#EXAGEROCOMOWARRIOR: UN EXTINTO CRUZ AZUL
NUESTRO COLUMNISTA RECUERDA LA ÚLTIMA PÁGINA MÁGICA DEL EQUIPO CEMENTERO, ÉSA EN QUE SE CORONÓ DE VISITA EN LEÓN, Y QUE COINCIDE CON LA PRIMERA FINAL QUE CUBRÍA UN JOVEN REPORTERO LLENO DE ILUSIONES.
POR CARLOS GUERRERO WARRIOR @carloslguerrero
Con paso firme subo las escaleras del puente peatonal que me lleva al Estadio Nou Camp. No puedo llegar tarde a la cita. Esquivo vendedores ambulantes y dejo atrás a insistentes revendedores. El horizonte es de color verde y blanco. Miles de banderas tapizan el paisaje urbano y los cánticos opacan el bullicio incontrolado.
Corren los primeros días del lejano diciembre de 1997. Una indescriptible emoción me llena el pecho. Cubro mi primera final de primera división y lo hago para un medio de alcance estatal llamado Radio y Televisión de Guanajuato.
Con 18 años recién cumplidos, seguramente aún con algo de acné en la cara y con tarea pendiente en la mochila, porto un típico chaleco de reportero de nota roja. Holgado, cuadrado, grueso y con unas quince bolsas de todos tamaños para guardar la libreta de taquigrafía, la grabadora y tres bolígrafos de distintos colores para diferenciar las estadísticas. Todavía no son los tiempos de los telé- fonos inteligentes que dicen, en un futuro, podrán grabar voz, tomar fotografías, enviar documentos al instante e informar minuto a minuto todo lo que suceda en el mundo con sólo apretar un botón.
Cruz Azul es el rival de León en la gran final del invierno 1997. Una Máquina poderosa y portentosa. Héctor Adomaitis y Benjamín Galindo comparten vestidor con Juan Francisco Palencia, Joaquín Moreno, José Luis Sixtos y Carlos Hermosillo, entre otros.
En el camino, han eliminado al Atlas y al Atlante en seminales. Hermosillo sufre una fractura en la costilla. Se temía lo peor pero el atacante no quiere perderse por nada la posibilidad de levantar el tan ansiado título. Con la espalda hecha añicos, disputa la final de ida y vuelta.
León había despachado a Toros Neza y posteriormente al América. Así que el desenlace se torna de pronóstico reservado y más, cuando sólo un gol es la diferencia tras los primeros noventa minutos disputados.
A la entrada de la puerta 7, presento el documento que me acredita como medio oficial para la cobertura. Tengo la encomienda de hacer un reportaje de color y las entrevistas al final del encuentro. Hay sobrecupo. Estoy seguro de que todo León ha ingresado al estadio. Las escaleras en el graderío han desaparecido. Hay cataratas humanas esparcidas por toda la tribuna. No se escucha nada a dos centímetros de distancia. El ambiente es ensordecedor. Había que dar pasos largos para poder atravesar el maremoto de fieles vestidos de verde y así, poder avanzar un poco en busca de algún rincón para ver el partido. No hay zona de prensa. No existe organización ni poder humano que pueda con semejante caldero de emociones. Todo está rebasado.
León y Cruz Azul están formados ya en el terreno de juego para la ceremonia de protocolo. Sigo buscando un recoveco para que mi camarógrafo pueda montar su equipo. A lo lejos, veo gente subiendo a la azotea del estadio. Los sigo. No titubear es una regla no escrita para llegar al destino. Trepo por una oxidada escalera de caracol hasta llegar a la parte más alta del inmueble donde una maraña de cables se entrelazan con el techo que sostiene el corroído alumbrado.
Logro sentarme en el filo de la zona que cubre los palcos. Me cuelgan las piernas. José Ramón Fernández, Emilio Fernando Alonso, Francisco Javier González y Rafael Puente relatan el partido para la televisión. Los puedo ver a distancia en su palco con las diademas puestas en la cabeza. Sueño algún día hacer lo que ellos hacen o, qué mejor, compartir con ellos alguna transmisión.
Adomaitis se cuela por derecha, cruza su disparo y lo impacta en la base del poste. Nervios a tope en el Nou Camp. León responde rápido. Hernán Medford como si fuera a bordo de una motocicleta deja atrás a medio Cruz Azul. Mete un centro por izquierda. Misael Espinosa define con absoluta precisión. La prende de primera para desquiciar al graderío.
El juego se empata en el global. Guadalupe Castañeda salva en la raya a su equipo. León está encima, da zarpazos constantes. Carlos Turrubiartes pone a prueba a Conejo Pérez en tiro de esquina. Termina el tiempo regular.
Prórroga con gol de oro como novedosa regla. Un clásico “gol gana” pero sin cascarita de por medio. Palencia con la portería abierta se pierde el tanto del triunfo. Cruz Azul está encima. Carlos Hermosillo se planta dentro del área y mientras busca acomodo para rematar un servicio incómodo, Comizzo enloquece. El cancerbero patea el rostro del delantero hasta dejarlo ensangrentado. Penalti. Un silencio sepulcral.
Arturo Brizio no expulsa al portero para que sienta todo el rigor de su error. El propio Hermosillo cobra. Gol. Gol de oro. La Máquina levanta el título en terreno ajeno después de 17 años. Comizzo le aplaude en la cara a Brizio mientras Cruz Azul comienza la vuelta olímpica. A Luis Fernando Tena lo entrevistan como director técnico campeón y de paso, le vierten todo el bote de bebida energética co- mo parte de la celebración.
Hoy, ya son 19 años de seguir recordando aquella tarde como la última gloria de Cruz Azul. Casi dos décadas. Palencia ya es en- trenador; Brizio, comentarista, Hermosillo hasta servidor público fue y Alfredo Tena incluso llegó a la Selección Mexicana aunque de manera interina.
Del chaleco color electricista de la cfe no tengo rastro alguno. Tampoco de la libreta que llené con los momentos más destacados del partido. Sólo sé que Conejo Pérez a sus 44 años aún se lanza cual debutante y que yo hago lo que aquella tarde soñé y en donde soñé. Eso sí, sin ver todavía a un Cruz Azul coronarse.
Me pregunto, ¿cómo serán los smartphones para cuando eso vuelva a suceder?
