza (excremento de pollos o pollos muertos molidos y procesados), señala.

Te mintieron: eso no es carne

En este entorno se agrega el problema de la crueldad animal, reflejo de las cantidades industriales de carne que se demandan. “Son animales sometidos a un altísimo estrés: expuestos al Sol todo el día para que tengan sed y hambre, y sólo coman y beban agua, además de que no están en movimiento para que engorden. También se emplean sustancias artificiales y hormonas que son nocivas para el consumo humano”.

Pero este es el tipo de carne que comemos regularmente, señala, muy suave y exquisita, distinta a la de un animal que ha realizado ejercicio, desarrolló músculo y no tiene hormonas ni antibióticos en su organismo. “Esta carne es más dura y tiene un sabor más fuerte, pero es la carne real, estamos mal acostumbrados a una que no es natural”.

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Mariana Díaz enfatiza también que reducir el consumo de carne es fundamental e importante para el planeta y lograrlo tiene que ver con el cambio de patrones de consumo: el cuerpo no necesita comer carne diariamente. “En vez de ‘lunes sin carne’, debería ser al revés, el cuerpo humano necesita si acaso de este alimento una o dos veces al mes, además de que el bistec diario que se cocina en casa no es sostenible ni sano para la salud”.

Rib eye de probeta

Existe otra opción, que parece más bien una promesa, la carne sintética cultivada en laboratorios. Aleph Farms es una startup israelí que ha realizado investigaciones para producir cortes de carne a partir de células vacunas y, de acuerdo a sus directivos, los primeros cortes estarían disponibles en restaurantes de Estados Unidos, Asia y Europa en 2021, y escalarían en 2023.

“La carne artificial puede ser una opción alimentaria a futuro; es una industria en desarrollo y hay muchas personas que creen en ella. Más de 200 empresas en el planeta apoyan o están interesadas en investigaciones que buscan hacer de la carne artificial un proyecto viable, eficiente y eficaz”, señala María Rubio, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.

Sin embargo, los retos científicos y técnicos por resolver en su producción son amplios, tan sólo para Aleph Farms los principales son obtener un mejor sabor y textura. Cuando se cultivan las células musculares es necesario darles suero y éste también debe sacarse de animales, lo cual contraviene las premisas de quienes no quieren que se use a éstos para alimentar a los humanos; además, hoy en día el suero es un producto costoso, refiere la especialista.

Este proceso, aunque prometedor, no es asequible ni viable en el mercado en el corto plazo —obtener una hamburguesa cuesta alrededor de un millón de euros—. Aun con esta opción, el problema está en los patrones de consumo y eso requiere un cambio de paradigma. Esta es la tesis de Planeta (in)sostenible, publicado recientemente por Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la UNAM, quien es además encargado de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. El científico expone que la crisis medioambiental por la que atraviesa el planeta  no se va a resolver con los paradigmas de bienestar que tenemos en la actualidad. “¿Qué podemos hacer ahora?, ¿rezamos por el Amazonas?, ¿dejamos de consumir carne?, o ¿seguimos consumiendo con culpa? Todo eso es muy poco práctico”, señala a Playboy.

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Junkies del bistec

Para el biólogo, el problema está en nuestra psique en el entendimiento que tenemos de bienestar, un trastorno como el que ocurre con la adicción a las drogas o consumo excesivo de alimento. “Lo mismo sucede desde el ángulo ambiental: no se trata de dejar de consumir carne, veamos y repensemos qué es lo que está mal, no para sentir culpa, sino para visualizar hacia dónde tenemos que ir todos en conjunto”.

Para el científico, cambiar el paradigma de las aspiraciones y formas de consumo al que nos ha llevado el actual modelo económico es esencial para bajar las presiones sobre la naturaleza.

“Haciendo ese cambio no te sentirás mal o regañado por consumir, porque somos seres humanos y como parte de la naturaleza consumimos materia y energía”, finaliza.

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