2 x 1: Thor entre los incas

En los primeros años del siglo XX las expediciones a lugares recónditos eran todavía muy solicitadas. La imagen del occidental que viajaba lugares donde “la mano del hombre no había llegado” era el ideal civilizatorio, no importando que los aborígenes tuvieran siglos de vivir ahí. No por nada los héroes solitarios que viajaban a lugares recónditos eran tan solicitados en el cine. Héroes que traían la “luz del conocimiento” a los primitivos aborígenes y que por lo mismo tenían el derecho de  saquear sus tesoros.

 

Indiana Jones es el perfecto ejemplo de esto. Hombre de profundos conocimientos que recopila en cada una de sus aventuras objetos que “rescata” de lugares recónditos y los pone a resguardo en las universidades norteamericanas. Para que la historia funcione debe haber hombres malos y no hay antagónico mejor que un nazi, blanco y civilizado como el protagonista pero maligno por antonomasia. Indy siempre peleaba contra ellos y ganaba en ese mundo en blanco y lleno de aventuras y territorios exóticos.

Sin lugar a dudas uno de los personajes que inspiraron a George Lucas para la creación del intrépido Indiana Jones es el antropólogo noruego Thor Heyerdahl, quien realizó una expedición en balsa utilizando técnicas precolombinas, saliendo desde Perú con destino a la Polinesia. El motivo principal del viaje era demostrar que antes de la llegada europea a ese archipiélago ya habían existido encuentros entre Asia y América. Ante las burlas de sus compañeros decidió aventurarse con un grupo de fieles amigos y confirmar su teoría.  Ya entrados en gastos también filmó su travesía para después venderla como un documental y así salir de deudas.

 

El libro del viaje y el documental fueron un éxito instantáneo. Noruega ganó su primer y único Oscar, mientras que  Thor Heyerdahl y su tripulación continuaron con sus expediciones. Eso mismo hizo que los directores de Un viaje fantástico (Kon-Tiki) decidieran filmar una película de la hazaña con regulares resultados.

La cinta inicia con infante Thor Heyerdahl que pese al grito de sus compañeros para que evite hacer una bravuconada, salta a un bloque de hielo en un lago congelado, resbalando para ser salvado en el último momento. Con ese gesto los directores, Joachim Rønning y Espen Sandberg, intentan cuadrar la historia de un hombre que no se detiene ante nada para lograr sus sueños. Mostrando una necedad infantil para transformarla en tenacidad adulta.

 

El presupuesto se deja ver en todo: las tomas panorámicas de un Nueva York en pleno auge luego de la Segunda Guerra Mundial, las tomas aéreas en el mar, las tomas submarinas para que podamos ver ballenas y tiburones al por mayor. Pareciera que la producción basó el sentido épico en no escatimar ni un euro. La estafeta estaba alta ya que querían que pareciera un taquillazo norteamericano y hasta en inglés la filmaron. Y lo lograron, la película es un disfrute visual y emotivo de un triunfo conseguido tal y como las películas de Hollywood nos han educado durante años. Sus poco menos de dos horas se van casi sin sentir. Sin embargo, los personajes no dejan de ser solamente estereotipos de ellos mismo. No hay conflictos mayores que modifiquen a los protagonistas pese a estar en medio del mar con nulo contacto humano durante más de cien días; así que el líder, el cobarde, el carismático, el fuerte, el inteligente y el héroe trágico, no sufren ninguna transformación.

 

Con todo lo necesario para ganar el Oscar se les escapó de las manos gracias a una película con menos presupuesto, Amour.