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Las 5 prácticas sexuales más vergonzosas que tenemos los hombres

Por: Playboy México 05 Abr 2022
A veces no comprendo cómo es que las mujeres nos dejan acercarnos. Con años de experiencia en el universo de […]
Las 5 prácticas sexuales más vergonzosas que tenemos los hombres

A veces no comprendo cómo es que las mujeres nos dejan acercarnos. Con años de experiencia en el universo de las relaciones, fracasos estrepitosos y algunos éxitos memorables (mi guapa novia me encuentra sexy, aunque creo que lo dice porque no puede decirme “guapo” o “en forma”), he logrado reducir nuestros errores muy comunes a la hora de la intimidad (me molesta terriblemente esta palabra, pero esto es serio, muchachos) a cinco prácticas que casi podrían lograr que todo termine en un “eres un lindo, pero mañana tengo una junta tempranísimo”. Aquí les van, y me dicen si están de acuerdo.

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1.- Higiene básica… pero cálmate


Una de mis primeras experiencias sexuales fue una compañera de preparatoria con la que me divertía terriblemente, pero siempre me pedía que, de ser posible, me diera un baño. Obsesionado con esto, llegué a gastar una botella de loción al mes por miedo al rechazo. Cuando nuestra relación pasó más allá de sexo/noviazgo romántico y me tuvo la suficiente confianza, lo confesó todo: no podía con mis baños en loción. El olor francamente la aturdía. A las mujeres les gusta que huelas bien, pero no quieren tener que luchar con maderos y cítricos para llegar a ti… y el sabor del exceso de loción en la piel, no es nada sexy.

2.- Hablemos de ropa interior


Los hombres nos dividimos en dos: los que gastan en calzones y los que no. Habrá quien pueda usar calzones de casi mil pesos y habemos quienes los compramos en el súper. News flash: a las mujeres no les importa tanto el costo de tus calzones, como el estado de éstos. La guapa chica de la introducción (les juro que existe), me ha introducido en algo nuevo para mí: el corte. No a todos se nos ven bien los mismos calzones. Tómate un momento para elegir los indicados, y por lo que más quieras, tira todos esos cascajos de resorte guardados en tu cajón.

3.- Y todo terminó por esos calcetines


¿Recuerdas a tu padre cuando salía los fines de semana con unas inmaculadas bermudas color crema, combinadas con calzado deportivo y calcetines oscuros? Pues así te ves cuando te dejas los calcetines. A menos que ella tenga un fetiche de pies, no los notará gran cosa mientras tengas las uñas cortas y huelan bien. Pero, esos calcetines a media pantorrilla la harán sentir como si estuviera en una película de Alfonso Zayas y a menos que seas así de gracioso (y millonario) no quieres eso.

4.- El ausente


Regresando a mis años mozos, cuando no era nada hermoso, recuerdo haber tenido una experiencia con una mujer algo mayor que yo. Además de recordarla con mucho cariño por hacerme sentir como un Dios sexual por el hecho de haberme pelado, me enseñó la clave de todo: el sexo es un asunto de dos. Tan nervioso estaba por estar con aquella mujer que hacía lo que yo creía era la mejor opción: “concentrarme” en mi chamba. Amigos, esto es una bajeza. Y no sólo por ella, sino por ti. Te estás perdiendo de todo un mundo de posibilidades y de una de las mejores momentos para compartir con alguien. Quita esos ojos en blanco y déjala participar de tu placer.

5.- No se va a la guerra sin fusil, a la escuela sin un lápiz y a la cama sin… sin un buen de cosas


Algo curioso nos pasa a los hombres: nuestro pragmatismo que nos ayudó a no ser comidos por un tigre dientes de sable, y nos rescató de no pagar por la “cobertura extra” en caso de granizada de fuego, también nos aleja de las tiendas eróticas hasta que alguna buena samaritana nos lleva de la mano. No se trata de que tengas un columpio sexual en casa, pero tampoco quieres ser el tipo de los tres condones caducados al fondo de una gaveta, porque “no sabes que más tener”. Haz una despensa básica: preservativos, lubricantes y puede que hasta algún juguetito sencillo y estás del otro lado. No, no tienes que ser Christian Grey. Aunque si tienes un helicóptero y la puedes llevar a cenar a Paris de un momento a otro, dudo que le moleste.

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