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UNA DÍA DE FURIA… ÑERA

Por: Jafet Gallardo 31 May 2018
POR ARTURO J. FLORES FOTOGRAFÍAS DE ANDRÉS RIVERA GONZÁLEZ “Estoy tan feliz, porque hoy encontré a mis amigos: viven dentro […]
UNA DÍA DE FURIA… ÑERA

POR ARTURO J. FLORES

FOTOGRAFÍAS DE ANDRÉS RIVERA GONZÁLEZ

“Estoy tan feliz, porque hoy encontré a mis amigos: viven dentro de mi cabeza”, canta un furioso Kurt Cobain. La bocina conectada al celular de Carlos Ballarta escupe himnos grungeros a quienes abarrotamos backstage a seguir la fiesta. Alice in Chains, Pearl Jam. Temple of the Dog y Stone Temple Pilots animan el convivio de hacedores de carcajadas. Por ahí andan Chumel Torres, los abridores de la noche Coco Celis y Ángel Briones “El Patán”, la bella Marcela Lecuona, Nicho y otros más. Incluso músicos como Vince Monster, de Rebel Cats.

A Ballarta se le ve complacido. Satisfecho. Justo cuando bajó del escenario de la Carpa Astros, en lo que representó el cierre del show “Furia Ñera” en la CDMX, luego de 50 minutos de escupir humor negro, sus amigos, encabezados por su manager Jonás Fierro, le dieron recibimiento de matador. Si no lo alzaron en hombros quizá es porque el comediante es demasiado ancho.

Minutos después de las 9 PM de un viernes conflictivo, la Astros se encontraba, como establece aquella célebre cumbia sobre lucha libre, “de bote en bote”. En el recibidor un DJ ponía rap en español, para los que aún bebían cerveza antes de introducirse al recinto que alguna vez fue circo. Adentro ya se escuchaban las risotadas propulsadas por el alcohol. Sobre el entablado, contrario al minimalismo escénico que distingue al stand up comedy, se montó una batería, custodiada a ambos flancos por dos amplificadores. En la pantalla la leyenda de guerra: “Furia Ñera” en letras rosadas.

Jonás Fierro presentó al primer comediante. Ángel Briones se apersonó como es, gigante, barbado, desparpajado y sin-vergüenza, soltando líneas incómodas, irreverentes. En segundos cayeron las primeras risas y después ya no hubo quien las detuviera. El colmillo lo ayudó a superar una falla de audio en el lado izquierdo del escenario. “¡Pues cállate, cabrón!”, le respondió al quejoso que no cesaba de gritar que no oía bien.

Le cedió el turno a Coco, que con sus infaltable anteojos de pasta, la capucha de su sudadera bien ajustado como condón para el cráneo, siguió en la línea trazada por el antecesor. Su matiz pausado, tan bien planteado, ayudó a que las bromas cayeran con el peso calculado. Ni siquiera aquellas que se revolvían en su propia escatología dejaron de celebrarse por un público que a eso venía: a escuchar lo que en otros sitios no se dice. Humor negro que se diluye con la espesura de la noche.

Ballarta se apareció transmutado en estrella de rock. La banda, integrada por amigos músicos entre los que figuraba un miembro de De Nalgas, interpretó el tema que presenta su especial de Netflix, “El amor es de putos”. Con su característico cabello echado sobre la cara, los lentes oscuros y los pantalones rotos, el comediante gritó los versos de la letras que escribió. Dicho sea de paso, que no tiene nada de cómica. “You hate my lungs ‘cause they draw breath”. Algo que definitivamente encaja en sus gustos musicales.

Apenas la música terminó, entonces sí comenzó a tirar chistes en una ráfaga, irónicamente, vista en cámara lenta. Con los años ha modificado su delivery. De la lentitud que lo caracterizaba, ha conseguido crear una cadencia particular que mantiene en vilo a su audiencia. Además, cuando escribe sabe cómo crear los ganchos narrativos que vacunan los oídos contra la distracción. Pero por sobre todo, ha llevado su poder de observación al siguiente nivel. Ya no sólo se trata de hacernos ver la paradoja existente entre el chile que pica y el que no –chiste que se volvió uno de sus primeros hits–, sino en realizar una crítica social que no por sesuda empañe lo divertido. Por eso, se puede dar el lujo de hacer chistes sobre el aborto, sobre la violencia, sobre el gobierno, la milicia y las drogas.

Siempre, y ahí la clave de su éxito, haciendo empatía con las víctimas y no con los victimarios.

No en vano su admirado Kurt Cobain se despidió así en su carta suicida: “Paz, amor y empatía”.

Por un segundo, se me vino a la cabeza una reinterpretación moderna de la Astros de lo que fueron las viejas carpas. Con rock en vez de música tradicional, con chistes políticos en los que sólo pasamos del viejo al nuevo PRI. Y con Carlos Ballarta lleno de tierra en vez de aquellos que, como Palillo, sentaron las bases de la sátira nacional. Ojo, nadie dice que sea él el heredero, sólo que la comedia siempre nos ha servido históricamente a los mexicanos para no darnos un tiro en la frente ante los acontecimientos que enfrentamos.

Cuando se bajó del escenario, el Ballarta se dirigió al camerino. El comediante destapó una cerveza y junto a sus amigos, ya sin los lentes puestos, se dedicó a cantar y mover la melena al ritmo de sus canciones favoritas. Uno no puede evitar preguntarse, mientras lo observa, si como en “Lithium”, la canción de Nirvana que suena, no estará muy feliz de haber encontrado a sus amigos y si estos, igual que sus geniales chistes, no viven detrás de sus gafas y sus greñas, de las mangas estiradas de sus suéteres y los agujeros de sus pantalones. En el interior de su cabeza.

 

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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