Febrero 2014: Sissi Fleitas
Noventa y nueve mujeres
“Lo malo de la vida es que de cien mujeres tienes que escoger una y vivir con la nostalgia de las otras noventa y nueve…”, escribe Gustavo Sainz en Compadre lobo. Eso es lo que con una pequeña variante por acuerdo social entendemos por amor: elegir a una pareja sin necesidad de añorar jamás otras bocas, otros brazos, otra tibieza servida por la mañana en la charola de la almohada.
Prácticamente todos la hemos sentido: esa exquisita borrachera emocional, sabrosa demencia irracional, que acompaña el conocer a una persona que ocupa el total de nuestros pensamientos. Vivimos por y para ella. Muchas historias de amor, unas a propósito y otras oportunamente fortuitas, forman parte de este número de Playboy. Tito Cordero, Master Blender del Ron Diplomático, dijo en la entrevista que Elizabeth Santana le hizo: “Mi amor que es mi esposa, me llevó a conocer otro amor, que es el ron.” Desde hace un cuarto de siglo, le contó, se mantiene fiel a su mujer y a su bebida. Nuestros columnistas se dieron vuelo revelando sus intimidades amorosas: Verónica Maza, Sergio Sepúlveda y Daniel Espartaco compartieron -sin ponerse de acuerdo- anécdotas en hoteles de paso, mientras que Sagrario Saraid nos enseñó qué responder cuando nuestras compañeras de vida hurgan en nuestro pasado sexual, y el rocker Paco Familiar recordó la vez que una chica en Rusia obsequiaba besos en las calles.
Pero no todo es color de rosa en los recovecos del corazón. La crónica de Jimena Gómez sobre adictos al trabajo que buscan sexo sin compromiso en la red nos deja en claro que, como decía un amigo en la prepa: “en el amor no hay manera de no salir raspado”.
Puede ser que el amor signifique esa sensación de satisfacción total que nos evita añorar a 99 mujeres cuando ya elegimos estar con una. Habrá también quien diga que se puede enamorar de las 100, pero son ellas quienes no aprenden a convivir. Incluso el que se queje de que, entre una centena de costillas de Adán, ni una sola se hizo para él.
Sólo basta echarle una ojeada al periódico para entender que, como dice Morrissey en una canción: “Hay cosas peores que nunca haber sido el amorcito de alguien.”
