Ésta es la razón por la cual Rápidos y Furiosos 7 te hizo llorar, y (casi) no tiene que ver con Paul Walker
Durante más de una década Fast & Furious nos ha entretenido con autos, explosiones y tomas gratuitas a traseros femeninos; todo bajo la justificación narrativa de la lealtad. Sí, aunque no lo parezca, esta saga lleva 14 años intentando decirnos algo humano, en particular acerca de la amistad y la familia, conceptos que han evitado que lleguemos a la extinción, que se manifiestan como empatía y funcionan como el denominador universal de nuestra especie.
Ese mensaje, complejo y fascinante, en el universo de los coches de millones de dólares y las mujeres que nunca han usado manga larga, se hace evidente por el uso repetitivo de la palabra familia: “Nadie se mete con mi familia”, “Yo no tengo amigos, tengo familia”, “Intentaron meterse con mi familia”… etc. Si contáramos las veces que Vin Diesel deja salir esta palabra de sus labios, ése número seguramente sería mucho mayor al número de autos destrozados de las 7 películas –también nos daríamos cuenta de que tenemos demasiado tiempo libre–. Y a todo esto, el truco de la repetición funcionó; con el paso del tiempo y los estrenos, eventualmente nos encariñamos con estos personajes vacíos, irreales y llenos de clichés. Esta pandilla, entre las pérdidas de memoria, los accidentes, las peleas y demás, consiguió acercarse a la verdadera humanidad… excepto por un pequeñísimo detalle. No puede haber humanidad sin mortalidad.
Cuando Paul Walker saltaba de aviones en un auto deportivo o The Rock se enfrentaba a decenas de malosos sin cara y Michelle Rodríguez se peleaba con medio LA, el mensaje era claro: somos de hule. Inmortales, no importa si chocas y tu auto se hace literal pedacitos y luego explota tres veces y resulta en una columna de humo de 100 metros, aún así… uno ni se despeina. Pero claro, esto no es cierto, y el trozo de humanidad que a esta historia siempre le faltó, ahora le fue propinada por la trágica muerte de Paul Walker, Brian O’Conner (en las películas)… Muerte a causa de un accidente automovilístico. La irónica es tan dolorosa que es poética.
La muerte, entonces, es el personaje principal en Rápidos y Furiosos 7, una película en la que (SPOILER) nadie importante muere. Desde que comienza y por más que nos quieren vender (de nuevo) este mundo irreal de autos y mujeres, ciudades exóticas y gente que nadie sabe de dónde saca dinero para vivir (se la pasan vengando algo o a alguien), como espectadores ya no podemos comprometernos al cien. No podemos fingir que Brian está vivo, porque Paul está muerto.
Es por esto (y sólo por esto) que es válido derramar una lagrima al final de la perfectamente orquestrada secuencia nostálgica acompañada de una canción triste con la cierra esta cinta… Porque por primera vez, la muerte (de verdad) hace su aparición en un universo donde hay más explosiones por metro cuadrado que peatones. Después de años de intentar, sin querer y desgraciadamente Rápidos y Furiosos nos dijo algo realmente humano. Todos morimos.
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