La Magia en los Tiempos del Barcelona

Nuestro columnista rinde un sentido homenaje al cuadro blaugrana, ese gran campeón europeo que está marcando época y ha vuelto a emocionarnos como lo hacíamos en la niñez, cuando sonreíamos ante la ilusión del conejo en el sombrero.

Por Carlos Guerrero Warrior (@carloslguerrero)

¿Es posible volver a creer en la magia como creíamos en ella cuando éramos niños? ¿Es posible emocionarnos como en aquellas tardes de domingo, cuando un hombre con sonrisa carmesí sacaba del sombrero de copa alguna desesperada paloma o un tierno conejo para dibujarnos inocentes sonrisas?

Es absolutamente posible. Hoy que dejamos hace décadas la infancia, deberíamos —casi por obligación— recuperar esa inocencia y dejarnos envolver nuevamente por la magia. Ésta existe y aunque ya no es magia blanca sino blaugrana, es real y se llama Barcelona.

La forma en que el cuadro culé ha atrapado al público este año resulta fascinante. Hipnotiza, seduce con su toque de pe- lota, ése que de inmediato nos remonta a los brillantes tiempos de Pep. Uno o dos toques menos pero más potencia y vértigo. Los espectadores en el graderío o detrás del televisor ya no gritan ni alientan, estoy seguro de que ululan cual búho que no pierde detalle alguno con esa mirada poderosa y penetrante al seguir cada movimiento.

Es magia por donde se le vea. Si el Barcelona fuera varita mágica podría desaparecer la Torre Eiffel y si fuera chistera, de ella sacaría a Iniesta para que con sus alas conquistara Berlín como lo hizo con la última Champions League ante la aguerrida y casi bélica Juventus. Si este mágico Barcelona hiciera una gira para mostrar sus actos, no habría teatro alguno con la suficiente capacidad para albergar a todo un planeta.

Si no es Iniesta, es Messi; si no es Messi, es Neymar; si no es Neymar es Suárez y si no es Suárez, es la nostalgia que genera el adiós de Xavi. Pero es todo sentimiento. Una orquesta emocional que enchina pieles. Si el Barcelona fuera un deporte, registraría las más altas frecuencias cardiacas aún practicándolo en la comodidad de una butaca o de un sillón de tv. Cien metros planos a máxima velocidad sería ideal para comparar el latir de un corazón cuando se acompaña el amenazante recorrido de Messi, Neymar y Suárez hacia el arco rival.

Pero nada de esto sería posible sin Andrés Iniesta y más, ahora que Xavi hace suspirar al barcelonismo con un adiós que jamás imaginaron. Es Iniesta el cerebro del equipo, el que recibe y reparte impulsos, el creador para que funcionen todos los trucos del tridente más contundente del mundo.

Aunque los reflectores los acaparen otros, Andrés es el maestro del ilusionismo moderno. Se mueve como nadie en la cancha. No importa si tiene o no el balón en su poder. Traza recorridos con la mente y su simple presencia mantiene alerta al enemigo hasta en zonas donde no genera peligro. Y pensar que este hombre que ha volado tan alto le tiene miedo a las alturas. No le gustan los aviones, algo de lo mucho que heredó de su padre, quien por el mismo temor no viajó a Sudáfrica 2010 para ser testigo de la consagración de Andrés.

Ya se fue un grande como Xavi entre lágrimas en medio de otra “orejona”. así que disfrutemos del espectáculo que ofrece Barcelona. algún día también Iniesta dirá adiós. y entonces sí, habrá hombres de capa y bombín para los actos de siempre, pero no el especialista para mejorarlos y llevarlos a planos de mayor riesgo y exigencia hasta convertir en posible lo imposible.

No perdamos tiempo comparando actualidades. Xavi nos ha abierto los ojos, nos ha dado una gran lección de que nada es para siempre. Hoy que todavía hay Messi, Suárez, Iniesta y Neymar, el mundo de lo impensado sigue estando de nuestro lado.

No sólo gana Barcelona, ganamos todos, sonreímos todos y así, en automático, nos convertimos en esos inocentes que se dejaban sorprender cada domingo con aquellos ilusionistas de parque que escondían aves, mascadas y viejas monedas bajo un abrillantado saco.