La reina y sus súbditos
Entro a este departamento pequeño, modesto, limpio y ordenado; veo una decoración de máscaras de cartón, cerámica y bejuco; hay posters, fotografías familiares, dibujos y un pequeño librero atiborrado hasta el techo. El ojo de una mujer llora al centro de una pared blanca. Dueña de la casa, pasea por mis pies la hija de Israel, una gata de angora. Todo huele a ella.
En este espacio, Sergio se asumió como plomero, encargado del gas, bóiler e instalaciones eléctricas además de trapear, barrer, lavar trastes o tender la cama. No mueve nada de su lugar porque respeta la casa de Diana aunque sea un lugar compartido; cuando tiene dinero paga y compra lo que se necesita. Israel por ahora está desempleado, escribe su tesis y con sus ahorros compra lo que puede, sea despensa o cositas para su hija; su virtud es hacer un poquito de todo según se requiera, excepto guisar porque no sabe hacer comida vegetariana para su amada.
Diana (por ser la voz cantante de la trieja) desmenuza cómo se organizan día a día: no hay un acuerdo preciso sobre quién debe hacer qué, porque prefieren que todo sea relajado y libre; sin presiones ni obligaciones. Lava quien quiere hacerlo y recoge quien quiera hacerlo. “Generalmente Israel es quien se pone la pila; Sergio tiende la cama y yo me dedico a los trastes o acomodo cosas. Es como un caos muy organizado y esto nos ha traído menos broncas”.
Diana cortó su cabello negro a media espalda y sólo Sergio lo notó; pero Israel se percató del recorte de su flequillo color morado. Contradictoriamente, Sergio también cortó cinco centímetros a su cola de caballo y nadie se dio cuenta hasta que lo desató. ¿Es eso motivo de pelea? No, porque ella dice que hace mucho dejó de preocuparle ser del agrado del otro con todo y estar llenita; y aplica la misma regla para ellos. “Vivía muy estresada, preocupada porque me halagaran o chulearan; ahora sólo me empodero en lo que me gusta y cómo me veo. Recién me puse una playera verde con un sombrero y me veía una linda, divina; pero a Israel no le gustó. Amaba una falda amarilla, era feliz cuando me la ponía, pero Sergio dice que me veo como cortina. Por eso ahora sólo me gusta y punto, no pido opinión”, expresa sonriente.
El sexo es cosa de tres
No puedo ignorar preguntar por la intimidad: ¿cómo se vive el sexo y el amor entre tres? Contrario a lo que podríamos pensar o fantasear, la respuesta es fácil: lo común es entre dos y lo ocasional entre tres. Ella recuerda que hubo una temporada en que los tríos eran muy frecuentes; y otra en la que podían estar juntos sin haber sexo forzosamente. Sin embargo dice que las experiencias más intensas entre ellos suceden cuando comparten la cama queen size de la pequeña recámara; lo describe como algo relevante por el tipo de entrega que experimentan, fuerte, muy disfrutable. “Tenemos dos tipos de sexo, uno cuando ellos están dedicados a mí y otro cuando somos copartícipes los tres. Aunque ocasionalmente también ha sucedido que sea entre ellos mientras yo sólo observo”, dice con más confianza que morbo.
A pesar de ello, lo perfecto para los tres es ir al cine, comer y tener sexo (sin importar el orden). “¡Es de guau! Son actividades que hechas en conjunto y condimentado con nuestras largas pláticas para debatir y polemizar es muy rico, muy nutritivo para nosotros. Estar un día dedicados a estar relajados para hablar, hablar y hablar… coger, coger y coger… y comer e ir al cine, es lo máximo”, describe Diana. ¿Con quién de los dos te gusta más? Le preguntan casi siempre. Y siempre responde que comparar a las personas implica cuantificarlas, cosificarlas. Punto.
Después de seis años de relación y haber pasado por varias etapas, Sergio, Isra y Diana parecen haber borrado de su mapa las discusiones por los espacios y cosas cotidianas como dejar encendida la luz, tirada la toalla de baño, haber movido un mueble, un libro o un vaso. El control hacia el otro, coinciden, queda anulado bajo la lógica de que “la economía doméstica y todas esas cosas por las que la gente se divorcia deben estar en otro plano. Lo importante son las personas, no cómo acomodas un vaso”, resumen los tres. Israel pule la idea y asegura que su mayor logro como trieja es haber unido sus fortalezas y anulado su debilidades, sabiendo acoplarse a diferentes momentos y tiempos.
En la espalda semidesnuda de Diana se entrelazan sutilmente los brazos de Sergio e Israel. Con una sola mirada, ella entra al corazón de Sergio y él la recibe amorosamente, mientras Israel fluye en esa energía besando el hombro de su amada.