#HombresNecios: ¡Alarma antibodas!

¡Ah, Pa’ preguntita! Es uno de esos momentos en que la respiración se suspende. Una apnea involuntaria no permite que el oxígeno llegue al cerebro y por lo tanto, no hay hombre que pueda responder al dulce cuestionamiento. No es que el sujeto no sepa, es sólo que, como siempre, el factor sorpresa que las mujeres dominamos asalta a nuestra presa.

 

Una dama jamás pedirá boda verbalmente, pero se las ingeniará para hacerte saber que lo desea y, sobre todo, medirá tus intenciones de matrimonio con ella. Una mujer nunca dirá: “¿Te quieres casar conmigo?” ¡No! Antes muerta a que se sepa que está urgida o desesperada.

 

La pregunta: “¿Cómo se van a llamar nuestros hijos?” Es parte de un experimento, de una investigación. (Lo que quiero saber es si tienes la genuina y real intención de casarte conmigo).

 

Playboys, a las mujeres no nos gusta dar paso sin huarache. ¡Así somos! Siempre vamos aprisa, un paso más adelante, vislumbramos el futuro, planeamos. La mayor parte del tiempo practicamos el Método Científico.

 

Sí, ése que nos enseñaron en la escuela y que repasamos un millón de veces. Nosotras nos planteamos la pregunta o el problema, observamos e investigamos, creamos una hipótesis, experimentamos y concluimos. Veamos:

 

Ya llevamos 3 años y parece que el susodicho en cuestión se ha instalado en su zona de confort. Él está feliz teniendo lo que a su parecer es el máximo compromiso y esfuerzo que ha asumido. Para él la vida podría ser así siempre, pero yo me quiero casar y sé lo que tengo que hacer. ¿Él es apto para el matrimonio? El sujeto no se da por enterado de que la boda tiene ser inminente para continuar con la relación y se le debe de comunicar de manera indirecta para no asustarlo.

 

 

En esta etapa se contempla al espécimen masculino interactuando ante la institución del matrimonio ajena. O sea, qué dice cuándo otros se van a casar. Acaso el “¡qué pendejo!, ¡ya lo amarraron!, ¡ya valió!” o ¿será que se alegra? También se analiza su interacción con los niños: ¿Es buen tío?, ¿es tolerante con los mocosos?, ¿se tira al piso para jugar con los hijos de mi hermana? Otro factor importante a averiguar es el tema del dinero: ¿Es solvente?, ¿tiene deudas?, ¿paga las cuentas? En fin, muchos factores se consideran en este apartado.

 

Parece que es buen candidato para marido. Hay algunas áreas de oportunidad, pero seguro que yo lo hago cambiar. (Pffffffffff bullshit. Todas hemos pasado por ahí).

 

Ésta es la parte más divertida y de mayor riesgo. Es en la etapa de prueba y testeo en la que la relación puede tomar buen cauce o embarcarse rumbo al naufragio. La fase de experimentación somete al macho a exámenes que se aplican bajo una sencilla mecánica: Ella hace una pregunta sorpresa y él completa la respuesta. Sí, completa, no da la suya.

 

 

 

Si el sujeto en cuestión respondió acertadamente o cercana a la respuesta que esperábamos continuará recibiendo las mieles de nuestro amor. De lo contrario abrirá la puerta al infierno en la que ella tratará de convencerlo, si acaso es de las necias, o terminará por mandarlo a volar. O sea, que ni pa’ dónde hacerse. Esto del amor es un experimento de extremo suspenso.

 

¿Espantados? Bueno, pues más que asustarlos espero que se den por enterados de que todo este circo sirve para que, sin violencia, se percaten de que su dulce mujercita quiere ¡bodaaaaaaaaaaaaaa!

 

Tranquilos. No es personal, lo juro. Puro instinto, está en nuestro adn. Mis amados Playboys, los abrazo con compasión, porque está de locos aguantarnos. Y sobre qué responder o más bien cómo completar la respuesta en la fase de experimentación, sólo me queda sugerirles que digan sí a todo, no peleen batallas antes de tiempo, guarden sus fuerzas para el momento de la verdadera guerra, sólo entonces podrán imponer su no.