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Misofilia: Olfatistas anónimos

Por: Soraya Villanueva 09 Nov 2020
La ropa se lava en casa, pero hay quienes, en vez de eso, la suben a Internet para venderla a quienes el amor les entra por la nariz.
Misofilia: Olfatistas anónimos

Todo comenzó un día en que Ulises, a sus 16 años, entró al baño de su tía. Sobre la llave derecha de la regadera colgaba un largo calzón beige. Su curiosidad lo orilló a tomarlo. ¿Principios de misoflia?

“De manera instintiva llevé la prenda a mi nariz. Algo en mí se despertó y tuve una erección. No dude en masturbarme mientras olía los calzones, tenían un exquisito aroma a sudor que aún recuerdo. Era mucho más intenso que el olor de la vagina de mi novia. Ese día todo cambió”.

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My precious…

A 20 años de aquel suceso, Ulises presume ser dueño de una vasta colección de ropa interior usada, como si cada pieza fuera un trofeo. Chicos, medianos y grandes. Diferentes olores, texturas y colores. Vicky Form, Victoria’s Secret y hasta de tianguis.

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Desde los que sólo tienen una sola puesta hasta algunos con restos de fluidos vaginales, menstruación o excremento, todos son resguardados con gran recelo en bolsas ziploc dentro de su preciado escondite: “El baúl de las maravillas”.

Ahí vive la primera prenda de la colección, la que hurtó de la casa de su tía, pero que no fue aquel calzón beige que olfateó en el baño.

“Aproveché que ella estaba cocinando para entrar silenciosamente a su habitación. La adrenalina me invadía, pensé que sería descubierto, pero no fue así. Ese fue mi primer trofeo”, cuenta.

Tres meses después, la adicción de Ulises fue en aumento. Poseer la ropa interior de su novia o su tía no era suficiente. Imaginar que los calzones hubiesen sido usados por una desconocida le excitaba más, así que realizó su primera compra.

“Robar ropa a mi tía me dejaba una sensación poco satisfactoria. Necesitaba ir más allá. En ocasiones subía a mi azotea y miraba la de la casa de enfrente tendida y pensaba: si tan sólo estuviera sucia”.

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El Amazon de las tangas

Olfatear una prenda interior usada en la que ha quedado algún rastro corporal (flujo, sangre menstrual, orina, semen, o excremento) produce una excitación que se conoce como misofilia. La palabra proviene de dos términos griegos: mysos, que significa suciedad, y philein, amar.

El negocio de la ropa interior usada resulta cada vez más común. Comenzó en Japón (donde se le conoce como burusera: buru significa “ropa interior femenina” en japonés; sera quiere decir vendedor) y es explotado por Google. En la actualidad existen diversos sitios web para compraventa de calzones o brasieres, algunos de los más famosos son Pantydeal y Secretpanties. Hasta Milanuncios tiene gran popularidad en España por ofrecer este servicio.

Filthy is the new black

El negocio de ropa íntima también se ha popularizado en televisión. En la serie Orange is the New Black, una interna pide a sus compañeras que le presten sus calzones para emprender un negocio de venta de bragas a pervertidos.

“La compraventa de bragas es muy similar a la de mota; una vez que la pruebas quieres ir por más variedad y siempre existe el temor que te vean la cara y la prenda no haya cumplido sus 24 horas de uso para atrapar el aroma, o simplemente que tu producto nunca llegue a tus manos. Las mejores compras son en las que puedes platicar con la persona que las ha usado. Eso aumenta la excitación”, comenta Ulises.

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Como radica en Tijuana, tiene más posibilidades de hacer pedidos de mercancía extranjera.

“Mi primera compra fue en un grupo cerrado de Facebook. Ahí contacté a la vendedora. Tenía tangas de lycra, calzones de unicornios, de encaje y hasta cacheteros. Me decidí por una tanga negra que exhibía restos blanquecinos de sus fluidos.

Pero mi mayor adquisición es un cachetero salpicado de flujo menstrual y restos de excremento. Ese me lo vendió Amaranta. Venía en un pequeño sobre de plástico transparente cuidadosamente doblado junto a una tarjeta escrita a mano y un tampón usado: ‘Espero que disfrutes tanto como disfruté yo masturbándome y limpiándome el culo para ti’. Aún la recuerdo, su aroma decía mucho de ella”, rememora.

La envoltura había conservado el aroma de su portadora, ese que se genera en el cesto de la ropa sucia y te indica que las prendas deben ser lavadas.

“Un fuerte olor a pescado”, así lo recuerda el joven que suma 10 años metido en el mercado de la compraventa de ropa interior usada y que ha invertido más de 40 mil pesos en su placer.

“Aquel caprichito me salió caro, pero el olor lo valió. Los restos de excremento y flujo menstrual son los más cotizados en este negocio. Una vez que empiezas, no paras. Puedes encontrar prendas desde 200 hasta 2 mil pesos. Siempre estoy cazando nuevas fragancias, así que si quieren llevarse una lanita, ¡tómenlo en cuenta! Se aceptan también medias, bras y calcetines”, concluye.

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