Aline Hernández más sexy que nunca en la edición Playboy México para arrancar año, aquí la carta de nuestro Editor en Jefe: “Dígame licenciado”.

Por Arturo J. Flores (@arthuralangore)

El día que murió Chespirito vino a mi mente la frase que recurrentemente repetía uno de sus personajes. Nada extraño, si tomamos en cuenta que la comedia de Roberto Gómez Bolaños se fundamentó en la reproducción ad infinitum de situaciones, juegos de palabras y gags.

No es que sea un seguidor particularmente entusiasta del creador de El Chapulín Colorado, pero cuando falleció me acordé de su “dígame licenciado”, pronunciado decenas de veces por Lucas Tañeda, el loquito interpretado por Rubén Aguirre.

Empecé a trabajar como reportero en el diario Esto hace más de 15 años. Entonces tenía 19 y cursaba el tercer semestre de Comunicación en la unam. Terminé la carrera en tiempo y forma, en 2003. Pero —y no lo digo con orgullo— me titulé hasta 2012. Para entonces había ganado un par de premios de periodismo y un Nacional de Novela y hasta publiqué algunos libros. Sin embargo, la incomodidad por carecer del documento que me avalaba comolicenciado en Ciencias de la Comunicación me espoleaba como una lanza en el costado. “¿Para qué te titulas?”, me animaba un colega alcahuete, “con todo lo que has hecho, no te hace falta”.

Para cerrar el círculo, respondí. Porque había entrado a ese limbo profesional llamado Zona de Confort. En el fondo, yo sabía que sólo podría responder “dígame, licenciado” cuando otro colega me telefoneara y nunca exigir un “dígame licenciado”. Como decía Mario Rojas, un buen amigo, que siempre reclamaba a quien lo llamaba “licenciado Rojas”: “a mí no me pongas apodos”.

Un día puse manos a la obra. Me tardé tres meses en completar el trámite y cuando el jurado del examen profesional me tomó protesta, llegué a la conclusión de que muchas de las metas que alcancé anteriormente habían sido más difíciles que aquélla. Sólo había que lanzarse al abismo.

El éxito es un espejismo. Nos seduce con sus mieles para convencernos de que la felicidad consiste en dormirnos en nuestros laureles y se traduce en miedo al fracaso, en desidia. Pero enero siempre nos recuerda que un año nuevo comienza, 12 meses por delante en los que podemos medirnos, ponernos a prueba, superarnos, errar y corregir, tomar decisiones y cerrar capítulos que hayan quedado inconclusos.

Aline Hernández, nuestra bellísima portada, habló con el Jefe de Redacción, Adán Medellín, acerca de eso, de cerrar ciclos, superar obstáculos y mirar hacia adelante. Ella comienza con el pie derecho, con su primera aparición en Playboy.

Mi colega alcahuete continúa pensando que mi título no tiene utilidad alguna. No es verdad. El papelito se tardó casi diez años en llegar, pero hoy puedo pedir orgullosamente: “dígame licenciado”.