Comparte
Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

#MúsicaDeCoñerías: Memorias de mi hotelito alegre

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Todos tenemos uno: ese reducido palacio de apenas unos metros cuadrados en el que caben enteros el amor y la […]
#MúsicaDeCoñerías: Memorias de mi hotelito alegre
Todos tenemos uno: ese reducido palacio de apenas unos metros cuadrados en el que caben enteros el amor y la lujuria del universo, un paraíso de paso en el que podemos disfrutar del sexo con la persona que elijamos y nos elija. ¿Tú tienes un refugio consentido?
 
No hay como mi hotelito de paso para llenarme por unas horas del más puro, delicioso, novedoso erotismo con quien es mi pareja desde hace años. Disfrutamos seguir esos pasos ya andados repetidas veces para, montados en nuestro poco brioso corcel de cuatro ruedas, entrar directo al garaje que ocultará el vehículo durante unas horas. No importa que no tengamos que escondernos de nadie; se trata de un espacio donde nos olvidamos de lo cotidiano, de lo laboral, de lo familiar, de esas “domesticidades” que pueden enfriar el deseo.
 
Una vez perdimos una de nuestras argollas de matrimonio en el interior de una de sus habitaciones. Regresamos al día siguiente para preguntar pero nadie había visto nada, por supuesto. Reímos al pensar que quien se lo encontró, pensó: “Yo sé de una Verónica que estará enojadísima cuando su esposo llegue a casa sin el anillo”. Para nosotros fue una suerte de ofrenda a ese lugar que siempre nos acoge para que hagamos lo ídem, con sus cuatro canales de porno, sus dos botellas de agua, su ventanita, su regadera rodeada de cristal esmerilado en donde siempre hay una frase ñoña sobre el amor que ya no nos tomamos la molestia de ver, porque preferimos leer en braile, sobre el cuerpo del otro, nuestro propio concepto de la palabra.
 
Por supuesto, le hemos sido infieles a nuestro motel, porque uno siempre necesita novedad y más aún cuando se trata de darle ese toque a un hecho cotidiano. Hay otros lugares que ostentan una decoración más vanguardista y por ello hay que pagar casi el doble, además de que tienes sólo cuatro o cinco horas para darle vuelo a la hilacha, mientras que en nuestro hotelito alegre se puede pernoctar y salir hasta la una de la tarde del día siguiente por el mismo precio. Otros son demasiado bonitos, por lo que te sientes más cohibido que frente a tus propias sábanas y colchón al momento de hacer y deshacer. Los que tienen artilugios diversos para facilitar posturas son divertidos la primera vez, pero, a menos que se hayan convertido en un hit esa velada, terminas haciendo otras cosas que tu imaginación te indica, para las que no necesitas de tanto armatoste.
 
#MúsicaDeCoñerías: Memorias de mi hotelito alegre 0
 
Todos deberían tener un hotel de paso de confianza, sean casados, solteros, arrejuntados, fieles, infieles. A veces hasta se me antoja pagar la renta de una habitación toda una mañana para mí sola. Ir a dormir a pierna suelta, leer, meterme en el jacuzzi o en la regadera con asiento, escribir, reflexionar, masturbarme, reconocer mi cuerpo en los espejos de todos tamaños que suele haber y salir relajada, contenta, después de haber estado conmigo misma unas cuantas horas, luego de hacerme el amor y hablarme como la mejor de mis amigas. Un día lo haré (mientras llega, trato de hacerlo en mi casa, que para todo hay tiempo).
 
No todo en estos espacios es placer y diversión, por supuesto. Una tarde, cuando tenía 19 años y colaboraba en El Nacional —periódico hoy extinto que se ubicaba en la colonia Tabacalera, sede de numerosos hoteles de paso de todas las estrellas, incluyendo los que no tienen ni media—, una prostituta cayó de una ventana en el cuarto piso de uno de los más jodidos de la zona. Los que salimos a ver qué había pasado cuando escuchamos las sirenas, nunca supimos si ella se arrojó en un momento de desesperación o si se trató de un asesinato, pero me impactó ese primer contacto en mi vida con el lado oscuro del deseo.
 
Entonces era común que las mujeres se escondieran en el piso del auto, agacharan la cabeza, portaran sombreros para conservar su anonimato. No sé si sigan haciéndolo, pero ojalá que no. No es que abogue por la desfachatez y el valemadrismo, pues creo que todo debería tener un significado profundo en nuestras vidas. Por ello, un hecho sencillo como entrar a un motel (hablando de esas parejas que entran por su propio pie, por deseo, nunca por obligación o por cuestiones de trabajo de calle) siempre debería convertirse en una anécdota interesante más que en una situación que genere vergüenza.
 
Decía hace años mi mejor amigo, cuando vivía en la Zona Rosa, que su fantasía preferida era tener ojos con rayos equis que le permitieran ver a través de las paredes de los hoteles de paso, pues le resultaba excitante pensar en todas las posibilidades que había en esas habitaciones cuyas cortinas siempre permanecían cerradas ante nuestra mirada. Nos gustaba imaginar decenas de escenas diferentes que sucedían en todos esos cuartos con el mismo mobiliario, amenidades, color de sábanas y alfombras.
 
Aunque sea un chiché, este mes del amor les recomiendo venerar a Eros en un hotelito alegre de su confianza.
 

#MúsicaDeCoñerías: Memorias de mi hotelito alegre 1

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!