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Claves para que te digan “abrelatas”

Por: Jafet Gallardo 27 Nov 2015
Por Facundo @facufacundo Las relaciones amorosas entre hombres y mujeres es uno de los temas que más dinero deja en […]
Claves para que te digan “abrelatas”

Por Facundo

@facufacundo

Las relaciones amorosas entre hombres y mujeres es uno de los temas que más dinero deja en ventas de libros de autoayuda, artículos de revistas, películas de Hollywood.

Y en última instancia, horas de sesión con el psicoanalista. A todos les gusta enterarse de los secretos para ligar más, para gustar más, para tener una relación estable o para que duela menos el rechazo y por lo tanto, todo lo que tenga que ver con esos asuntos huele a éxito.

En este artículo no van a encontrar las respuestas a esas interrogantes, pero lo que sí ofreceré serán ejemplos claros de las cosas que los van a llevar a la ruina emocional si es que están tratando de encontrar a alguien para compartir su solitaria existencia.

Lo primero es la percepción. Si ustedes son de esas desesperadas o desesperados por amor que pasan sus días mencionando lo que no tienen, van en camino a terminar teniendo como compañera de alcoba a una muñeca inflable o a un amante con pilas. Las personas que van contándole a todo mundo lo mucho que sienten, lo difícil que la han pasado y todas las veces que les han roto el corazón, son de hueva y merecen estar solas.

Todos conocemos a uno de estos especímenes que se caracterizan por adquirir una gran confianza con cualquier desconocido en muy poco tiempo, lo que se traduce en horas y horas de lloriqueos. Un amigo divorciado tiene como tema central de todas sus primeras citas la terrible y triste historia de cómo su esposa lo dejó después de siete años de matrimonio y dos hijos, porque se enamoró de un “idiota” de su trabajo.

En ojos de mi amigo, en esta historia él es la víctima principal, el merecedor de toda la lástima y la conmiseración que la empatía humana pueda proveer. Sin embargo, la realidad es otra: las viejas con las que sale usualmente no le vuelven a contestar el teléfono ni los mensajes. Si lo hacen le ponen pretextos para que esa cita del infierno no se vuelva a repetir.

Las cosas culeras le pueden pasar a cualquiera: te ponen el cuerno, te dejan de querer, ya no te pelan, se les va el interés, se enamoran de otro… ¿y quién les dice qué no hacer? no presuman sus desgracias como si fueran una medalla. Hasta ahorita no he conocido a nadie que diga… “ese güey es muy interesante, lo han mandado a la chingada como seis veces y le han visto la cara de pendejo como diez, me lo quiero súper dar”.

Otra acción que te asegura la soledad es ser muy insistente con tus llamadas, con tus mensajes, con tus pinche emojis. Dar los buenos días, luego un casual “estoy pensando en ti”, luego un cursi “la comida me sabría mejor contigo” y después un insoportable “a este atardecer sólo le haces falta tú” con la foto del sol a medias desde el Periférico, no es romántico, más bien es medio triste.

Otra historia típica es la del güey que se enamora muy rápido cuando apenas acaba de conocer a una vieja que nada más quiere echar desmadre. La historia funciona casi siempre igual: se conocen, la vieja se interesa y le empieza a seguir el pedo al güey, puede que hasta lleguen a tener “las relaciones”, luego el güey con una tendencia a la ilusión temprana y al enamoramiento fácil empieza a transformar en su mente una relación que empezó por calentura y deseo de desmadrol, en un sueño de “amor encontrado”, muy al estilo del canal de las estrellas. Y ahí es donde ya la cagaste chavo… Lo que sigue es que la morra, antes interesada, le empieza a dar al enamorado varios abridones y él va dando en su mente explicaciones al desdén: “debe estar muy ocupada”, “seguro no tiene señal”, “tal vez la secuestraron”, hasta que se da cuenta de que no hay mucho que hacer más que decir adiós con la sensación renovada de “la volví a cagar”.

Otro veneno para las relaciones incipientes son los celos. Esa sensación enferma de intranquilidad que algunos experimentan cuando alguien se le acerca a la vieja con la que están saliendo. Cuando ésta sensación es incontrolable vienen las escenas de celos. Así como los bebés que necesitan pañal para no mear y zurrar todo a su paso, los güeyes celosos van manchando todo con su mierda emocional porque no hay pañales para eso. Usualmente empiezan con pequeños indicios: ¿quién es güey?, preguntan. ¿quién te está marcando?, investigan, ¿estás segura de que no te está tirando el pedo?, acusan. Si la mujer que está en contacto con este tipo de ser inseguro es lo suficientemente inteligente, de inmediato lo mandará a celar a su pinche madre. Si no, empezarán una relación que puede convertirse en un infierno e incluso podría terminar en cosas tan culeras como cachetines, acoso, trancazos más pasados de lanza y en casos extremos hasta la maldita muerte. Esto ya le pasó a una conejita de playboy allá por 1980, se llamaba Dorothy Stratten y el novio la mató por celoso. ¡Abusadas, chavas!.

Otras razones para que te den “abrelatas” son más simples: tener mal aliento, ser un niño de mamá, ser un bueno para nada, estar muy gordo, ser un tranza, no limpiarte bien al ir al baño, etcétera. Si caes en alguna de las conductas anteriores… elimínalas de tu personalidad porque te puedes quedar solo para siempre.

De nada.

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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